Fueron tres jornadas intensas. En octubre del año pasado, Miguel López-Remiro creó una serie pinturas dentro de una acción performativa de arte que tuvo lugar en Lleida, en la Fundació Sorigué, durante el Festival Intangible.

El resultado de aquella propuesta, que se llevó a cabo con la presencia de unas 200 personas, se tradujo en una veintena de obras que, tras pasar por el Museo Morera, llegan ahora a Gasteiz. De hecho, en la capital alavesa van a permanecer hasta el próximo 31 de julio para ser compartidos con toda aquella persona que quiera acercarse a ellos, englobados bajo el título Luzeketako.

De una manera anecdótica, si se quiere ver así, estas piezas cierran de esta manera un círculo. Cuando los lienzos eran blancos salieron de aquí hacia Lleida, en concreto de las instalaciones de Bastidores Patxi. Ahora vuelven, pero intervenidos, para mostrarse durante estas semanas en la sede de Mendixuri Produkzioak (Herminio Madinabeitia, 18, pabellón 13), proyecto cultural impulsado por María Antonia Nieto Sainz.

No es, eso sí, una galería al uso, así que quien desee hacer una visita puede ponerse en contacto con el propio creador –cuyo perfil en Instagram es @miguel_lopezremiro– a través del correo electrónico fofor@tutanota.com. Se propone así un encuentro especial con unas pinturas que fueron pensadas y realizadas en un contexto diferente al habitual. Nada en Luzeketako quiere responder a lo habitual.

Crear ante el espectador

El artista pamplonés –que tiene también una amplia trayectoria como gestor cultural, habiendo sido, por ejemplo, subdirector del Guggenheim Bilbao y director del Museo Universidad de Navarra– plasma aquí un proyecto muy personal y diferente.

“Desde una óptica de estética táctica y partiendo de resortes de teoría del arte, de Mark Rothko a artistas conceptuales como David Antin o Elena Asins, Luzeketako establece un debate con mi propia práctica como artista expandiendo una búsqueda de las claves de la estructura del arte como un relato”, explica.

Así, “alejándome de la poetización del hecho artístico”, el autor estuvo durante tres jornadas pintando frente a siete grupos distintos, conformados, por ejemplo, por personas en riesgo de exclusión, universitarios, bachilleres, personas con capacidades diferentes... así hasta llegar a 200 participantes en la experiencia. Ellos y ellas vieron como los 20 lienzos que partieron en blanco desde Vitoria –“tenía claro que iba a ser ese número”, apunta el autor– fueron transformándose.

“Luzeketako era el nombre de la borda en la que se estableció Elena Asins en los 90 y donde la conocí. Fue mi primera mentora y desde que la conocí hasta unos días antes de su fallecimiento mantuve una conversación sobre el significado de ser artista.

Ese lugar de intervalos largos como nos gustaba declinar la traducción de ese nombre en euskera referido a lo alargado de la casa, para hablar de arte como un lugar de tiempo extendido, flexible y variable, donde la experiencia es vivencial, un alegato que recojo para continuar esa reflexión frente a otros”, recuerda el artista.

Tras la realización de los talleres, que tuvieron lugar a principios de octubre de 2022 en la Fundació Sorigué de Lleida, toda la serie se mostró en el Museo Morera. Ahora las obras se presentan en la capital alavesa, aunque uno de ellos va a ser, dentro de no mucho, parte de una subasta benéfica en pro de Arrels Fundació, entidad que participó en el proceso de realización de los cuadros y que trabaja de manera habitual con personas en riesgo de exclusión, como describe el creador y también gestor.

Una doble faz que él viene desarrollando desde hace ya tiempo. “La vida te va llevando a donde puedes aportar. Elena siempre me decía que todo se alimenta, que no había conflicto de intereses”, apunta quien subraya que, más allá de otras consideraciones, “no me entiendo a mí mismo sin pintar”.