Tras veinticinco años novelando las calles y la historia criminal de nuestro país, Lorenzo Silva se adentra en su último thriller, Púa, en el alma de quienes luchan cruzando la línea roja, al límite de la ley. En esta historia opta por liberar al lector de nombres y fechas para mostrarle la guerra sucia contra el terrorismo que se libró en ciudades a uno y otro lado de una frontera que podría pertenecer a cualquier Estado. El escritor da voz a un agente secreto que cuenta su historia cuando ya creía que la había enterrado.
Púa es el título de su libro y el nombre de su protagonista; también es un instrumento afiliado que puede servir para herir, matar o también para tocar el laúd. ¿No tendrá algo de alegórico?
Lo tiene e incluso la alegoría, la metáfora, está incluida en el propio diccionario de la academia, porque hay un uso de la palabra púa incorporado a personas y que se refiere a la astucia, la finura, pero en el sentido malicioso de la misma. Recuerdo haber oído decir en mi entorno: este es un púa. Me gustó porque tiene esa polisemia que vale tanto para pinchar como para tocar el laúd o la guitarra; me pareció que era una manera de identificar muy rápidamente al personaje. Lo normal de los nombres de guerra es que no sean cariñosos. Son una especie de alfiler que te clavan tus compañeros. Desde el propio nombre de la novela hasta el asunto de la misma, trata de alguien que pudiendo haber sido otras cosas acaba siendo una persona que hace de la malicia, las malas ideas, y de los malos pensamientos, su espacio de vida, su campo de maniobra y casi su misión vital.
En 1983 el presidente de España llegó a decir que “El Estado de derecho también se defiende desde las cloacas”, ¿esto se puede decir impunemente?
En aquel momento, quien hizo esta declaración debió de pensar que había una receptividad que no solo la validaba, sino que le atribuía incluso mérito político. El tiempo ha pasado y estamos en una situación donde tenemos la posibilidad de construir una conciencia un poco mejor de las situaciones. Es un momento interesante para revisarla; lo ha sido siempre. Este libro se abre con una cita de un teórico político castellano del siglo XVI, Alonso de Castillo, y dice todo lo contrario: en el Estado de Derecho, la justicia jamás se construye por medios injustos.
Aquí, al ver su libro todos pensamos en los GAL. Pero Francia en la guerra de Argelia, Gran Bretaña contra el IRA, Israel contra Hamás, Estados Unidos contra Al Qaeda… ¿Ha existido algún Estado de Derecho que no haya dejado el derecho de lado para realizar acciones abyectas en las cloacas?
Es muy interesante saber cuál es el detonante de esas acciones; suelen deberse a una situación que genera un trauma insoportable en la sociedad, pero también genera un síndrome de impotencia en el que manda. Pensemos en el 11-S, que desencadenó una guerra con torturas, sentencias extrajudiciales, toda una gama de vulneraciones de los derechos humanos. Fue un drama para la sociedad estadounidense ver desplomarse las dos torres. Eso ya crea un estado propicio, pero al final la sociedad no decide nada. Lo que sucedió después fueron órdenes ejecutivas de un señor que era presidente de los EE.UU. Además del trauma social, el poder se cortocircuita. Y hay una cierta reacción atolondrada del poder que siempre sale mal. ¿A qué ha conducido las guerras tras el 11-S? Han roto dos países, Irak y Afganistán, ha provocado miles de muertos, estadounidenses, iraquíes, afganos, y se han dilapidado varios billones de euros de los contribuyentes americanos. En Francia, su invasión de Argelia ha llevado a que su relación nunca haya sido normal. El GAL no sé muy bien qué consiguió. Harari, en una novela medievalista, subraya que los Estados que practican la guerra sucia son sociedades menos exitosas. A largo plazo, la guerra sucia es siempre una mala estrategia.
“La guerra sucia a largo plazo siempre es una mala estrategia”
¿En qué se ha inspirado para acercarse a este submundo de maldad?
Trabajando en otros libros llevo mucho tiempo tratando con gente que se relaciona con malas personas y que han tenido mala voluntad. Siempre me ha llamado la atención la génesis del mal. De dónde sale. ¿De la maldad? ¿De que uno es un canalla? Ojalá fuera así, porque el mal estaría contenido. Pero lo que uno ve cuando habla con estos criminales es una explicación de que una cosa lleva a otra. De entrada, hay un trauma, una insuficiencia, una impotencia de la persona para reaccionar en algo que la sobrepasa. En los últimos años me he acercado tanto a la lucha antiterrorista de ETA y el yihadismo como a los conflictos bélicos contemporáneos; los recientes, como la Guerra de África, la Civil, de las que me he ocupado en otros libros. He tenido testimonios de personas que han estado con un arma en la mano y han tenido que utilizarla para salvarse; relatos de militantes de ETA.
¿Los detonantes de sus actuaciones son dos motivaciones abyectas?
Una persona que militó en ETA me comentó que una de las razones que le hizo tomar las armas fueron las humillaciones que soportaron sus mayores al ser derrotados en la Guerra. He hablado con una persona que me reconoció haber torturado a otra, pero que tenía la sensación de que así salvaba vidas. Al final, se envolvían en motivos altruistas.
De alguna manera, quienes participan en la guerra sucia suelen ganar batallas, pero ¿también ganan la guerra o fracasan?
Hay tres tipos de personajes: al que le pillan, le echan y pierde el trabajo; el resultado es calamitoso. Al que no le pillan pero que tiene que vivir con lo que ha hecho, o con una vergüenza como el superviviente de Auschwitz. Y luego, el que más me interesa, el que lo organiza todo, pero no hay posibilidad de pillarle y queda impune. ¿Pero cómo se vive teniendo a personas que han cumplido tus órdenes con la vida destrozada mientras tú estás libre? Hay que tener el alma muy blindada para que, en un momento de tu vida, de tu vejez, a solas en el espejo no diga como mi protagonista Púa: “Soy una mala persona”.
¿Por qué narra su novela en primera persona?
Fue una decisión que me costó mucho. Empecé a escribir la novela en tercera persona, pero noté que no me daba el resultado que quería. En primera persona interpela y remueve mucho más al lector y le mete desde la página uno en los zapatos de este hombre para que sienta la incomodidad cuando está torturando a una persona indefensa.
Al héroe de guerra el Estado le reconoce con medallas, pero estos verdugos de las sombras, que también batallaron por el Estado, son ignorados, ¿cómo llevan este ostracismo absoluto?
Hay algo que se da en todos los Estados: la recompensa y el reconocimiento, en general, caen con más facilidad en quienes toman decisiones que en quienes arrostran los riesgos, a veces extremos.
Tras hablar con personas de estos lodazales de la democracia, ¿cree que la maldad anida en nosotros a la espera de que alguna razón la empuje a salir?
La maldad la tenemos todos dentro; también contamos con la capacidad de contenerla y de identificarla. Y quizás la literatura sea una manera de corregirla, de señalarla; eso lo decía Ramón J. Sender. Lo que cuento en la novela es que, además de esas personas que tratan con sus acciones de reparar un trauma familiar y las psicópatas, está el aventurerismo que tienen otras. Me interesaban las personas que los manipulan, porque las personas nos podemos convertir en instrumentos. Sin embargo, sí podemos contener el mal que anida dentro de todos nosotros si aprendemos a identificarlos y no nos dejamos arrastrar por los manipuladores que son muy inteligentes.
Quién es
Nacimiento: Madrid (1966)
Trayectoria: Lorenzo Silva es uno de los grandes referentes de la literatura contemporánea y sus novelas policiacas e históricas suman más de dos millones y medio de lectores.
Publicaciones: Ha escrito, entre otras, La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), Carta blanca (Premio Primavera 2004), Recordarán tu nombre, la Trilogía de Getafe, Castellano, El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), La marca del meridiano (Premio Planeta 2012) y La llama de Focea y Nadie por delante. Es autor del libro de viajes Del Rif al Yebala (Premio Algaba de Ensayo). Suya es también la serie protagonizada por los investigadores Bevilacqua y Chamorro. Junto con Noemí Trujillo, ha firmado Si esto es una mujer y La forja de una rebelde.