El guadianesco Txomin Artola hizo historia en la música vasca hace 45 años con Belar hostoak, un disco evocador, encantador y lírico que adaptaba al euskera los versos del poeta Walt Whitman. La actitud ante el negocio de su creador y el paso del tiempo habían relegado el álbum al olvido. Elkar aprovecha el aniversario y la Durangoko Azoka para compensar esta deuda histórica al editar un doble compacto que agrupa el repertorio original y remasterizado de Artola y su grabación actual, modernizada y con evidentes ecos country, a cargo de un grupo de jóvenes liderados por su hijo Urbil y con Jon Gurrutxaga al micrófono.

En el inicio, una confesión. Belar hostoak fue el disco de mi primera rendición ante la música euskaldun, en paralelo al debut de Itoiz y aquel rockero álbum de Errobi grabado en vivo. Al contrario que aquellos primeros amores y amistades con quienes nos encontramos pasados los años, ajados y vapuleados por el tiempo y la vida, el álbum de Artola sigue manteniendo su poder de enamoramiento y encanto a pesar de las cuatro décadas y media transcurridas desde su grabación.

Rescatado a duras penas a través de una vieja casete –evidencia del poder del azar, que diría Paul Auster, que llegó a mis manos a través de un familiar que tenía un autobús y uno de sus pasajeros olvidó al concluir el viaje–, Belar hostoak ha sido puntual compañero en mi crecimiento vital y musical, pero un disco desconocido para el gran público, especialmente para las nuevas generaciones, ya que estaba descatalogado y nunca llegó a editarse en formato compacto.

Elkar lo rescata estos días en una edición que nos retrotrae a 1978, cuando se grabó en Bacchanales Estudioa (Donibane Lohizune) con el ubicuo Jean Phocas como técnico de sonido. La edición original de Xoxoa, en la que su autor tocaba guitarra, contrabajo, xilófono, armónica, flautas y pianos, fue la consecuencia de un toque de queda franquista. “Aita lo compuso en el verano de 1975, coincidiendo con un toque de queda. Él se refugió en la poesía de Whitman y trabajar con ella le sirvió para escapar de ese entorno dictatorial”, nos recuerda Urbil.

“Lo compuso él solo, con su guitarra, y luego lo grabó con la gente de Errobi”, prosigue Urbil, músico inquieto que reparte su tiempo entre el grupo Howdy Bluegrass, las bandas de Maider Zabalegi e Iker Lauroba, y en sendos dúos junto a Jon Gurrutxaga y su propio aita. Aquellas grabaciones históricas contaron también con las guitarras de Mixel Ducau, el bajo de Phocas, la batería de Beñat Amorena y el piano y órgano de Robert Suhas, amén de las voces de Kontxi Goñi y las familiares de Lupe, Nora y el propio Urbil. “Yo tenía seis años y recuerdo estar tras el cristal. Hicimos dos tomas solo, ya que era imposible que cantáramos mejor (risas). Eran textos muy complicados para unos niños”, rememora.

Aquel disco que nos acercó a algunos al universo poético, naturalista y pacifista de Walt Whitman por vez primera, se llevó a escena en la última edición de Loraldia, el pasado mes de marzo, impulsado por Urbil y un grupo de músicos jóvenes. Ahí está el germen del segundo álbum del lanzamiento actual de Belar hostoak, la traslación al presente de aquel concierto ofrecido en la Biblioteca de Bidebarrieta, con nuevos arreglos, obra de Dani Venegas –también guitarra, mandolina, piano, órgano, bajo...– y grabado en estudios de Irun y Oiartzun.

Urbil es el responsable del dobro, la lap steel y la guitarra hawaiana weissenborn en esta grabación, en la que se acompaña también del batería Andoni Etxebeste, el acordeón de Antxon Sarasua, el contrabajo de Jon Arzelus y su amigo Gurrutxaga a la voz, el responsable de sustituir a Txomin, papel del que sale bien parado. “Whitman, que escribía sobre paz y armonía, sigue vigente. Sus poemas parecen escritos hoy”, explica Urbil sobre un repertorio que su aita planteó como un homenaje al poeta estadounidense de la paz, la armonía, la naturaleza y el mundo animal.

Aquella maravilla que nos introducía el sonido de la flauta en Aberren artean, ahora se inicia con aires country de reminiscencias western, más evidentes aún con un silbido a lo Morricone en la folkie Aintzira eta leku, que arranca con el rumor del viento entre las hojas. Ni ez naiz espazioa sigue manteniendo su encanto pop, pero ahora descansando sobre un manto de vals mientras que el country de Baserriko ate zabalak cobra brío con aires de rock/jazz y arreglos fronterizos

Por su parte, Lur osoaren erasoak resucita con un ritmo rural, y con una voz encantadora y coros dulces; Arrastian hondartzan se torna acústica y nos lleva de la playa al campo de nuevo; Hator esan zidan pierde su piano y la caricia distante y misteriosa de la voz original, pero lo compensa con la única participación de Txomin Artola en el álbum, en el recitado de la progresiva Gogoeta hauek, que se funde con el anterior tema, aunque sin su evocadora flauta de cierre ni el sonido de las ovejas y sus cencerros.

“A Whitman no le he seguido después, pero los poemas de Belar hostoak me parecen muy atractivos. Como la filosofía de vida de este poeta, que nació a finales del XIX. Su obra parece escrita hoy. Soñaba con un mundo sin guerra y una vida en armonía. Lo hacemos hoy también aunque nos parece algo utópico”, indica Urbil.

“Hemos cambiado el sonido, tiene poco que ver con el original. El hilo conductor es como una banda sonora, con aires de Morricone y Amelié”, prosigue Urbil, que confiesa que su aita “está contento con el tributo, pero no vio claro cantar todo el disco”.