Tras el concierto de presentación que hace unas semanas tuvo lugar en la Catedral Santa María, el Aitzina Folk se prepara ya para dar comienzo a mediados de este mes a su décima edición, aunque ayer vivió un concierto sorpresa muy especial. Es un número redondo para celebrar tantos esfuerzos y apuestas tanto en torno a la música como para conseguir fondos destinados a la investigación de la ataxia telangiectasia. Al final, ahí están los dos ejes de esta propuesta tan importante: la cultura y la solidaridad.

Tras dos años adaptándose a todas las restricciones derivadas de la pandemia, toca volver a celebrar un festival en condiciones normales. ¿Qué ha aprendido la organización de todo lo que ha tenido que hacer e inventar en este tiempo?

Ha sido toda una experiencia montar el festival en esas condiciones (risas). Ha tenido sus cosas buenas, pero también malas. Hemos aprendido que la gente tiene muchas ganas e música en directo, de espectáculos en vivo. Se ha notado mucho que, durante la pandemia, el público que ha acudido a los conciertos, aunque fuera con aforo reducido y distancias, ha disfrutado. Se han notado mucho las ganas de cultura. Pero, por ejemplo, a nivel organizativo, también hemos visto que con los conciertos que hemos hecho en streaming como sustituto de las actuaciones en vivo para la gente que no ha podido acudir, la taquilla no funciona. Es verdad que es una herramienta que funciona si los espectadores no pueden acudir, pero lo cierto es que no estamos acostumbrados a pagar por el streaming. Es algo que sabemos que le ha sucedido a todo el mundo, pero bueno.

Esta décima edición llega en una situación que se parece casi al completo al contexto previo a la pandemia, pero se ha ido organizando sin saber qué iba a pasar de verdad. ¿Complicado hacer el puzle con tanto condicionante?

No sé si es que desde hace varios meses se veía ya la salida o es que había muchas ganas, pero todo se ha estado preparando este tiempo pensando en que no habría ningún tipo de restricción. También es cierto que a nosotros, las limitaciones nos han afectado para determinadas cuestiones pero no a todo. Quiero decir, han condicionado talleres y han hecho que no podamos llevar a cabo la kalejira inicial o las jam session de folk. También los conciertos de formato grande se han visto condicionados, pero en las actuaciones de formato pequeño tampoco hemos vivido muchos cambios. Sí, hemos podido contar con menos espectadores, pero los recitales se han podido hacer. Ahora, este 2022, es retomar todo con muchas ganas. Por ejemplo, los grupos que suelen participar en la kalejira, que esta vez tendremos el 19 de noviembre, llevan tiempo soñando con volver a salir a la calle, tener la comida posterior, la sobremesa tocando... Recuperar esos momentos es especial.

Más allá de lo musical, el otro eje fundamental del Aitzina es el solidario para con las personas y las familias afectadas por la ataxia telangiectasia, una enfermedad, como tantas otras, que parece haber dejado de existir ante la presencia del covid.

Para nosotros está siendo un paréntesis pequeño porque nuestro trabajo es a largo plazo. Ojalá estuviera ya todo solucionado y solo hiciéramos el festival por disfrute cultural. Pero no es así. Así que, con pandemia o no, hay que seguir trabajando. Por ejemplo, hemos seguido impulsando la guía médica que va a incidir de manera directa e inmediata en la calidad de vida de las personas afectadas. Hay desconocimiento por parte del sistema médico en torno a estas enfermedades tan minoritarias y estamos tratando que exista un documento para que los médicos que no tienen experiencia en este sentido puedan tirar de ahí. Queremos, además, que no solo sea una guía, sino también un punto de contacto entre profesionales. No puedes parar en proyectos como este. Hay que seguir, siempre, y, por supuesto, apoyar la investigación.

Además, con un trabajo que ahora también está cruzando fronteras con asociaciones de personas afectadas de varios países.

Esa alianza internacional nos va a servir para dar más visibilidad a la enfermedad. Es triste, pero parece que si además de aquí hay personas afectadas en otras partes del mundo, parece que tu situación tiene más peso, importa algo más. Nos va a servir, también, para poner en contacto a grupos de investigación, para saber qué proyectos se están haciendo a través de una base de datos que ya tenemos montada, y para que los investigadores puedan consultar lo que ya se está haciendo y puedan tirar de los científicos que están en otros sitios. Eso te permite enfrascarte en proyectos no sé si más grandes pero sí más diversos.

Estos dos últimos años, como es evidente, también han afectado a lo que se ha podido recaudar de cara a apoyar la investigación sobre la enfermedad.

No me atrevo a decir si en este 2022 vamos a recuperar los niveles de recaudación anteriores. Veremos cómo va la asistencia a los conciertos. Hasta que no acaba el festival y sacas las cuentas, no sabes. Pero tampoco hay que ser muy esclavo de cifras que alcanzar. No, lo que tienes que hacer es poner toda la carne en el asador, a saco, y luego intentar cada año hacerlo un poco mejor. Pero a partir de ahí, se obtiene lo que se puede, que no está mal.

Volviendo a la parte musical, es evidente que el concierto de Ara Malikian el 30 de diciembre en Mendizorroza acapara casi todas las miradas.

Son los conciertos en grandes aforos como este los que nos permiten realmente obtener fondos. Las actuaciones en Mendizorroza y en el Principal son las que tiran, en este sentido. Así que contentos de poder recuperar el polideportivo y al 100%, además en este décimo aniversario. Hemos preparado eventos especiales para esta fecha y lo de Ara Malikian ha sido como un extra que al principio no contemplábamos, pero que ha terminado saliendo. Nos encanta que pueda estar en el festival. La verdad es que tenemos muchas ganas de compartir todo lo que hemos preparado para este décimo aniversario. Igual la actuación de Malikian es la que más está saliendo en todos los medios de comunicación, pero tenemos muchas más cosas, como la celebración que viviremos el 4 de enero en el Principal con Alos Quartet y un montón de invitados. Eso va a ser también un fiestón muy chulo.

El festival mantiene una estructura bastante estable. ¿Le tiene cogido el truco?

Sí, sí (risas). Pero siempre estamos pensando en qué nuevo podemos hacer. ¿Y si intentamos proponer un taller sobre esto o sobre aquel? ¿Qué actividades podemos llevar a cabo que no hagamos?... Ahora nos estamos comiendo mucho la cabeza con qué podemos hacer para atraer al público joven. Este año igual ya es un poco tarde, pero estamos viendo qué se puede hacer de cara a futuro. En este sentido, nos hemos sentado formando un poco para ver de qué manera se puede atraer al público joven. Por supuesto, esto no es una secta y viene el que quiere (risas). Pero queremos mostrarles lo que hacemos y, si les gusta, que encuentren facilidades para venir. Tanto en este aspecto como en otros, nos gusta darle vueltas a la cabeza.

Pero en el caso que mencionaba de los jóvenes, ¿qué se podría hacer para atraerles, para llamar su atención?

Pues estamos pensando en proponer talleres de graffiti o de hip hop. Le podemos dar la vuelta a muchas cosas, dentro de que estamos hablando del campo de la música de raíz y tradicional, para relacionar lo que hacemos con otros estilos. En realidad, todo está conectado y podemos encontrar redes entre el folk y otros géneros y otras disciplinas artísticas. No nos gusta cerrarnos solo en algo muy concreto. Todo lo contrario. Nos gusta estar muy abiertos a que haya colaboraciones entre distintos puntos de música y de disciplinas artísticas.

Bueno, en el festival de este mismo año hay algunos conciertos con audiovisuales.

Sí, sí. O aunque tenemos la danza bastante presente en muchos conciertos, es también un ejemplo de esas redes con otras artes. Y vamos a hacer este año hasta un taller de irrintzis, que queremos que haya cantera para el futuro. Ni en un festival ni en nada en la vida te puedes quedar parado en lo que sabes hacer y repetirte. Siempre hay que intentar renovarse y buscar nuevas actividades y fórmulas. Hay que probar. Este año, por ejemplo, ya hemos hecho hasta un concierto sorpresa.

Esta vez, aprovechando que el documental llega a salas comerciales, se va a hacer un visionado especial de ‘Berpiztu’. Kepa Junkera es un músico que ha tenido mucha relación con el Aitzina. ¿Se lo imagina en el futuro volviendo a tocar en el certamen?

Uff, me encantaría. En temas médicos no me puedo meter y no sé cómo evolucionarán las cosas. Pero sí escuché al director del documental decir que ya le había visto tocar la triki. Ojalá. Nuestro deseo es que vuelva a los escenarios y que vuelva a ser el de antes. O el mismo, pero de otra manera. La vida te da palos y te tienes que amoldar. Hay que tirar para delante. Si no, te vas para abajo. Con el documental también queremos darle la bienvenida otra vez a la vida pública y darle nuestro apoyo. Estamos pensando en hacer alguna cosilla, tener un detalle para mostrarle el sentir de la gente del festival y del público.

Son diez ediciones. ¿Alguna celebración interna prevista?

Algo habrá (risas). Al final, aquí hay muchos voluntarios trabajando sin parar y queremos agradecerles todo el esfuerzo, al igual que a los colaboradores y patrocinadores.

Son diez ediciones en las que, cómo no, Jon, su hijo, también ha estado tirando hacia delante.

Con este tipo de enfermedades te acostumbras mucho a vivir al día. Así que cada cosa nueva que te pasa, la disfrutas mucho más. En estas diez ediciones han pasado muchas cosas. Él, en concreto, ha pasado de tener 9 años a cumplir 20 el año que viene. Es decir, ha pasado de ser un niño a un hombre. Ha tenido sus baches chungos, chungos, de salud también. Así que estamos en un camino hacia delante, disfrutando cada día de la vida y de quienes tenemos al lado. Y ahí está el festival, que supone mucho trabajo pero también muchas alegrías.

Pero seguro que al principio no pensaba que iban a ser capaces de hacer en el Aitzina todo lo que han conseguido.

Sí. Es que empezamos celebrando el certamen en un fin de semana. Además, con un concierto en la Catedral Santa María, en el que se fue la luz por un corte general, no del templo, y hubo que aplazar el concierto previsto al día siguiente. La verdad es que nos ha pasado de todo un poco (risas). Pero bueno, la actitud de hacer cosas nuevas e innovar nos ha ayudado a desarrollar el festival. La curiosidad siempre viene bien.

¿Como espectador ha visto algún concierto?

En los grandes, no. Hay que estar a demasiadas cosas. En los conciertos de menor tamaño, sí da algo más de tiempo.

¿Algún sueño para las próximas ediciones?

Uno de ellos era haber traído a Berrogüetto, pero se separaron (risas). Me conformo con seguir con las ganas de hacer el festival y de innovar. Bueno, el sueño evidente es que se encuentre algo para curar la AT, eso está claro.