uándo mutó el fútbol de deporte a delirio? Cuando la razón competitiva fue superada por el triunfo a cualquier precio y se convirtió en religión de masas, con sus dioses, fieles y liturgias. El espectáculo se volvió insaciable y cada día quería más y más. En su avidez encontró el aliado perfecto en la televisión, un medio envejecido y amenazado por la irrupción de internet, pero trasformado en el estadio más grande del mundo, con capacidad para millones de personas de todos los continentes y en tiempo real. El fútbol ofrecía a la tele una trama adictiva y, a cambio, la tele le proveía de espectadores y dinero a espuertas. Una pandemia inesperada quebró el sistema y le dio excusas para alcanzar su máximo de locura.
En esas estamos ya con el balón rodando y los clubes atrapados por el préstamo del fondo británico CVC de 2.668 millones de euros por el 10% de LaLiga. Es pan para hoy y hambre para mañana, un señuelo mafioso que se aprovecha de las urgencias económicas de los equipos después de temporada y media sin público e ingresos reducidos. Allá cada cual con su parroquia y su futuro, porque muchos no llegarán vivos al final de los 50 años de esta operación tramposa.
Vuelve la tele a ocupar el lunes, día libre de balompié, hoy con el Athletic. Solo Movistar+ y Orange ofrecen todos los partidos menos uno a sus abonados; pero la próxima temporada hay que renegociar los derechos de emisión que en su última puja se adjudicaron a Telefónica por casi 3.000 millones. Por la devaluación del torneo español, tras la marcha a París del mesías Messi, la cifra será sensiblemente inferior. El saco del fútbol se ha roto y no hay fondo especulativo que lo zurza. ¡Que le zurzan a este show enloquecido! Así las cosas, un psicólogo sagaz se haría de oro impartiendo terapias de desintoxicación del fútbol y vuelta al romanticismo.