Con su tercer disco no tuvieron ninguna suerte. Vio la luz justo a finales de febrero de 2020 y la pandemia truncó todos los planes. Liher se sirve de esas vivencias para dar forma a un cuarto trabajo que justo ahora que acaba de publicar y con el que están dando una serie de conciertos dentro y fuera de Euskadi. El escenario de Burubio (en Amurrio) espera a la banda el día 26.

De nuevo con el público de pie.

-A.B.: La verdad es que está siendo curioso, cuando menos. Hemos estado en todas las fases. Hemos pasado de que la única opción que parecía que había para poder actuar era el streaming, a hacer aquellos primeros conciertos con aforos superreducidos en sala y con todo el mundo sentado, y de ahí a lo de ahora, que ves que la gente se pone de pie. ¿Pero tenéis piernas y podéis bailar? Esta energía que nos dais, ya casi no la recordábamos.

-I.E.: El último bolo con el público sentado fue aquí, en Gasteiz, en el Azkena Rock. Todos los conciertos que dimos con el anterior disco, todos menos los que pudimos dar a principios de 2020, en Alemania, Austria y Suiza, fueron con la gente sentada. Y volver a ver, en este arranque de la gira del nuevo trabajo, al público de pie es decir: ¡Por fin!.

¿Hubo mucho debate interno sobre qué hacer con 'Hemen herensugeak daude', si intentar retomarlo ahora, o tenían claro que había que sacar material nuevo y de ahí que salga en estos momentos 'Eta hutsa zen helmuga'?

-A.B.: Lo primero que pasamos, cada uno a su momento, fue una depresión. Todos nos dimos cuenta de que el disco no iba a poder tener continuidad. No tuvimos la oportunidad de poder guardar el álbum y pensar en sacarlo más adelante. Se publicó a finales de febrero de 2020 y todos asimilamos la realidad. Asumido eso, la pregunta fue: ¿y ahora qué queremos hacer? Decidimos volver a poner en marcha la maquinaria, más que nada porque si no, íbamos a estar en el local sin hacer nada, sin casi conciertos. Etxarri ya tenía gran cantidad de trabajo hecho en casa.

-I.E.: Es que en los dos primeros meses del confinamiento hice 15 canciones, de las que han entrado 11 en el disco. Pero al principio no les quería ensañar a estos nada porque igual me mandaban por ahí: ¿pero cómo nos vienes con temas nuevos si acabamos de sacar un disco? Poco a poco fui preparando el terreno (risas). Creo que fue en agosto de 2020 cuando ya les dije: esto es lo que hay, así que tenemos dos opciones, o estiramos el chicle y esperamos que una pandemia a nivel global pase, o borrón y cuenta nueva. Decidimos empezar a trabajar sobre esos 15 temas. Cada uno vivió el confinamiento de distinta manera. Cuando estábamos tocando por Alemania a principios de 2020 y empezamos a ver qué todo se caía como un castillo de naipes, me acuerdo que yo pensaba que aquello no estaba pasando, que se le iba a dar la vuelta rápido. Luego nos encerraron. Nosotros, de marzo a junio teníamos cerradas como 40 fechas y las dos primeras semanas del confinamiento fueron de depresión total. Año y medio trabajando en el disco, en atar bolos, en movernos y todo se quedó ahí.

-A.B.: Además, en un momento en el que la banda había hecho muchas apuestas importantes.

-I.E.: Así que este nuevo trabajo también ha llegado un poco como ejercicio de higiene mental. Venga, vamos a cerrar lo anterior y vamos a entrar en una nueva fase.

Cuando alguien se ponga 'Eta hutsa zen helmuga', ¿qué tiene que pasar?

-A.B.: Lo que se propone, de alguna manera, es ser parte de la banda, de este problema, de todo esto que has vivido de otra manera. Queríamos transmitir que teníamos unas ideas que de repente se quedaron ahí. Nos hemos roto. Hemos tenido una situación de crisis. Y hemos decidido exteriorizarlo.

-I.E.: En el disco hay dos conceptos que fijan las bases. Por un lado, está la rotura, lo que supuso para la banda la pandemia, que hizo que nos cuestionásemos muchas cosas, también si merecía la pena seguir. Por otro, el vacío, visto desde un concepto cercano a Oteiza, es decir, como un espacio para crear, como un lugar de oportunidad para resurgir, para construir algo nuevo. Es lo que trabajamos en este disco, que es lo que nos ha pasado: trauma y construcción.

Tiene que ser un disco sanador.

-I.E.: Sí, creo que en ese sentido así ha servido para la banda.

-A.B.: Es la referencia que hacemos al kintsugi.

-I.E.: Es una técnica de cerámica oriental que cubre las grietas con oro, con lo que lo que arreglas, vale más.

-A.B.: Y es el respeto a la cicatriz.

-I.E.: El disco, como decías, ha sido terapia para nosotros. La música es lo que sabemos hacer y lo que nos gusta. Mejor pasar el tiempo haciendo música que lamiéndote las heridas. ¿Qué está en tus manos? ¿Qué puedes hacer? ¿Qué puedes aportar? De ahí salimos. Hay gente que se queda atascada y otra que, por lo menos, lo intenta. Nosotros estamos ahí, en intentarlo, luego ya se verá si lo conseguimos.