- De la Catedral Santa María al Principal, de la plaza de la Virgen Blanca al Jardín de Falerina. El Azkena Rock Festival ha tomado de manera ocasional o más estable diferentes puntos de la capital alavesa a lo largo de las 18 ediciones que se han podido llevar a cabo, que estos días deberían ser 20 si no fuera por los efectos de la pandemia. Además, en torno al certamen se han ido generando diferentes propuestas paralelas, incluso alguna publicitándose como contraria al evento. No hay duda de que la cita es mucho más de lo que pasa en Mendizabala.

Una de las características esenciales del ARF, como siempre han destacado los asistentes que vienen de fuera de tierras alavesas, es la cercanía del recinto donde se producen el grueso de las actuaciones y el resto de la ciudad, lo que ayuda además a cimentar esa sensación de familia azkenera que se ha venido tejiendo desde la primera edición de 2002, celebrada en la sala Azkena (hoy Jimmy Jazz). Por cierto, que el espacio de la calle Coronación y el evento que vio nacer han vuelto a cruzar sus caminos no pocas veces estos años, sobre todo para acoger directos especiales en las vísperas del inicio del festival.

Sin duda, fue la edición del décimo aniversario la que supuso el mayor número de actos organizados fuera del recinto e incluso de las fechas del certamen. Conferencias, exposiciones y actuaciones se sucedieron en la Catedral Vieja, Artium, el Conservatorio Jesús Guridi o el Centro de Exposiciones Fundación Vital. Pero, sin duda, si hay un escenario que el ARF ha convertido en primordial y estable a lo largo del tiempo ha sido el de la Virgen Blanca, incluso a pesar de las consecuencias que tuvo en su momento la crisis económica. La primera vez que se usó fue en 2009, además con dos padrinos de lujo, Mike Farris y Eli Paperboy. La idea de la promotora Last Tour era ofrecer a la ciudad un sonoro vermut que sirviera también como muestra de lo que es el certamen, una filosofía que se ha mantenido con los años, a pesar de que en la pasada década hubo un pequeño paréntesis motivado por los ajustes presupuestarios.

También para amoldarse a las consecuencias de la crisis económica, el festival se redujo de tres a dos jornadas a partir de 2013. Y en la Virgen Blanca también nació una alternativa en modo de certamen gratuito bautizado como Osteguna Rock, una apuesta por unir grupos locales, estatales e internacionales para, en la medida de lo posible, mantener el pulso de la música en directo en torno al gran evento.

Además, cabe recordar que otra cita que durante años fue referencial antes de la apertura cada día de las puertas en Mendizabala fue el Txuleta & Rock, una iniciativa llevada a cabo en el Jardín de Falerina en el que la hora de comer se convertía en toda una fiesta de conciertos, contando con grupos como Kylesa, cuya actuación de 2014 todavía es recordada. A esto habría que sumar diferentes propuestas, incluyendo sesiones de Dj, casi siempre de mediodía en bares, sirviéndose también de la calle. Y no hay que olvidar, por ejemplo, la fiesta que montaron los seguidores de Turbonegro en la calle Cuchillería en 2018 por la presencia de la banda en el cartel de ese año. O el concierto especial que en 2010 ofreció Quique González en el centenario Principal. O tantos otros momentos vividos en torno a un festival que cuenta los días para poder volver a recuperar sensaciones, vivencias y sonidos.