- No nació ayer. Carlos Lesmes, a la sazón, presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, era consciente de que le apuntaban todas las cámaras y todos los micrófonos. No en vano le tocaba ser el parlanchín central en la apertura del curso judicial que por cuarto año consecutivo se celebraba con el órgano de gobierno judicioso caducado y echando una peste a pozo séptico a prueba de la pituitaria democrática más recia. Como preámbulo, los diarios independientes de la mañana de variadas sumisiones habían arrimado cada ascua a su sardina en desparpajudas piezas editoriales y de opinión así. Coincidían tirios, troyanos y corintios en que ya está bien de la broma de tener paralizada la cosa pero, como no podía ser de otra manera, discrepaban en la culpa del bloqueo. Un contexto de vicio para que el ególatra irredento se viniera arriba en el atril.

- Como ya habrán visto en los titulares destacados, Lesmes echó un rapapolvo del quince a la llamada clase política y urgió a los partidos a que se dejaran de zarandajas, hicieran acopio de patriotismo constitucional y acordaran la renovación de la dichosa institución. En sus plañidos se apoyó en la insostenibilidad, la anormalidad y, ¡cáspita!, en la ilegalidad de la situación. Lo que no hizo esta vez fue amagar con su dimisión, como en las tres ocasiones precedentes. Ya si eso, él estaría encantado de servir a la sociedad. ¿Servirá para algo la sobreactuación? Solo dependerá de las ganas de los aludidos a volver a repartirse el pastel de la Justicia. Porque, por mucho que elevemos el mentón y apelemos a nobilísimos principios, la cuestión se reduce a eso: a tener togados afines en la cúpula judicial. Así ha sido desde los albores del posfranquismo, y cada partido ha buscado su máximo beneficio, igual desde el gobierno que desde la oposición. Este es solo el enésimo bloqueo. Habrá más. Mientras no cambie la fórmula -que no cambiará, salvo a peor- no hay nada que esperar.

- El gran motivo para la desazón es precisamente ese: los jueces obran en función de su ideología. El propio Lesmes volvió a demostrarlo ayer, cuando aprovechó el viaje para abofetear al gobierno de Pedro Sánchez por haber indultado a los dirigentes soberanistas catalanes. "La Justicia no es ni ha sido nunca un obstáculo para la paz, sino el instrumento fundamental para salvaguardar el orden jurídico y, por ende, la convivencia pacífica entre los ciudadanos", ejerció su revancha el ventajista vestido con la toga de los domingos.