Son varias las bailarinas que a lo largo de los años han hecho el camino entre Estella y Gasteiz para seguir formándose. De hecho, los lazos que unen a Andrés Beraza Escuela de Danza y el Conservatorio Municipal de Danza José Uruñuela son intensos. Este mismo sábado, por ejemplo, alumnado de 3º y 4º de Enseñanzas Profesionales del centro de la capital alavesa acude a tierras navarras para presentar la pieza Exit, de Arantzazu Susunaga, en un festival que se va a celebrar en el centro cultural Los Llanos.
Viven este sábado una cita importante en Estella, también con la presencia del Conservatorio José Uruñuela.
–Cuando llegué a Estella hace 20 años ya, iniciaba un nuevo camino. Es una ciudad en la que había mucha danza folklórica, pero no una tradición de danza clásica ni contemporánea. Siempre quise hacer un espectáculo que fuera más allá de una cita de fin de curso de una escuela. La idea era proponer algo con un montaje didáctico, un espectáculo que cualquier persona pudiera ver independientemente de si su hija bailaba en la escuela o no. El objetivo era y es ir aproximando a la gente en general diferentes lenguajes y distintas formas de bailar.
Siempre se tiende a pensar que una escuela de este tipo, ya además con un largo recorrido, solo puede existir o seguir adelante en una capital, sea Pamplona o Vitoria.
–Desde el principio, la mía ha sido una labor muy didáctica, como te decía. En general, en España no hay una gran cultura de danza. La gente entiende por bailar lo que ve en la televisión y poco más. Desde el principio, he tenido claro que la palabra escuela viene cargada de respeto. Para mí es muy importante que en mi escuela las alumnas que realmente tienen talento y que quieren desarrollar su lado artístico y llegar al mundo profesional, no tengan la sensación de que, después de diez años aquí, han perdido el tiempo. Es para mí muy importante hacer una trabajo real, serio, que abra las puertas de los conservatorios como el de Vitoria. Y eso combinarlo con una parte de la escuela que tiene una disposición amateur. Eso sí, quiero que para estas niñas también la escuela sea algo significativo para ellas, que sirva para ampliar su horizonte cultural, que les ayude a valorar la danza desde un punto de vista mucho más profundo y amplio que lo que les ofrece la cultura de la televisión. Tal vez en los inicios alguien pensó que era un osado, pero he conseguido que mis alumnas entren en los conservatorios en 4º o 5º grado de Profesional y a mí eso me llena de orgullo. Al principio fue una labor complicada porque las expectativas con las que venían las niñas y los padres a la escuela a veces chocaban con un centro que quería hacer un trabajo serio.
Son varias las alumnas que han llegado de su escuela a Vitoria para seguir formándose en el Uruñuela. ¿Satisfacción pero también una responsabilidad, no?
–Soy muy prudente en el hecho de animar a irse. Sí les doy las herramientas, abro horizontes, hago ver cosas... Por ejemplo, al Conservatorio José Uruñuela siempre hacemos una visita. Cuando las bailarinas tienen un nivel, vamos un día y toman clase. Nunca les animo pero si ellas me preguntan y tienen una vocación y un interés, les doy opciones. Marcharte de tu casa con 16 años es una decisión muy importante y personal que debe tomarse de manera meditada. Yo no quiero forzar esa decisión. Además, estamos hablando de alumnas que están llevando los dos estudios, los de cualquier estudiante y los de danza. Ellas toman una decisión y también es la vida la que va reafirmando, o no, ese camino. Hay alumnas que han intentado acceder al mundo profesional que después de un par de años han decidido seguir otra senda. Quiero decir, tampoco estamos hablando de decisiones dramáticas sin marcha atrás.
A pesar de todos los esfuerzos que se hacen, sigue habiendo una ausencia de chicos en los centros de formación en danza que llama la atención.
–Hablamos mucho de igualdad y estas cuestiones, pero la realidad es que hay lugares donde esta igualdad no se consigue. Hoy está bastante normalizado que una chica juegue al fútbol pero no que un chico baile. Somos el mundo al revés. En el ámbito de la danza todavía hay muchos pasos que dar en esa normalización. A mí me pasa que vienen a la escuela chicos muy pequeños que comienzan con muchas ganas y talento, pero muchas veces lo dejan porque llegada la pubertad no aguantan la presión que pueden percibir desde el exterior.
¿El parón de la pandemia ha afectado mucho al interés de las nuevas generaciones o...?
–Tanto en 2020, con el confinamiento, como en 2021, con las restricciones, sí que se notó un parón de motivación. Por ejemplo, alumnas que hubieran pensado en ir a Vitoria, al conservatorio, antes las dificultades del contexto, decidieron no dar ese paso. En la escuela intentamos trabajar de manera que la clase fuera para las chavalas un desahogo, más que un lugar de exigencia. También creo que el miedo nos hace más pragmáticos. Es decir, en el momento en el que la sociedad tiene miedo ante cualquier amenaza, inculca más a sus hijas que vayan a algo seguro. Cuando hay confianza, la gente apuesta más por seguir sus sueños. Ahora se está retomando esa línea. Lo que sí noto ahora con respecto a antes es la inmediatez. El de la danza, como el de las artes en general, es un trabajo que se va haciendo poco a poco. Los grandes frutos se recogen después de años de trabajo. Ahora, existe más una cultura de resultados inmediatos.