Damián Muñoz y Virginia García vuelven a casa. La Intrusa, Premio Nacional de Danza, va a formar parte de la próxima edición del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz, donde la compañía va a compartir su último proyecto, Prusik. De cara al público, la cita se producirá el 15 de octubre en el Félix Petite (centro cívico Ibaiondo), aunque este montaje exige ir un paso más allá, puesto que en cada lugar donde se representa -ahora mismo está en Berlín-, se implica a bailarinas locales.

“Es una experiencia completamente nueva para nosotros a todos los niveles. Requiere un importante esfuerzo logístico y creativo”, explica el intérprete y creador vitoriano sobre una propuesta que se bautiza con el nombre de un nudo de agarre y bloqueo inventado por el alpinista Karl Prusik, una atadura de fricción con la característica de que se suelta al liberar la presión. “Nos apetecía mucho el reto porque va también dentro del mensaje de la obra, ese crear esta comunidad de mujeres Prusik, con la idea de que vaya creciendo y expandiéndose”.

En Madrid y Barcelona se hicieron las primeras pruebas para afinar bien el proceso de ensayos puesto que en cada sitio al que se va, se trabaja dos días con las bailarinas invitadas antes de la representación. Ya en Donostia se produjo el estreno de una producción que ahora está en Alemania en su versión “tribu” primigenia, es decir, contando solo con las intérpretes que siempre repiten, Carmen Fumero, Helena Gispert y Virginia García, quien se encarga, además, de la dirección -junto a Muñoz- y la dramaturgia.

“Cuando creamos una obra siempre hay una pregunta que nos hacemos: ¿cómo nos gustaría que el espectador la mire?”. En este caso, apareció la idea de proponer un “documental sobre la vida” y así “lo que vamos viendo es el ciclo de tres días con sus tres noches en las cuales vemos a estas mujeres, sus rutinas, celebraciones, descansos y despertares. Es ver algo vivo que se está desarrollando justo frente a tu mirada”, describe Muñoz, al tiempo que apunta que materializar Prusik está siendo posible después de muchos años de maduración y trabajo.

Para Vitoria todavía no está hecha la selección de las cuatro bailarinas que tomarán parte en el proceso. “Lo que sorprende al espectador que pueda conocer el trabajo previo que implica la pieza es que no se encuentra con tres intérpretes principales con cuatro personas detrás, a modo de coro, que aparecen de vez en cuando. Están todo el tiempo en acción y a un nivel fuerte. Eso requiere una labor exigente, pero ahí está la gracia”. De hecho, con esas invitadas, se hace un primer contacto, se comparte información y vídeos, y luego se trabaja durante dos días de manera presencial.

“Uno ya tiene sus circuitos y, de repente, a través de este proyecto estamos conociendo una nueva realidad, a una nueva generación, a muchísima gente que está trabajando a un nivel excelente”. Es una “aventura total”, más allá de que “hasta ahora todas las pruebas que hemos hecho con personas desconocidas para nosotros han salido muy bien”. Y eso que Muñoz reconoce que “el primer día que nos juntamos en persona, la gente se va a casa un poco asustada”.

Es normal. No así el contexto sanitario en el que se está desarrollando la labor. “En el peor momento, en plena pandemia, y nosotros con este mensaje de comunidad”, sonríe el artista gasteiztarra. “Ha sido un camino complejísimo, pero la otra opción era quedarse en casa, y eso quedó descartado. Hemos hecho todo con mucho cuidado, siguiendo todos los protocolos y, crucemos los dedos, hasta ahora hemos tenido suerte”.