En el marco de la sexagésima Bienal de Venecia que se celebrará el próximo año, el Pabellón Español presentará el proyecto Pinacoteca migrante de la artista peruana Sandra Gamarra, quien ha querido contar con Agustín Pérez Rubio como comisario de la propuesta. No va a ser a primera presencia del curador valenciano en esta cita. De hecho, intentar resumir su currículum después de 30 años de trabajo en el sector cultural se antoja imposible, sin olvidar sus periodos como director tanto del MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León) como del MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires). Esta semana ha vuelto a Vitoria para seguir preparando otro proyecto que está diseñando junto a Artium.

Bienales y ferias de arte se crean en un momento dado como puntos de encuentro, de compartir y también de venta, pero ¿a día de hoy siguen teniendo utilidad?

–Lo que intentamos es ver cómo adaptar y cómo actualizamos las fórmulas que vienen del pasado, cuáles son las problemáticas y qué sentido tienen. Hay diferencia entre feria de arte, que no deja de ser venta, y bienal. Hay una profusión de ferias, eventos que duran tres días, que implican transportes desde Hong Kong o Nueva York... y que son muy poco sostenibles. En cuanto a las exposiciones grandes como Documenta o las bienales, hubo una efervescencia en los 2000 y muchas se han terminado quedando por el camino. Hay que repensar cuáles son los objetivos y cuáles son realmente los gastos. Venecia es una cosa bastante singular, igual que Sao Paulo.

“Hay gente a la que no le gusta que se actualicen las cosas, ni que se fomente un pensamiento crítico”

¿En qué sentido?

–Es la bienal más antigua en el mundo y Sao Paulo la más antigua en América Latina. Venecia ha tenido una deriva determinada. Ya no es solo una bienal con representación nacional. Un artista no es el representante del contexto del que se parte. Ni la forma de exponer. Un mismo país está compuesto por una diversidad y pluralidad de culturas. Nuestro país es un claro ejemplo de ello. En este sentido, Venecia representa ese pasado y cómo lo actualizamos. En nuestro caso, de cara a 2024, va a ser la primera vez que se va a ir a representar a España con una artista como Sandra Gamarra, es decir, que no es nacida en el país aunque forma parte del contexto español, además siendo muy activa en el contexto madrileño. No es la primera vez que pasa en otros países. Es decir, tenemos que tomar las antiguas estructuras y replantearlas. En ese sentido, la bienales sí son citas fundamentales.

Son siete meses de exposición frente a lo que comentaba de las ferias de arte.

–Eso es. Además, nosotros vamos a abogar por una producción lo más cercana posible, con algunas piezas que se van a producir en Italia. Las obras llegarán por camión, no por avión. La sostenibilidad va a ser parte fundamental de proyecto.

Es una propuesta con una base argumental que a buen seguro va a levantar ampollas entre algunos.

–Pinacoteca migrante va a hablar de muchas cuestiones que están sobre la mesa. Para empezar sobre las propias instituciones, sobre los museos y las pinacotecas. Y luego está la idea de que la sociedad cambia, de que hay unos flujos de personas que estamos moviéndonos en la búsqueda de una vida mejor. Personas que se desplazan rompiendo las estrategias hegemónicas que se han implantado desde el eurocentrismo hacia otras culturas. Estamos componiendo el proyecto de manera cordial, solidaria y convivencial pero hay alguna gente que se siente incómoda. Me refiero a gente que siente que está perdiendo privilegios. Parece que las cosas siempre han sido de una determinada manera y no es así. Hay gente a la que no le gusta que se muevan o se actualicen las cosas, ni que se fomente un pensamiento crítico respecto a nuestra vivencia. Yo, por ejemplo, soy un hombre educado para ser un macho. Y todos los días me tengo que descomponer y pensar frases y actos para no ser ese macho y tender a plantear en mi vida una manera feminista e igualitaria de convivir. El proyecto pretende un pensamiento crítico respecto a nuestras maneras de hacer y también a las del mundo del arte. Pero para nada va a ser una propuesta que busca el escándalo. Es un grano de arena.

“La labor del comisariado en Venecia está muy mal pagada en España y mi responsabilidad es decirlo”

Está en colaboración para otro proyecto con Artium, que al cumplir sus 20 años abrió un ciclo de charlas para pensar sobre el futuro de los museos. Es una reflexión que tiene que ver además con la distancia que parece se ha instaurado entre arte y sociedad. ¿Qué es lo que más debe preocupar a los museos hoy?

–Para mí lo fundamental es, por una parte, entender que el museo puede ser un campo de prueba de muchas cosas. El museo tiene ese papel experimental. Y aquí es fundamental entender que nos podemos equivocar, que en el experimentar existe el riesgo del error. Pero es que es sano equivocarse. Los museos siempre se presentan de una manera prístina, como una verdad. Al contrario, siempre tenemos que horadar el museo. Somos representantes de la institución y, a la vez, cada día tenemos que picarla un poco. ¿Por qué? El museo se asienta sobre una base colonial. Es, en esa idea del XIX, de ser una vitrina para mostrar nuestra abundancia y nuestro poder. Hay maneras de trabajo, muy piramidales, y conceptos que se mantienen, aunque los museos ya no sean lo mismo. Es importante trazar un puente con la sociedad. Lo vemos también en la política, por ejemplo. Los discursos están muy fuertes pero no le llegan a la sociedad. Claro, cuando la sociedad no entiende, empieza a votar determinadas cosas. Termina por llevar el voto a donde encuentra un pensamiento que es más ramplón pero que, como es más sencillo, llega. Ahí hace falta una mediación muy fuerte. En el momento que hay una mediación, hay una educación. Es un traspaso de conocimiento para realmente crear sociedades más democráticas, libres, solidarias y que permitan una convivencia y una sostenibilidad. El museo tiene que ser una mirada hacia todo eso.

¿Y se puede hacer?

–Los museos quieren hacerlo pero las leyes y los protocolos que la administración pública tienen, en sus distintos niveles, hacen muy complicado esto. La gran labor de los museos en España es convencer a la administración pública de cuál es la manera de hacer unas leyes. No es tanto cuestión de dinero, sino de formas. Te pongo un ejemplo para que lo entendamos. Invitas a una artista que tiene un hijo. Es una madre soltera. Tienes que pagar su billete y el del niño y ver una serie de medidas que adoptar mientras la artista está trabajando para el museo. Parece que las cosas ocurren sin más. Pero no. Hay que trabajar mucho más desde niveles locales con un pensamiento cosmopolita. Además, tenemos que entender que cada acto nuestro supone pequeñas erosiones dentro de un contexto, tanto positivas como negativas.

Mirando a las nuevas generaciones de quienes empiezan o quieren hacer su camino profesional dentro del sector cultural, que, desde un punto de vista laboral, es bastante precario...

–Muy precario. Es, muchas veces, por amor al arte, pero de verdad.

¿Cuando le piden consejo, qué suele decir?

–No tengo una fórmula y tampoco creo que sirviese. Hay que conocer cada contexto, entender dónde está esa persona joven, qué estudios ha tenido, qué le puede faltar... Este trabajo es una pasión. Ahora que ya soy un señor de 50 años, desde el niño de 21 que empezó a comisariar, puedo decir que algo que he aprendido es a decir que no. La pulsión de la cultura te lleva muchas veces a la auto-explotación. Debemos entender que en ocasiones es bueno frenarnos a nosotros mismos. En muchas conferencias hablo de que necesitamos entender que nuestra labor es trabajo, es un trabajo, no es un hobby. A final de mes te viene la factura del teléfono, el pago de autónomos, el alquiler del piso... Y debemos entender que todo trabajo se tiene que pagar. Si llega el caso, tenemos que hacer menos pero con la gente mejor pagada. Hay que saber decir que no, que es algo muy complejo. Eso lo puedo decir yo, claro, después de una carrera, de haber dirigido dos museos, de... Y no hay que decir que no solo por ti, sino, sobre todo, por quienes van a venir después. Además, hay que decir las razones por las que no. Hay que exigir unos mínimos para que la gente pueda vivir de su trabajo. No me entiendas mal, hay que dejarse llevar por esa pasión, pero tenemos que ser conscientes de que hay unos mínimos y hay que salvaguardarlos. Por ejemplo, la labor del comisariado en Venecia está muy mal pagada en España.

¿Y eso?

–La comisaria de Alemania cobraba casi el doble que en España. Se quejó y logró un aumento. De hecho, hoy cobra tres veces más que si hiciese el mismo trabajo en España. En el caso de Holanda, igual. Yo tengo la responsabilidad de decir esto al Ministerio de Asuntos Exteriores y dejar claro que esto no es viable. Las instituciones nos tienen que escuchar. Luego, que hagan lo que consideren, pero nuestra labor es decirlo e insisto, no por mí, sino por las personas que vendrán luego.