Será el 4 de enero de 2023 cuando, con el Principal como escenario, el Aitzina Folk Festival celebre sus primeras diez ediciones por todo lo alto, contando con un concierto especial guiado por Alos Quartet. La formación, cofundada hace 20 años por Xabier Zeberio, contará con la presencia invitada de Amak, el dúo leonés Tarna, Juan Mari Beltrán, Ana Alcaide & Bill Cooley, Oreka TX, Gorka Bravo Barreiro, Karlos Subijana, el gaitero asturiano Jose Manuel Tejedor, el pianista alavés Koldo Uriarte, Jimmy Bidaurreta, Garazi Egiguren, Azaitz Unanue, Aizkoa Madinabeitia y Xabi Aburruzaga, entre otros.

La pandemia y sus consecuencias siguen todavía afectando a los espectáculos en vivo y a la presencia de público. ¿Se está más cerca del final de lo que pueda parecer o habrá que esperar lo suyo?

–La verdad es que está costando. Poco a poco, entre todos, le estamos dando la vuelta a la situación tan dramática que hemos vivido y parece que los teatros y los auditorios se van llenando, pero no está siendo fácil. Todavía hay gente que tiene reparos. Pero aún con todo, creo que es necesario ser positivo, también porque las sensaciones que estamos teniendo últimamente son positivas también.

A Alos Quartet la pandemia le llegó justo con un disco recién salido. No hubo posibilidad de darle a ‘Lau’ toda la vida que a buen seguro le hubiera gustado al grupo.

–Exacto. Nos pilló entre la salida del disco y la celebración del vigésimo aniversario del grupo. Fue estar en mitad de todo el apogeo y que se parase todo. Bueno, en realidad, como nos pasó a todos. Nos partió por la mitad toda la planificación que teníamos. Pero, qué vas a hacer. Es lo que hay. De hecho, te diría que después hemos tenido suerte porque hemos tocado muchísimo. No nos podemos quejar, esa es la verdad.

Con el Aitzina, el cuarteto tiene una relación que viene de lejos, pero este concierto del 4 de enero en el Principal va a ser muy especial en muchos sentidos.

–Va a ser muy, muy especial. No deja de ser el concierto con el que el festival va a celebrar sus primeras diez ediciones. Desde el inicio del certamen siempre hemos colaborado de manera estrecha con él. Diría que somos parte del festival y lo sentimos como propio. Por eso nos hicieron el encargo de esta actuación. La idea es juntar a varios artistas que durante estas diez ediciones han participado en el festival. Ellos tocarán con Alos Quartet algunos temas del grupo, pero nosotros también interpretaremos temas de ellos. Va a ser un repertorio conjunto y una ocasión única. El público va a poder ver a muchos artistas diferentes, unidos tocando un repertorio especialmente diseñado para la ocasión. Va a ser una fiesta muy bonita.

“Le estamos dando la vuelta a la situación que hemos vivido y parece que los teatros y los auditorios se van llenando, pero no está siendo fácil”

¿Cómo le gusta a este cuarteto y a cada uno de sus integrantes por separado colaborar con terceros, verdad? Un mes antes están en el Fin de Año Musical de Araia con el coro de la localidad, por poner un ejemplo.

–Es que nos viene un fin de año apoteósico (risas). No sé ni cómo vamos a salir vivos de esta. En Araia estaremos también de celebración, porque el Fin de Año Musical llega a sus 30 entregas. Es lo que tiene llevar tantos años en la carretera. Vamos para 23 años de Alos Quartet y en estos años hemos tenido la suerte de estar en un montón de festivales y escenarios, de conocer a muchos artistas. Y seguimos ahí, también colaborando con otros.

¿Pero ese estar de manera permanente trabajando con otros, exige saber amoldarse y tener la cabeza en muchos sitios sin perderse, no?

–Es que desde el comienzo de Alos Quartet hemos sido un grupo atípico. Nuestro primer gran proyecto fue de la mano de Dulce Pontes, con la que estuvimos varios años trabajando en diferentes giras. Nuestro trabajo, por así decirlo, propio fue una segunda parte y, de hecho, nuestro primer disco llegó más tarde. Esos dos caminos creativos han ido de la mano todo este tiempo. Por un lado, nuestra propia creación, nuestros discos, repertorio y conciertos; y, por otro, el trabajo que hemos hecho con otros artistas. Todo es igual de importante en nuestra trayectoria. Eso nos ha llevado a grabar en infinidad de discos, a hacer proyectos como el que acabamos de hacer con la película Irati, de Paul Urkijo, y su banda sonora. De hecho, con el cine trabajamos mucho. Esas dos líneas son esenciales en nuestra carrera y es bueno que discurran de manera paralela, porque además te nutres de todo. Hacer esa trayectoria nos ha dado la posibilidad de ser muy camaleónicos, de adaptarnos a diferentes estilos. Aprendemos mucho de otras formas de entender la música, de cómo trabajan otros artistas. Siempre desde el respeto, tenemos esa capacidad de ser como esponjas. Ese trabajo conjunto es muy enriquecedor.

Por cierto, ¿ha visto ‘Irati’ ya?

–Sí, sí, en Donostia. Impresionante. De verdad, una película impresionante, no es un decir.

¿Tiene que ser extraño escuchar su trabajo en un medio que no es el suyo de manera habitual?

–Sí, sí. Hombre, ya hemos grabado muchas películas y con el tiempo te vas acostumbrando. Pero al principio sí que era un poco extraño porque, como dices, es un medio muy diferente. Además, la experiencia nos ha enseñado a esperar cualquier cosa, como que grabes algo que luego en la película no aparece o en su lugar sale otra cosa; o te pasa que en unos filmes no te escuchas casi, mientras que en otros la música tiene un protagonismo especial. Este año también hemos grabado Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa. Esta película o Irati son proyectos muy bonitos que te dan otra visión diferente a lo que es la música y lo que tú haces.

“Desde el inicio del Aitzina Folk hemos colaborado de manera estrecha; somos parte del festival y lo sentimos como propio”

En 2020, a pesar de todo, se publicó el disco ‘20 urte zuzenean’ para celebrar, en directo, esos 20 años de Alos Quartet. ¿Ya pensando en volver al estudio?

–Planes cercanos, no. Ahora, como decíamos antes, nos llega este final de año atómico. Luego nos esperan otras grabaciones de otras bandas sonoras. Eso será a principios de 2023. Y luego... Con todo, sí creo que, casi seguro, grabaremos el año que viene. Pero todavía no estamos en ello. Somos un grupo que no se mete muchas prisas, aunque los últimos tiempos parezcan decir lo contrario al sacar dos discos en poco más de un año. Ahora nos lo queremos tomar con un poco de tranquilidad, también haciendo que Lau tenga un poco más de camino. No somos un grupo de rock que saca un disco cada año (risas). Intentamos hacer las cosas con mimo y sin prisa, aunque también sin pausa.

Han pasado ya siete años de la despedida de Oskorri. ¿Todavía hay quien le habla de la banda?

–Sí, sí, muchísimo. Creo que siempre seré el violinista de Oskorri (risas). Fui con ellos cuando tenía 20 años y eso me marcó. Siempre estará conmigo ese poso. Igual los más jóvenes ni saben lo que es Oskorri, pero para los que somos un poco más veteranos, siempre estará en nuestra memoria. En eso, algo nos falla de comunicación entre generaciones, de transmisión cultural. Pero más allá de eso, que me sigan hablando de Oskorri es algo que me gusta y me enorgullece. Fue mi universidad musical.

¿Qué cree que aprendió sobre todo lo demás?

–Casi todo lo que soy se lo debo a ellos. Recién terminada la carrera de violín tuve la gran suerte de poder trabajar con esos musicazos y grandes personas. Me enseñaron todo lo que sabían. Es algo que me llevo bien guardado. Fue una experiencia vital tremenda. Siempre aprendes, sobre todo lo bueno. Pero también lo malo. Con ellos aprendí la vida profesional del músico y el intentar, dentro de tus limitaciones, ser el mejor músico posible.

Usted es también profesor, aquí mismo, en Álava. Lleva ya años acudiendo a la Escuela de Música de Agurain. ¿Más allá de la técnica, qué intenta transmitir?

–Ante todo, intento llevar lo que yo siento por la música, lo que es para mí. La técnica, al final, es relativa. Quiero compartir mis experiencias, vivencias, lo que he aprendido y vivido. Es decir, la pasión que siento por la música. Intento también plasmar mi trayectoria, la suerte que he tenido, para que ellos también disfruten.

¿En las escuelas de música se ha notado, recuperando la primera pregunta, esas consecuencias de la pandemia?

–Sí que escuchas sitios en los que ha habido problemas de matriculaciones. Pero nosotros, por lo menos hasta ahora, hemos tenido la suerte de mantener el alumnado. En ese sentido, somos afortunados. Pero sí escuchas que en el caso de otras escuelas de música no está pasando lo mismo, incluso en Vitoria. Agurain es una localidad pequeña pero, en proporción, tenemos una escuela muy grande y con mucha actividad. De todas formas, en estos análisis, tampoco hay que perder de vista el descenso de natalidad porque es un factor que se va notando, como es lógico.

“Bandas sonoras como las de ‘Irati’ y ‘Cinco lobitos’ nos dan otra visión diferente a lo que es la música y a lo que nosotros hacemos”

Es otra aventura en la Llanada Alavesa con la que Xabier Zeberio, de vez en cuando, se mete en unos proyectos nada usuales.

–No me aburro, la verdad (risas). Luego, pero solo a veces y por poco tiempo, me arrepiento, pero bueno. Ahora, por ejemplo, estamos preparando un superproyecto para mayo de 2023. Con Lautada Orkestra, que es la formación que dirijo, y gente tanto de la Llanada como de Vitoria y otros lugares, estamos preparando un concierto con Mikel Urdangarin. Estamos con mucha ilusión y ganas.

Hace no tanto, la escena vasca se movía entre cantautores, grupos de rock y punk, bandas de folk... y ahora hay no pocos proyectos, por ejemplo, de trap en euskera, que era algo impensable hasta hace nada. ¿Cómo ve a quienes vienen detrás?

–Vienen con muchísima fuerza, energía e ideas muy renovadoras. Cantera no falta. Hay un montón de propuestas, además y por fin, con un gran poderío por parte de las mujeres. Es muy positivo lo que estamos viendo. Que haya otros tipos de música y en euskera nos dibuja una escena muy amplia con diferentes colores. Y eso es algo que siempre enriquece. Se ve que en euskera se puede hacer de todo.

Volviendo, para cerrar el camino, al Aitzina. No deja de ser un festival solidario, en este caso con los enfermos de la ataxia telangiectasia. En general, ¿un músico o una banda, cuando llega a un certamen de este tipo, se preocupa por esos otros objetivos o...?

–Depende del artista, de la persona. Supongo que hay músicos para los que ir a un festival de este tipo es acudir a dar un concierto más, de la misma forma que hay quien los considera especiales o incluso hay quien se llega a involucrar más. Mi experiencia con el Aitzina es que desde el comienzo del festival, he trabajado muy intensamente con el certamen por una causa, porque hay una causa, un mensaje. Pero depende de cada persona.