Concebida como un viaje iniciático entre dos mujeres que no se conocen pero a las que les une una urna con las cenizas de una joven fallecida en un accidente de tráfico, con este filme de Jean-Philippe Duval, a partir del guión de Marie Vien, acontece algo implícito en su título; las cuentas no parecen claras por más que se quieran explicar. El guión impone un contenido que el realizador cumple a regañadientes. El devenir de las dos madres, una biológica, la otra por adopción, sirve también para establecer el duelo de una vieja herida, la del Vietnam de la ocupación estadounidense; la de los desgarros de tanto bombardeo criminal y de tanto odio alimentado por la xenofobia y la ambición.
Si algo resplandece en este viaje a través del Vietnam actual hay que señalarlo en su concepción fotográfica, llena de poderosas imágenes. El realizador,? Jean Philippe Duval, se las ingenia para dejar constancia de una notable sensibilidad para componer hermosos planos. Como el del arranque de la película, una fachada de madera en cuya ventana se percibe algo extraño. Un meditado y reposado travelling hacia dentro acabará por mostrar la escena de un parto y con él, el comienzo de un conmovedor relato.
El de una protagonista ausente cuya desaparición unirá a dos mujeres provenientes de dos mundos antagónicos. Lo mismo acontece con la secuencia del accidente, o con determinados instantes de ese viaje de acercamiento y alejamiento porque, conforme las dos mujeres más se identifican, más se agranda el conflicto que se avecina cuando se verbalice el verdadero motivo de ese encuentro.
La guionista pone dulzura donde el director extrae extrañamiento. El que siempre emana del acto de una adopción, un acto de desubicación y supervivencia, un cruce donde lo que se pierde y lo que se gana viven en frágil equilibrio.
Cuando 14 días, 12 noches bucea en los pliegues del desencuentro y la distancia, la película impone una desazón. Un resquebrajamiento que se diluye en la nada cuando en la secuencia siguiente, la letra impresa establece el camino del perdón como un falso final reconfortante. Forzado abrazo de una situación que sabe de todo menos del confort.