Dirección y guión: Leonie Krippendorff. Intérpretes: Jella Haase, Lena Klenke, Lena Urzendowsky, y Elina Vildanova. País: Alemania. 2020. Duración: 95 minutos.
scrita y dirigida por Leonie Krippendorff, todo en El despertar de Nora, así se ha titulado entre nosotros lo que en su idioma original, alemán, era Kokon, o sea capullo, apunta a ese día de la transformación, el verano de todos los veranos, aquel en el que el cuerpo de una niña deja de serlo para dar paso a su adolescencia. De hecho, de manera nada indirecta, Krippendorff insistirá dentro del filme en que su Nora tenga una especial identificación con una oruga de la que pronto intuiremos se hará una mariposa estableciendo con Nora una metáfora tan sincera como obvia. El despertar de Nora patina sobre el filo cortante del exceso y la evidencia. Leonie, sin duda con los mimbres de su propio despegar, se propone narrar lo que no es sino un tema común tanto en el cine como en la literatura. El filme habla de esos días especiales en los que una niña deja de serlo al tener su primera regla y su primer amor. Así todo se edifica en torno a ese instante en el que cambia la mirada y se abre un período de desconocida, para quien la sufre, turbulencia. Es el día Carrie pero narrado, no bajo la angustia del terror y la fe que Brian de Palma recogía del imaginario de Stephen King, sino desde las maneras de una prosa feminista autoconsciente de su propia corporeidad.
El especial mérito que presenta la segunda película de la alemana Leonie Krippendorff, recibida como una de las grandes promesas del cine alemán contemporáneo, un poco al estilo de lo que aquí representan algunas nuevas realizadoras, reside en su habilidad para reequilibrarse. La historia de Nora, una joven de 14 años muy influida por su hermana mayor, muy condicionada por la deriva de una madre enganchada a la bebida y un padre del que no hay noticia, se desarrolla sin estridencias. Krippendorff obtiene de sus jóvenes actrices, la presencia masculina no alcanza más allá de la figuración, una especial mezcla de energía y convicción. Con querencias tiernas y analogías que se adentran en lo arquetípico, Nora nunca se pierde porque Jella Haase la levanta desde su especial carisma. Con él se desvelan ese tiempo definitivo que abre el conocimiento del cuerpo y la elección de la identidad. Krippendorff pone azúcar y hiel y Haase una rara fisicidad que actúa como un detonante para hablar de cosas tan presentes en la vida de hoy como en la de ayer.