Actor, pero también guionista, director, cantante... Al gasteiztarra Gorka Aguinagalde no se le resiste nada. Lo ha demostrado con creces a lo largo de varias décadas de trayectoria sobre los escenarios y ante las pantallas, ya sean grandes o pequeñas. Un camino al que este domingo sumaba el concierto de clausura de Komedialdia, una actuación con la Banda Municipal de Música de Vitoria en el Conservatorio Jesús Guridi. Muchos sonidos y carcajadas en homenaje a las personas cuidadoras no profesionales.

¿Qué hace un actor con una banda municipal de música?

–No sé yo (risas). Todo nace de una propuesta Txaro Mardaratz Nájera, la directora de Komedialdia, porque quería hacer un concierto solidario con las personas cuidadoras no profesionales. Luis Orduña, el director de la Banda Municipal de Música de Vitoria, estaba con ganas, Inma Arroyo también, y nos animamos. Es una manera de visibilizar a la gente que se dedica a cuidar a otras personas y eso significa que su vida se reduce al 10% de lo que era. Lo dejan todo para cuidar a otros. Si podemos echar un cable a estas personas, genial, que bastante hacen ellos y ellas por todos nosotros.

¿Qué se va encontrar el público?

–Para empezar, con una Banda Municipal de Música de Vitoria que suena como un cañón. Inma Arroyo... todo el mundo la conoce, pero no quiero decir mucho porque voy a desvelar sorpresas y no me gustaría (risas). Yo meteré un poco de humor, conduciré un poco todo y... habrá sorpresa final. La gente se lo va a pasar en grande, eso seguro. Va a estar muy entretenido. Habrá música y risas, pero vamos a ver si también despertamos un poco de ternura, un poquito de lágrima buena, de emoción.

Pero acostumbrado a estar en un grupo de rock como LosDelGás, ¿cómo se siente con una banda municipal detrás?

–Eso va a ser maravilloso. ¡Vamos a ver si doy la talla! (risas) Me lo han puesto muy sencillo y seguro que quedará bien.

Todo ello mirando a todas esas personas cuyos cuidados son imprescindibles pero a las que nadie parece ver.

–Es buena gente, no se puede decir de otra manera. No se paga con dinero todo lo que hacen.

En este Komedialdia se ha hablado mucho de eso, de toda esa gente que trabaja detrás, en este caso de actos culturales, y que nunca se ve. Ahora que está de gira con la obra de teatro ‘Un Oscar para Óscar’, hace falta un técnico de luces, otro de sonido...

–Claro, claro. Y eso que, por ejemplo, cuando haces monólogos se requiere menos personal, pero aún así. De hecho, ¿qué es lo que tiene que pasar sí o sí? Que se te escuche. Pues tienes que haber un buen técnico de sonido para que todo salga fetén. Y si es de noche, qué menos que unas luces para que se te vea bien la gestualidad de la cara. O si la actuación es en un teatro, no te digo nada lo que necesitas. Es un trabajo de equipo.

"Sigue habiendo personas que se sorprenden cuando ven todos los nombres que aparecen en los títulos de crédito cuando termina una película"

Igual que en el cine. El director de cortometrajes Gorka Aguinagalde lo sabe bien.

–No, no, no soy director de cine, que solo he hecho un corto (risas). A mí siempre me ha parecido que un rodaje es un ejemplo de trabajo en equipo total. Es fundamental que el director sepa lo que tiene que hacer, igual que el actor. Pero lo mismo puedo decir del que, no sé, trae y lleva los bocadillos. El engranaje tiene que funcionar y eso depende de todas las piezas. Si cada uno confía en la profesionalidad del otro y trabajas en equipo, todo fluye. Ahora la gente es algo más consciente, pero sigue habiendo personas que se sorprenden cuando ven todos los nombres que aparecen en los títulos de crédito cuando termina una película.

Hablando de cine, está la pantalla alavesa que no para. En muchos cortometrajes y primeras películas de directores que están llamando la atención ha estado usted. ¿Orgulloso?

–Sí, también. Llevo ya mucho currando en esto sin dedicarme a otra cosa y he pasado por muchos rodajes. También te digo que sé cómo va la cosa. Hay actores y actrices que dicen: ¿ahora no me llamas para hacer tu largometraje cuando he estado haciendo tus cortos por la cara?. No, yo no soy así. También porque sé que una película no está en manos solo del director. Cuando tienes la oportunidad de realizar un largometraje, pesa mucho el que pone la pasta. Y ese decide mucho. Así que no me hago mala sangre cuando colaboro con gente y luego no me llama. Además, también hay un punto egoísta en hacer cortometrajes, por lo menos por mi parte. En ellos puedo hacer cosas que en un largometraje son imposibles porque hay otras presiones y está todo más marcado. La libertad creativa que me da hacer un corto con gente que está empezando y que, encima, me trasmite una energía que con los años voy perdiendo, es muy interesante. Ver que propones cosas y el director o la directora te las compra, y eso también te llama. Es lo de las tres P.

"Si te gusta un personaje, lo haces hasta gratis. Si te da prestigio, vas de calle.Y si no, está la pasta. Si no se da alguna de esas tres P -personaje, prestigio, pasta-, voy y me hago un monólogo"

¿Perdón?

–Si te gusta un personaje, lo haces hasta gratis. Si te da prestigio, vas de calle. Imagina que te llama, no sé, Scorsese. Y si no, está la pasta. Si no se da alguna de esas tres P (personaje, prestigio, pasta), voy y me hago un monólogo (risas).

Teatro, monólogos, televisión, cine... ¿no es un poco esquizofrénico llevarlo todo casi a la vez?

–No porque, además, es lo que me salva. Bebo de varios sitios. Me dedico a lo mío, ya sea una serie o un monólogo. Lo que está claro es que tienes que abrir el abanico porque si no... es que hay mucho paro en mi profesión y por eso te digo que soy un privilegiado.

"Cuando tienes la oportunidad de realizar un largometraje, pesa mucho el que pone la pasta. Y ese decide mucho. Así que no me hago mala sangre cuando colaboro con gente en cortos y luego no me llama para su película"

Pero hay que saber dónde se está en cada momento.

–Como en el cartel de Komedialdia de este año, en el que aparece un iceberg, la parte buena de los actores es la que se ve. La de abajo, la de estar buscándote trabajo todos los días, llamando, escribiendo, mandando... esa no se ve. Mi móvil es mi oficina, más allá de tener representante para el tema audiovisual. No dejo de ser un puto autónomo que levanta el país (risas).

También está la faz de productor.

–Bueno pero eso viene dado porque nunca he sido dado a estar sentado en casa esperando a que me llamen por teléfono. Si no tengo curro, me lo hago.

¿Qué tiene entre manos ahora?

–Acabo de rodar Deviant, de Daniel Muñoz Caneiro. Me lo he pasado muy bien. Va a quedar una cosa más que interesante que, sinceramente, creo que puede ir a Sitges. Veremos. Además, sigo con la obra de teatro Un Oscar para Óscar, y con los monólogos.

¿Qué hace un actor de perfil cómico en una película de terror como ‘Deviant’?

–(Risas) Pero si se nos hace muy fácil. Los cómicos tenemos un ritmo que para hacer drama nos facilita mucho las cosas. Lo que pasa es que hay poca imaginación y me dan pocos papeles dramáticos, pero me resulta relativamente fácil.

¿Pensando en dirigir un segundo cortometraje?

–Estoy muy orgulloso de El fiestón, del equipo y de lo que hicimos. No descarto ponerme al otro de la cámara otra vez. Pero es que disfruto mucho interpretando. Con El fiestón, que estaba en todos los lados, me di cuenta de que no podía estar con el mismo culo en siete sillas. Así que si me vuelvo a poner detrás de la cámara será para dirigir a otros.

Decía Manu Gómez a su paso por el iCOFF-Gasteiz, justo antes del estreno en televisión de ‘Cuatro estrellas’, que era la primera vez que hacía algo de comedia y que se había dado cuenta de que no es un tópico eso de que es mucho más difícil hacer reír que llorar.

–La comedia tiene un ritmo. Es muy diferente hacer un monólogo que una película o que una serie. Cada cosa tiene su ritmo y debes cogerlo bien. Si no lo haces, olvídalo, no puedes hacer reír a nadie. Tienes que saber dónde tienes que meter el gag, hasta cuándo lo tienes que estirar y en qué momento tienes a la gente pendiente y debes seguir por ese camino. A mí me pasa muchas veces como espectador, que estás viendo a alguien y piensas: ¡pero caza eso, tío, cázalo y no sueltes!. Pero se les escapa y es una pena (risas). Tengo la facilidad de que llevo muchos años y eso ya lo tengo integrado, así que es difícil que se me escape.

Dice que lleva muchos años y, es verdad, podemos mirar a obras que hizo a principios de los años 90 que hoy se antojan imposibles. El humor ha cambiado mucho.

–Muchísimo. Ojo con este debate porque es complejo. ¿Hay cosas que hoy no se pueden hacer porque hemos perdido libertad? Bueno, no. O no del todo. Yo me reí mucho en su momento con el sketch de Martes y Trece de Mi marido me pega, y ahora lo veo y pienso: no. Aún así, soy de los que cree que en el humor se puede hacer de todo y te puedes reír de todo. Está en cada uno. Tienes la opción, como receptor, de levantarte e irte o de apagar la televisión. Pero sí debemos tener el código de que es ficción. No es lo mismo que un tío en el Parlamento diga una burrada, que lo haga yo encima de un escenario. Yo estoy haciendo ficción. Entonces, tú también tienes que entrar en ese rol. Como te decía, a mí me parece que hoy estaría fuera de onda hacer ese número de Martes y Trece. Por eso te decía que es una cuestión compleja, porque también hemos perdido libertades.

"Hay obras de teatro que si las volviéramos a hacer, no nos contrataría nadie. Por eso estoy pensando en volver a hacer el punky. Igual ha llegado el momento de traspasar la frontera"

¿En qué sentido?

–Cuando empezamos con Sobradun, hay obras de teatro que si las volviéramos a hacer, no nos contrataría nadie. Por eso estoy pensando en volver a hacer el punky. Igual ha llegado el momento de traspasar la frontera. Con Karra Elejalde lo hablé hace poco. Airbag ahora no encontraría financiación y no se podría levantar el proyecto. Sin embargo, fíjate el pelotazo que fue en su momento y no ha pasado tanto.

¿Cuando está escribiendo un monólogo, tiene todo eso en la cabeza?

–No sé a quién le escuché el otro día decir que lo que más miedo le daba era la autocensura en la que estamos metidos. Yo también. Escribo algo, pienso que lo tengo que suavizar, lo hago y luego me enfado conmigo mismo (risas). Son fronteras complicadas. Siempre intento sopesar en la balanza: qué gano haciendo este chiste que puede ser dañino para cierta gente y qué pierdo.

"Yo también le tengo miedo a la autocensura. Escribo algo, pienso que lo tengo que suavizar, lo hago y luego me enfado conmigo mismo (risas). Son fronteras complicadas"

Tras la pandemia, ¿cómo nota al público?

–Sabes lo que pasa, que en poco tiempo ha cambiado mucho el humor tanto en el que recibe como en el que emite. Y la pandemia también ha dejado su poso en eso. De hecho, hay gente que ligaba mogollón con mascarilla y ahora nada (risas). Ha ayudado al borreguismo. En poco tiempo se nos ha juntado la telefonía móvil a tope, todas las pantallas posibles y la pandemia. Claro, yo puedo vivir de casa al curro y vuelta, y ya está. Los vascos, que siempre hemos sido de barra de bar, ahora estamos en las terrazas (risas). Es que nos ha cambiado hasta el clima.

Vamos, que con su personaje Patxi hay que replantear un vasco 3.0.

–(Risas) El Patxi sigue siendo más de txikito que de mojito.

Se cierra Komedialdia. Alguien puede pensar para qué es necesario un festival de humor...

–Que no falte la risa. Nunca. El humor es risoterapia, es vida. Antes mencionabas el iCOFF. Es un festival de cortometrajes maravilloso. Y Komedialdia es otra cita imprescindible. Ha habido monólogos, conciertos, charlas... A mí me encanta Vitoria porque mantiene un poco el rol de pueblo pero también ha crecido mucho y necesita iniciativas como esta. Es como si me dices que en esta ciudad hay muchos conciertos, yo te diré que hay pocos, por lo menos para mí (risas). ¿Humor? Que haya siempre y más. Para llorar ya hay cosas.