Alfonso Goizueta (Madrid, 9 de noviembre de 1999) ha conseguido a muy temprana edad todo un hito. Se ha convertido en finalista del prestigioso Premio Planeta, siendo un joven además que tiene lazos con Euskadi, con un apellido navarro y un bisabuelo que era de Vitoria y llegó a ser teniente de alcalde en la Segunda República. Aunque la historia que hoy nos ocupa es la de otro joven, Alejandro Magno, que tuvo que ascender con apenas 20 años al trono de Macedonia.

¿Qué le atrapa de la historia? 

Siempre me ha divertido la historia hasta el punto de que ha sido mi vocación. He tenido muy buena suerte en la vida. Creo que es la mejor que puedes tener, que es la de tener buenos profesores que no solo te enseñan, sino que además te inculcan una pasión. A mí me inculcaron la pasión por la historia, que fue luego lo que estudié en la carrera, cuando hice mi doctorado en Relaciones Internacionales también fue con un tema de historia... He tenido esa suerte de tener una vocación muy definida, y aparte la acompaño con esa vocación literaria que tengo, de la que no me puedo desprender. Necesito escribir, contar historias. Es una cosa inherente casi al ser humano esa necesidad de contarse cosas para explicarse la vida. Y es lo que he intentado hacer con La sangre del padre, retrocediendo al siglo IV a.C. con Alejandro, como una forma de explicar cómo es esta década de los 20 años a través de uno de los grandes personajes de la historia mundial, que es este chico tan joven que llevó a cabo una de las gestas de la historia entera, que es la conquista del Oriente y la fundación del Helenismo.

Como comenta, comparten casi la misma edad. ¿Qué más le inspiró para contar esa historia?

Lo de la edad siempre me había fascinado. De alguna forma esta es una novela de un joven contada por un joven, porque es verdad que nos hermana la edad, y pocas cosas más (risas). Pero me fascinaba la idea del enorme crecimiento personal que tuvo Alejandro. Fue una persona que murió joven, a los 32 años en Babilonia, y sin embargo todo lo que había conquistado, la gran aventura que había vivido... Me fascinaba cuáles eran las raíces de esa gran aventura. Por eso, la novela empezó trayendo a la palestra a este Alejandro más humano, más íntimo, al que yo quería comprender. Porque aunque sea una novela histórica de aventura y batalla, es una novela muy humana, porque tiene unos temas que son atemporales, como son cómo te sientes cuando tienes esa edad en la que no eres niño pero tampoco te sientes adulto del todo, cómo es la relación con los padres, cómo son esos primeros amores tan intensos de los veinte años... Ese proceso enorme de maduración y de crecimiento personal me fascinaban de Alejandro, la gran superación de su vida. 

Hablaba de sentimientos atemporales, pero ¿qué otras similitudes encuentra entre ese siglo IV a.C. y la era actual? 

Yo creo que sobre todo lo que más encontramos es lo similar que es la lucha por el poder. Como historiador de formación soy muy poco amigo de hacer analogías, porque son siempre muy tramposas. Pero es muy impresionante cuando ves esta radiografía del poder, que la novela de alguna forma la construye, que es que son las mismas luchas por el poder que ha habido a lo largo de toda la historia, que han cambiado los medios y las formas de llevarla a cabo, pero sigue siendo lo mismo. La novela indaga en una cosa que a mí me fascina, que es el claroscuro del poder. Porque muchas veces vemos a la gente que ejerce el poder como seres planos que solo se guían por la ambición, el orgullo, por esa sed insaciable de poder, pero no dejan de ser seres humanos, y tienen que tener unas motivaciones en la vida. Y esto es un poco lo que cuento de Alejandro, que además recibió un poder absoluto a una edad muy temprana. ¿Cómo era convivir con el tirano que él mismo llevaba dentro, con esta lucha que tiene consigo mismo? 

Y lo ha hecho con bastante acierto, hasta el punto de ser finalista del Planeta. ¿Cómo se llevan estos éxitos tan joven?  

Ha sido totalmente inesperado. Es verdad que había escrito ya antes, pero mi primera novela, podríamos decir, de madurez, que de repente sea reconocida con el finalista del Planeta... Entrar por esa puerta tan grande al mundo de la literatura española es el mayor espaldarazo con el que podía soñar. Jamás lo imaginé, y estoy un poco surfeando la ola todavía, porque nunca acabas de creértelo del todo. 

"Estoy un poco surfeando la ola todavía"

Si tuviera frente a usted a Alejandro, ¿hay algo que le diría? ¿Alguna pregunta o consejo que le gustaría plantearle? 

Fíjate, sí que es verdad que cuando escribes, muchas veces no escribes solo por el placer de escribir, sino porque verdaderamente lo necesitas, porque a través de los personajes muchas veces te estás contando algo a ti mismo que no te consigues decir, y te lo dices a través de la novela. Yo, llevando a Alejandro hasta el final de sus días, la escena de su muerte, que es lo que más me gusta, le habría preguntado si mereció la pena, y a ver qué me hubiera dicho. 

¿Qué cree que le hubiera respondido?

Pues, como todo en la vida, algunas cosas sí, y otras no. Y al final Alejandro, en esa enorme epopeya de la conquista del Oriente tuvo un enorme coste personal que se ve reflejado en la novela, porque la novela explora este claroscuro del poder, pero también cómo el viaje, el ejercicio del poder tiránico tiene una repercusión en la vida personal de Alejandro, especialmente en su vida amorosa.