“A todos los sitios a los que puedo ir con la cámara, voy, y veo que la gente se siente agradecida. Eso es lo que me reconforta. Ves que haces algo por los demás y sin pedir nada a cambio”. Es el día a día de Julio Roca. Empezó con el objetivo puesto en los deportes minoritarios. Pero, tras su jubilación, ha ampliado el radio de acción, con la mirada centrada en aquellos momentos de la vida de Gasteiz y Álava que corren el peligro de pasar desapercibidos. De ello, pero no solo, habla el cortometraje documental Julio Roca, el fotógrafo del pueblo, que este jueves se estrena en el centro cívico Aldabe, en el marco de la apertura del certamen Arabaclick.

En concreto, la puesta de largo del trabajo llevado a cabo por el periodista, fotógrafo y documentalista Gustavo Bravo se producirá hacia las 20.00 horas, aunque, como tal, la gala del festival de fotografía se pondrá en marcha a las 18.30 horas, siendo el acceso gratuito hasta completar el aforo. “No he visto el documental ni quiero verlo hasta el 27. Quiero esperar a hacerlo con el público y después poder hablar con quienes vengan” en la charla abierta que se llevará a cabo después. “Ya sé lo que esperar porque Gustavo es un monstruo” que ha estado siguiendo al también presidente del Zuzenak durante unos cuatro meses.

Junto a él estuvo también en Gorliz, en el sanatorio en el que pasó, aunque no de manera seguida, seis años de su vida. Allí se rodaron algunas escenas del cortometraje. “Hacía mucho que no volvía”, apunta el Celedón de Oro y encargado de lanzar el cohete que abrió las fiestas de La Blanca en 2015. En realidad, aquella niñez marcada por la epidemia de la polio es la primera excusa, por así decirlo, que motiva este trabajo audiovisual. Así, junto a Roca se viaja a aquella década de los años 60 del año pasado en la que a España no llegaba la vacuna que sí tenían otros países. “Se quedaron muchos niños y niñas por el camino”.

Él estuvo acudiendo a aquel sanatorio hasta el 73. De ahí, a Madrid, al Instituto Nacional de Reeducación de Inválidos, más conocido como INRI -“¡qué cosas tienen a veces los nombres!”-, donde un par de años después le tocó vivir la muerte del dictador. “Nos pusieron la chaqueta y venga, a hacer la fila y ver el féretro de Franco”.

Fueron épocas de mucha soledad. A Gorliz, por ejemplo, no acudían muy a menudo los familiares de aquellos niños y niñas que eran de fuera de Bizkaia. “El 28 de abril se instauró el día de los vitorianos; nosotros lo esperábamos mucho porque suponía poder ver a los nuestros”. El resto de jornadas, “pues a aguantar”. Eso sí, “yo superé la soledad y me hice más sociable. No me encerré. Por fuerza, me tuve que abrir. También es cierto que allí éramos unos balas”. Ese carácter se mantiene hoy, por supuesto. Igual que cuando empezó a practicar deporte, dándose cuenta de que no solo era una herramienta para la mejora física sino también para la integración de las personas con discapacidad.

Ser visible

De ese impulsó nació el proyecto deportivo y social de Zuzenak, pero también la necesidad de registrar con la fotografía todo lo acontecía y hoy se ha extendido no solo por Vitoria sino también por Llodio, Amurrio y Agurain. “Si no te ven, no existes. Tampoco para las instituciones. Nosotros salíamos poco en los medios de comunicación, igual que muchas otras entidades”, así que el nacimiento de Zuzenkipress -donde firma como Jull Roc- fue algo natural. “Soy consciente de que soy muy incómodo para algunos fotógrafos porque opinan que debería cobrar por las fotografías. Pero esta es una actividad que yo me financio, no quiero que me exija nada, sino planificarme yo y ver lo que puedo hacer”. Esto, al fin y al cabo, no es una empresa. Como tampoco lo es Zuzenak. “El beneficio no existe o es sentimental. Requiere horas. Hoy no estamos en otros tiempos, en los que sí había voluntariado”.

Seguro que de estas cuestiones hay tiempo de hablar en el estreno del documental, otro ejemplo del aprecio que Roca siente cada día. “Noto el cariño de la gente. Dada foto que cuelgo en redes sociales es un ejemplo de ello”, más allá de que siempre pueda haber discrepancias. “Eso está bien. El problema es cuando la gente no da la cara”. Así lo cuenta quien en Vitoria puede presumir de haber hecho casi de todo. “Solo me falta presentarme a la alcaldía. Pero ya no, ahora estoy muy apaciguado. Antes era muy incisivo en todo, pero hoy no quiero ruidos ni discusiones por chorradas”.