strenada en doble versión, cinco capítulos de 50 minutos para plataformas domésticas, reducidos a 132 minutos para salas de cine, Libertad carece de lo que su título proclama; triste paradoja en tiempos de incongruencia. Lo grave es que ese peaje a lo políticamente correcto, no parece que provenga de la plataforma que todo lo oye, Movistar, como del deseo de complacer del equipo que Urbizu lidera.
Digamos de entrada que la línea de sombra que saltó el cine de la posmodernidad con respecto al cine clásico quemó muchas naves, Entre otras, la de la sutileza y la sugerencia. Intuir que entre Ben-Hur y Messala había pulsión sexual y deseo erótico o que el Llanero Solitario y Toro (Tonto para los ingleses) habitaban las noches sin otra compañía que la de ellos mismos burlaba censuras, pese a la homofobia de Hollywood. Nada que ver con las cadenas del interés comercial y la autocensura del populismo de pandemia.
Ubicada en la España de 1807, la que pintó Goya, la que narraban los cronistas británicos, Libertad arranca con el relato de un escritor inglés a sus compatriotas. Habla de la Llanera, algo más que la mujer del Lagartijo. Los guionistas, Barros y Gaztambide, hurgan en la distancia que va de lo mítico a la historia y aunque lo suyo mezcla la épica con el esperpento; Dumas con Valle Inclán y Alex de la Iglesia con Pérez Reverte, los problemas del filme se deben al desajuste entre lo que la letra pretende y lo que la cámara filma.
O sobra mordacidad o falta elegancia, pero el resultado chirría por descompensación, por falta de verosímil, por un error de cálculo del que la protagonista, Bebe, sirve de resumen de ese desatino. Bebe no transmite lo que la Llanera reclama y el reparto que le rodea sufre el mismo desfallecimiento. Ofrece localizaciones de belleza evidente y secuencias de acción bien filmadas; abunda en ecos y guiños cinéfilos bien escogidos, pero autentificados con pobreza. El libreto se empeña en responder al signo de los tiempos. Son bandoleros del XIX con disfraz del XXI. En su sed de éxito explicita relaciones lésbicas y deseos homosexuales con un afán pedagógico y gusto discutible, como ese beso de pasión que el Aceituno da a la cabeza en aceite del Soñador. ¡Ay, si el Algarrobo levantase la cabeza!
Dirección: Enrique Urbizu. Guión: Miguel Barros y Michel Gaztambide. Intérpretes: Bebe, Isak Férriz, Jason Fernández, Xabier Deive y Sofía Oria. País: España. 2021. Duración: 132 minutos.