Mientras prepara sus próximos proyectos literarios, Beatriz Osés -que atesora una larga lista de premios como el Barco de Vapor por Los escribidores de cartas- regresa esta semana a la capital alavesa para protagonizar dos encuentros diferentes. El viernes a las 18.00 horas, Astrolibros 2 será el escenario para la cita con los jóvenes lectores, para compartir secretos, ideas e historias y firmar ejemplares. Al día siguiente compartirá en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa, a partir de las 12.30 horas, una propuesta teatral y poética con Beatriz Giménez de Ory y Paloma González Rubio.
Se encuentra ahora en unas jornadas en Fuenlabrada, viene a Vitoria, tiene varias citas en la Feria del Libro de Madrid y más fechas reservadas en la agenda.
-Para mí es muy divertido. Me meto en todos estos berenjenales porque me gusta y disfruto. En verano es cuando mejor me concentro para escribir. Es mi momento de mayor concentración. Tengo asumido que los meses de marzo, abril y mayo suelen ser los más densos de este tipo de citas.
De los encuentros con los más pequeños y los jóvenes, ¿obtiene algo para sí?
-Muchísimas cosas. Al principio, no pensaba que los encuentros fueran a resultar tan interesantes. Pero sí lo son. Te retroalimentan. Los lectores me hacen propuestas y me dan ideas que luego aplico a los libros. Por ejemplo, el séptimo libro de Erik Vogler se desarrolla en España porque los lectores me lo pidieron. Elegí el Camino de Santiago y Navarra porque mi familia es de la comunidad foral. Es más, el hecho de que haya continuado la saga de Erik Vogler con Albert Zimmer fue una propuesta que me hizo un lector en 2014, cuando salieron los dos primeros títulos de Erik. Era un lector que entonces tenía 15 años y que me preguntó si tenía previsto hacer un spin-off o una segunda parte con este personaje. Y lo he hecho, ocho años después.
Libros para lo que se suele denominar lectores del mañana pero que son lectores hoy. ¿Cómo son?
-No soy experta en perfiles (risas). Al lector de ayer, de hoy y de siempre le mueve la misma pasión a la hora de embarcarse en un libro. Es el deseo de leer, de vivir otras peripecias y ponerse en la piel de otros personajes. Eso es innato en el ser humano e independiente de la edad del lector. Por eso trato que mi literatura sea para todas las edades. El lector, y da igual la edad, lo que no perdona es la falta de honestidad. A mí tampoco, ni como lectora, ni como escritora, ni en la vida. Me gusta ser honesta con los personajes, escribir sobre temas que me interesan, sin seguir modas o corrientes. No me guío por lo políticamente correcto o por lo que se debe de hablar. Me muevo por las historias, las intuiciones, las corazonadas y mis deseos. Intento escribir aquello que como lectora me gustaría encontrar en un libro. Lo importante es la historia. No me planteo, a la hora de escribir, ningún objetivo, o la edad de los lectores, o si hay que hablar de un determinado tema. No estoy obsesionada con el tema de los valores en la literatura. La literatura lo que tiene que ser es una buena historia y su valor tiene que ser la imaginación. La literatura es arte, no tiene que servir para nada en concreto.
En su abanico de creación está la poesía.
-El primer poemario lo publiqué en 2008. Fue El secreto del oso hormiguero, que ganó el premio Ciudad de Orihuela. En 2014 también publiqué Lo que saben los erizo, que había sido finalista del mismo galardón unos años antes. Y ahora en septiembre, si todo va bien publico un poemario con SM que se va a titular La tormenta.
No para.
-Es que ahora mismo estoy escribiendo el tercero de Albert Zimmer. Se llamará La muerte de Ofelia.
Incluso una de sus creaciones ha sido llevada al teatro.
-Sí, Soy una nuez, que ganó el Premio Edebé. A la obra de Zum-Zum Teatre le dieron en 2021 dos premios en la feria Feten y es candidata a tres Max. He visto la obra como seis veces (risas). También en catalán. Y la veré las veces que sea porque me parece un trabajo con una sensibilidad exquisita. Estoy muy orgullosa y emocionada. Para mí, cuando vi el montaje por primera vez, fue más emocionante que ganar un premio literario. Es una obra que combina la ternura con el humor. Habla de un crío que es un refugiado de la guerra, que es algo que ahora está de nuevo, por desgracia, muy presente. Bueno, siempre lo ha estado. La compañía ha hecho una versión que ha superado con creces todas mis expectativas.
Decía ahora que esto le había proporcionado más emoción que los premios, pero de estos últimos no se puede quejar porque atesora muchos. ¿Hay que sujetar al ego?
-Los premios son efímeros. Es un instante. El trabajo es el día a día. Me gustan en el sentido de que avalan tu trayectoria profesional, pero no van más allá de eso. El ego hay que mantenerlo muy a raya. En esta vida hay que ser muy humilde en todos los ámbitos, en el profesional también. En el mundo de la cultura, a veces hay gente que pierde la perspectiva y se da una importancia que no tiene.
Parece que estamos saliendo de una situación que nos ha marcado a todos estos dos últimos años. ¿Cree que lo vivido tendrá reflejo, en las formas o en los fondos, en su trabajo literario?
-En mi literatura ya lo ha tenido. Cuando nos encerraron, observé un cambio evidente con respecto al tratamiento del humor. He acentuado mucho más el humor en mis últimos libros debido a la pandemia, creo que para salvarme a mí misma, porque lo necesita y pienso que los lectores también. El sentido del humor es clave en la vida y creo que en la literatura infantil y juvenil es una herramienta que se debe promocionar como una enseñanza para la vida y el crecimiento personal. Intento reírme lo máximo posible cuando estoy en el proceso creativo y eso ha sido gracias al coronavirus. Algo bueno tenía que tener. Mi mejor amiga murió antes de la pandemia. A partir de ahí, espabilé. Y con el coronavirus, más. Me ha ayudado a mejorar.