Desde el pasado lunes, el trabajo ha sido incesante en el BEC de Barakaldo para tener todo preparado de cara a los dos primeros conciertos de despedida de los gasteiztarras Hertzainak. De hecho, la banda ha podido hacer varios ensayos en las jornadas anteriores para ver que todo está perfectamente engrasado.

De todas formas, horas antes de la primera actuación de este viernes 16, el grupo y sus invitados han compartido con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA las últimas pruebas de sonido y los instantes previos a una noche tan especial para intérpretes y público.

Desde antes de las cuatro de la tarde, el ir y venir era constante, aunque a partir de ese momento ya se respiraba en el ambiente que algo único iba a ocurrir después. Muchas veces el público no es consciente de la cantidad de gente que es necesaria para llevar a cabo un concierto, máxime de estas dimensiones.

En un ambiente de camaradería y cercanía, Gari, Josu Zabala y Txanpi –el grupo se completa para la ocasión con Miguel Moyano a la guitarra y Oier Aldekoa al bajo– se hicieron esperar mientras en el escenario no se descansaba para tener todo preparado antes de las siete y la apertura de puertas.

Eso sí, para cuando los primeros espectadores, de los más de 16.000 presentes, han ido accediendo, todo estaba preparado. O, por lo menos, a la vista del público porque en el backstage había muchas risas, abrazos, nervios y unas cuantas conversaciones sobre aquellos años en los que la banda nacida en Gasteiz marcó un antes y un después.

También el personal técnico ha estado trabajando hasta el último segundo, un esfuerzo que no acaba nunca, ni siquiera cuando la música deja de sonar. Claro que también ha habido momentos para el trasiego de cafés que entraban y salían de los camerinos de un recinto donde la temperatura a primeras horas de la tarde era importante.

Aún así, y a pesar de que pasen los años y los conciertos, sigue impresionando escuchar el silencio que se puede llegar a generar en un recinto como el BEC a la espera de que empiece el espectáculo. Una tensa espera solo interrumpida por el ir y venir de intérpretes para dejar todo afinado de cara al gran momento. Es todo un protocolo digno de ver, otro espectáculo que, sin embargo, pocos pueden compartir. Ocurre cuando las puertas están cerradas.