- Leave no traces, la historia real de un estudiante polaco golpeado hasta la muerte en 1983 por miembros de la milicia comunista se midió con un thriller psicológico protagonizado por un dentista, América Latina, de los gemelos D'Innocenzo en la penúltima jornada competitiva de la Mostra de Venecia, celebrada ayer y en la que se proyectó el cortometraje en euskera Heltzear, de Mikel Gurrea.

Damiano y Fabio D'Innocenzo juegan al despiste con el espectador desde el propio título, una alusión a una ciudad, Latina, ubicada al sur de Roma. "Queríamos que el espectador se sintiera como una mosca atrapada tras un cristal", dice Damiano D'Innocenzo sobre el tono claustrofóbico de esta historia, la de un dentista de mediana edad (Elio Germano) con una vida aparentemente satisfactoria en una villa a las afueras de la ciudad. Sin embargo, desde el inicio se percibe que algo no va bien. Lo inimaginable sucede cuando un día baja al sótano de su casa y no se puede explicar lo que ahí se encuentra, lo que le hará entrar en una espiral de tormento insoportable. "Habla de cómo ocultamos lo que no nos gusta de nosotros bajo la alfombra para preservar la imagen que tenemos de nosotros mismos", señala el actor Elio Germano.

Por su parte, Leave no traces, del polaco Jan P. Matuszynski, reconstruye la historia de Grzegorz Przemyk, hijo de una conocida poeta y activista del sindicato Solidaridad (Bárbara Sadowska) que tenía solo 19 años cuando murió a consecuencia de una paliza de los agentes que lo detuvieron por la calle por no querer mostrar su DNI. El caso tuvo un enorme eco en la época y su funeral, al que asistieron 60.000 personas, se convirtió en un acto con resonancias políticas y trágicas consecuencias. El sacerdote que lo ofició, Jerzy Popieluzko, fue asesinado un año después. En el juicio por la muerte de Przemyk los agresores salieron impunes y se condenó a dos enfermeros que lo trasladaron al hospital. Sin embargo, muchos años después, en mayo de 2008, los tribunales polacos condenaron a cuatro años de prisión a Ireneusz Kolciuk, uno de los miembros de la milicia comunista que participó en la paliza. Para Matuszynski, nacido en 1984, el tema es de relevancia en la actualidad porque "la opresión sigue siendo un tema presente hoy en muchos países".

El donostiarra Mikel Gurrea (San Sebastián, 1985) reflexiona sobre el conflicto vasco con sutileza y una narrativa poco convencional en Heltzear, el primer cortometraje en euskera que participa en el Festival de Cine de Venecia y que se proyectó ayer en la sección competitiva Horizontes.

Heltzear se sitúa en el año 2000 y muestra a Sara, una escaladora de 15 años, entrenando mientras a través de su propia voz en off lee una carta escrita a su hermano ausente -se da a entender que está encarcelado- y confronta la complejidad de sus sentimientos al respecto.