Tras el lanzamiento de su último libro de relatos hace cinco años, Amado Gómez Ugarte (Llodio, 1956) predicó que no iba a volver a escribir. Sin embargo, se lo ha pensado mejor y acaba de lanzar El agente extranjero (Amarante), una “novela negra con matices”, impregnada de crítica social y política, bañada en humor ácido. Presenta la historia de un hombre que, después de ser despedido del periódico en el que trabajaba por descubrir que detrás del medio está la extrema derecha, decide vengarse de jefes y accionistas.

¿Por qué dejó de escribir y por qué ha decidido regresar?

-Hay veces que uno se siente harto de muchas cosas y adopta decisiones que luego no cumple o no son definitivas. A mí me parecía que ya había cumplido, que tenía muchos libros publicados, pero esa cosa que tenemos dentro los escritores que nos llama, pues hace que, después de tiempo como es mi caso, revivamos a la literatura y acometamos una nueva obra. Hay motivos que te impulsan a ello como puede ser la felicidad o todo lo contrario, en este caso un pequeño enfado con el mundo, con esta sociedad, por cómo nos estamos dejando derechizar y quitar derechos que creíamos innegables, y por cómo, poco a poco, nos tratan de llevar hacia cierta política -impulsada desde la extrema derecha- de represión y auto represión incluso. Esto se aprecia hasta en las redes sociales, donde hay mucha represión hacia todo lo que sea libertario, pero luego aprecias muy poca hacia conceptos machistas, racistas, xenófobos... En definitiva, lo que es la extrema derecha, siempre trabajando para los que menos lo necesitan, los ricos. Parece que cuando te enfadas con todo esto, pues necesitas hacer algo que determine que no estás satisfecho con esta sociedad.

¿Pero qué le pasó?

-Fui censurado por Facebook muy tontamente, porque escribí un comentario sobre un versículo de Isaías en el que indicaba, con ironía, que me recordaba a una copia de las oraciones al dios Baco. Me puse en contacto con ellos, pensando que el dichoso algoritmo de inteligencia artificial era el culpable de la censura por no reconocer que mi comentario era pura retórica, pero resultó que tampoco. Me dijeron que era algo muy grave y me enfadé, porque luego no censuran opiniones fascistas brutales, pero como sea religión u otro tema van rápidos. Cerré mi cuenta por dos meses y me puse a escribir, para mí, no pensando en el lector, por esa percepción de que nos están censurando. Por puro desquite, para mi capricho y mi deleite. Tenía que responder.

O sea que la venganza de Jose Mari ha surgido de su enfado.

-Sí, de un enfado que tengo con esta sociedad y con el mundo. Estamos viviendo un intento de derechización por parte de ciertos grupos políticos y de los grandes medios de comunicación que les apoyan para hacernos creer que esos grupos de extrema derecha son una opción democrática y eso no es cierto. Con todo, este relato loco es pura ficción, pero en este país es creíble, que es lo curioso. La honradez es una palabra en desuso para los prebostes de la sociedad. Se percibe mucho mangoneo. Esta novela, aunque ficticia, es una metáfora de esa sociedad.

Hable de Jose Mari.

-Estamos ante un periodista joven e idealista, como tienen que ser los jóvenes, que se derrumba un poco cuando le despiden porque descubre que la extrema derecha está detrás de su trabajo en El mentidero de la mañana, y no encuentra ningún apoyo por parte de nadie, así que decide vengarse a su manera. De una forma curiosa, no violenta ni sangrienta, porque él es bueno y pacifista. También es un personaje que viene de atrás, de su anterior familia, con un abuelo de izquierdas y un personaje muy importante en su vida, que le ha marcado ciertos caminos y formas de pensar. Empieza como una simple venganza pero adquiere otros tintes. La prensa se ceba y quiere que sea algo político cuando no lo es. Luego se junta con la sobrina del Obispo que le lleva por el lado loco.... Hay una parte de la narración que es reflexiva y otra que es pura aventura, más divertida y entretenida, contadas desde una voz en pasado y otra en presente, desde el psiquiátrico. Hay que mezclar ambas cosas porque la acción es un poco el glutamato de la novela negra, la que hace que los lectores se enganchen.

Desfilan por el libro una serie de personajes curiosos cuando menos.

-Todo ese cúmulo de personajes que circunvalan a la historia principal son fruto de que yo, a pesar de que tengo muchas novelas escritas, soy un narrador de cuentos. Mis historias por ello tienden a ser corales, con muchos personajes paralelos que no quiero que se queden en meras anécdotas, me gusta darles vida y que se conviertan a su manera en importantes y que enriquezcan a la historia central.

El libro está lleno de frases reflexivas y destila un humor ácido, que choca en una novela negra.

-Está catalogada como novela negra, pero tiene muchos matices, muchos colores. Es reflexiva en torno a crítica social y política. Algo que siempre hace la novela negra, que hay que distinguir de la policiaca, parecen lo mismo pero no lo son. En la novela negra la crítica social y política son casi la base y el sustento, sin dejar de lado que hay acción, aventura e incluso entretenimiento. Es divertida y ocurren muchas cosas. Es una novela mixta y un poco de todo. Me ha salido así porque, como ya he dicho, por primera vez la he escrito para mí y me he dejado llevar por las sensaciones. Tras cinco años sin escribir, lo que quieres hacer es algo original, para uno mismo. Romper con las cosas habituales. Se trata de una historia de venganza, plagada de otros matices. Una novela coral, con muchas historias que giran en torno a la principal, y dan hasta ternura, provocando sensaciones diferentes a las de la novela negra. Es dura sí, pero también divertida, llena de humor irónico.

A lo largo de la trama aparecen nombres más que reconocibles...

-Me he permitido caprichos, y he nombrado a gente que me cae bien y admiro, amigos como el cineasta Luis Vil, o la periodista Almudena Cacho; también escritores y amigos como Txani Rodríguez -a la que he pedido que lleve la presentación, prevista para las 19.00 horas del día 22 en la sala multiusos de la Herriko Plaza de Llodio- o el colombiano Aurelio Pizarro, con el que entablé amistad cuando vivió en Euskadi y ahora ha vuelto a escribir en su país.

En el libro habla de la pandemia en pasado. ¿Ganas de que acabe?

-Esta situación me ha creado sensaciones contrapuestas, igual salimos mejores, o me da que no. En la novela se ha acabado porque tengo ganas de que ocurra. No me apetecía escribir con ese trasfondo, sino como algo a agua pasada y ya está, es más agradable pensar que es algo superado. No me gusta como tema y si la he nombrado ha sido para situar la narración en un tiempo actual, siglo XXI, pero en un futuro inmediato o eso espero, y que nos olvidemos.

El final es como muy precipitado o fresco. ¿Lo ha hecho adrede para dar opción a una segunda parte?

-Ees a propósito, me gusta la literatura a bote pronto, espontánea y con frescura. Es un final redondo y cerrado, pero sí deja puerta abierta a una segunda parte. No lo descarto, pero a mi ritmo de trabajo, a saber. Ahora que lo pienso no sé si ha sido queriendo o sin querer, ya que tiene una anécdota...

Cuente, cuente.

-Escribí todo en dos meses y el final lo apresuré aún más, porque me llamaron para ponerme la Astrazeneca y con todo lo que se oía de esa vacuna me dije, Amado termina el libro por si acaso (risas).