- Txoria buruan eta ibili munduan (Elkar) es el debut en solitario del músico Bixente Martínez (Eibar. 1954), exguitarrista de Oskorri, que presentará mañana en Getxo, en el centro Muxikebarri, y el día 15 en Modelo Aretoa, en Zarautz, con el apoyo de un dúo de dantzaris. “Tengo ganas de escenario, pero también cierto miedo al ser el único músico en escena”, explica el guipuzcoano, que presenta una relectura instrumental de temas de su antiguo grupo tocados en solitario.
Oskorri, Hiru Truku, Igelaren Banda... Le ha costado décadas debutar en solitario.
—Ha sido algo inesperado. Nunca había pensado ir por ahí, pero la pandemia se metió por medio.
¿De qué manera influyó el confinamiento en el disco?
—Nos metió en casa y allí estuve, sin poder salir, ver a nadie ni ensayar. Fue una situación kafkiana, sin saber cuánto iba a durar, y los que teníamos ya cierta edad, vivida con ese punto de cuidado ante el peligro que suponía. Total, que tuve que tener ocupada la cabeza y las manos. Y busqué hacer algo de entidad con la guitarra. El disco es culpa de la pandemia. O, por otro lado, nació gracias a ella.
¿Se acabó juntando el juego con la necesidad?
—A esa necesidad de que la cabeza no pensara tonterías se unió el tocar. Le meto muchas horas porque sí, es mi trabajo, pero también mi pasión. Lo que busqué fue tener un proyecto más o menos concreto para no tocar por tocar. Y ahí empecé a probar con melodías y canciones tradicionales y modernas, de Ruper a Hiru Truku y Oskorri. Como lo que he hecho en los últimos años con Igelaren Banda. Y ahí tomó cuerpo la idea de Oskorri.
¿Por qué?
—Tiene un material muy bonito y muy querido, además de sentirlo muy propio. No consulté con nadie del grupo, sabía que tenía el permiso sin hacerlo. Surgió natural y cumplió las expectativas con los arreglos diferentes de las canciones. Oskorri tiene un repertorio muy amplio; y yo muy interiorizado en mi disco duro. Y el hecho de ser temas de un solo grupo le dio cierta redondez y coherencia.
¿Cómo eligió el repertorio?
—Probé muchas canciones y elegí la que me daban más pie para tocar solo con mis guitarras y mandolinas. De algunas conocidas como Aita semeak, Ostatuko neskatxaren koplak o Gu gaituzu Oskorri a otras infantiles como Txalopin txalo o Din dan, nor hil da. Son las que creí que funcionaban mejor, las más apropiadas para tocar con guitarra y sin voz. El fin no era hacerlo con las más populares.
¿Tuvo claro que debía sonar en solitario?
—En aquellos momentos, sí. Te hablo de hace más de un año. Y no sabíamos qué iba a pasar, ya que nuestro trabajo no es de los fundamentales, según las autoridades. Nos han dejado los últimos. Hasta hace cuatro días no podíamos salir de nuestro pueblo.
¿Y después? Al ir al estudio podría haber enriquecido la propuesta con otros instrumentos. ¿O habría supuesto pervertir el espíritu del proyecto?
—Esa pregunta me la hice, sí. Podría haber grabado guitarras y mandolinas diferentes en varias pistas. Habría creado una cierta orquestación, pero no me convenció porque pensé que se me haría muy frío tocar yo solo en cintas; como si fuera algo de laboratorio. No lo vi. El desafío era hacerlo todo con una guitarra, era más estimulante.
El sonido final combina la improvisación del jazz y el aliento de la música tradicional.
—Ese es mi territorio, donde estoy cómodo. Trabajo con la música vasca, tradicional y contemporánea, y con un espíritu muy libre, con relecturas de las canciones basadas en la espontaneidad del momento.
¿Cómo eligió el título? Me parece una bellísima metáfora de la creación.
—Es tal cual tú dices. Empecé con las tonterías típicas: Canciones de Oskorri de hoy y de siempre, Oskorri con una guitarra... En euskera, claro. Y salió el título. Creo que los creadores, diría que todo el mundo, tenemos nuestras pajaradas e ideas locas en la cabeza. Lo bonito es darles forma y sacarlas a la calle y al mundo.
¿Qué pasó con Oskorri?
—Ni me acuerdo. Hablando por mí, me fui con pena pero contento. Creo que nos llegó el momento, nada es para siempre. Y la gira de despedida fue muy bonita y nos dejó un muy buen sabor de boca. Seguimos siendo grandes colegas, casi hermanos. Otra cosa es que no tocáramos tanto en los últimos años, pero vivimos varias crisis. La música siempre está en crisis, le pasó a casi todos los músicos.
Un solo músico en directo tiene difícil mantener la atención del público. ¿Cómo se plantea los conciertos?
—Hay un cierto desafío estimulante en ello. Estaré yo solo, pero llevaré efectos y tocaré diferentes tipos de guitarras, tal y como hice en el disco. No habrá el color único de una guitarra y, además, me acompañarán los bailarines de la compañía Haatik de Donostia. Serán Leire Romero y Aimar Odriozola. Estos dantzaris participarán en la mitad de las canciones, lo que será un gran complemento visual.
El formato debería funcionar, más barato, imposible ¿no cree? Y Euskadi tiene una Kultur Etxea o un teatro en cada pueblo.
—La intención es ir a todos los sitios posibles, ya que el formato vale para un teatro y lugares más pequeños. Tengo ganas de escenario, sí, pero también cierto miedo. Es algo estimulante que me mantiene con las pilas puestas.