La idea siempre ha sido desarrollar el programa entre los puestos de un mercado de barrio. Es más, así se ha hecho durante ocho ediciones. Pero, cómo no, la pandemia lo ha trastocado todo. Y como no queda otra que amoldarse, el festival 150 Gramos ha convertido al centro cultural Montehermoso en su particular escenario. Es verdad que el público no transita entre vitrinas de carnicerías o pescaderías, pero por lo menos el certamen se puede llevar a cabo.
Por segundo año consecutivo, la propuesta organizada por El Mono Habitado y Pez Limbo está desarrollándose en el espacio de lo alto de la colina, adaptando su formato y sus aforos, que ya estaban reducidos antes de las decisiones adoptadas ayer por la tarde por el LABI. De hecho, mientras este organismo estaba reunido, se puso en marcha una décima edición cuyo mejor regalo para este aniversario es que se está pudiendo llevar a cabo. El público respondió con ganas y las compañías con calidad en sus propuestas escénicas. Así que mejor no se pudo empezar.
Pero todavía queda mucho por ver. Hoy, de hecho, será el turno de El Mono Habitado, que estrenará La buena letra. Además, el público compartirá Salaketa de Tartean, así como Iocari de Daniel Esteban, y Anilina 2.0 de Colectivo La Incendiaria.
Mañana se pondrá el broche con la performance Interkonexion, así como con Tabernaria de Tartean, la propuesta de danza Sangre y clorofila de Aritz López, y Criatura de Lakali Compañía (Vicente Roldán). Y aunque todo esto sucederá en un Montehermoso a la altura de las circunstancias, ojalá el festival pueda volver a su ser en 2022.