Cada día, algo nuevo que aprender. Hoy volverá a suceder así. Cada paso es importante y necesario entre las paredes del Conservatorio Municipal de Danza José Uruñuela. Pero al exigente y completo trabajo formativo que se lleva a cabo a lo largo del curso es imprescindible sumarle un aporte extra en forma de clases magistrales, cursos o talleres, algo de lo que en este centro saben mucho. Por eso, a pesar de los condicionantes que impone la pandemia, se mantiene esa apuesta, como ayer se ejemplificó con tres propuestas diferentes entre sí que se desarrollaron de forma paralela de mano de la catedrática de danza Virginia Larrasquitu, del bailarín Xabier Nogales -que justo acaba de regresar a su Vitoria natal tras estar actuando en Barcelona- y del actor Sergio Daneri.
"Siempre se es alumno. Estás en constante reciclaje, formación y autocuestionamiento. Sobre todo, porque cuanto más sabes, más te das cuenta de todo lo que te queda por aprender", apunta Nogales antes de su clase sobre teatro musical. "Tenemos que pensar que el bailarín que sale de un centro como éste, tiene que ser más versátil, sin pretender tampoco abarcar todos los campos; pero cuando enseñas a bailar clásico, tienes que complementar eso", comenta, por su parte, Larrasquitu, que en su regreso a Vitoria no solo ha trabajado con el alumnado del Uruñuela sino también con el profesorado. "Las artes escénicas son una carrera de fondo en la que siempre tenemos que estar presentes. Partiendo de la premisa de insistir para existir nunca puedes parar de hacer y tampoco de prepararte", describe Daneri, que ya forma parte de la estructura del centro vitoriano pero que esta vez ha podido llegar a estudiantes de otros cursos en torno al teatro y la interpretación.
Más allá de que esa formación continua no se detenga nunca, quienes transitan por espacios como el José Uruñuela están justo en esa etapa propicia de la vida en la que ser una esponja ante el conocimiento es fundamental. Alumnado que, sobre todo a determinadas edades, empieza a mirar de cerca al mundo profesional. "En los últimos cursos siempre nos enfrentamos a esos miedos lógicos y es algo que también trabajamos", comenta Daneri, al tiempo que señala la necesaria labor que, en distintos ámbitos, deber hacer la sociedad para "darle una salida a todo este potencial que hay a estas edades". En este sentido, Nogales apunta que "en el sistema educativo aún hay que hacer mucho para dar visibilidad e importancia a las enseñanzas artísticas. Tenemos un bachillerato artístico desde no hace tanto, por ejemplo. Si a alguien le gusta la música, la danza o el teatro, siempre lo tiene que hacer fuera de. No tenemos esa tradición de darle valor al arte y a las enseñanzas artísticas que hay en otros países".Con todo, Larrasquitu, cuya labor diaria se desarrolla en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila (Madrid), pone en valor el nivel formativo que en España ha alcanzado la danza, sin perder de vista, por supuesto que "todo lo que tiene que ver con el plano artístico ya es de por sí inestable en el plano laboral". A esta situación, además, se ha unido el escenario generado por la pandemia, aunque Nogales, que hasta hace nada ha estado en el Teatre Tívoli de Barcelona con La Jaula de las Locas, ve una ventana abierta en la respuesta que está teniendo el público: "hemos visto y constatado que realmente la gente necesita ir al teatro, pasarlo bien y olvidarse de este mal rollo que tenemos y de todo el miedo que se respira, que es lógico que exista porque lo que está pasando es muy grave".
Con todo, el coronavirus sigue marcando el desarrollo de sus respectivos trabajos de manera decisiva. Por ejemplo, la obligatoriedad de la mascarilla supone "una barrera enorme" en las artes escénicas, como señala Daneri. "Limita la expresión y la comunicación con el compañero, y la relación con el público, pero nos estamos adaptando y así estamos insistiendo mucho en el trabajo con la mirada como forma de comunicar. Y hay que trabajar todavía más con el cuerpo como vehículo de expresión", más allá de que el confinamiento obligará a detener casi por completo su actividad. Como dice Nogales, "bailar requiere mucha conciencia corporal, mucho esfuerzo físico, impacto, flexibilidad y resistencia. Es verdad que, de vez en cuando, es bueno detenerse un poco y escuchar al cuerpo, pero nunca me ha dolido más el mío que cuando estuvimos encerrados".
Trabajo específico Lo que no ha podido impedir el covid es que los tres hayan desarrollado sus clases magistrales en el José Uruñuela. La que más días ha estado ha sido Larrasquitu, que ha trabajado de manera intensa en torno a la danza clásica también con los profesores, que "son muy buenos alumnos". A los estudiantes "les viene muy bien trabajar con otra profesora a la que no están acostumbrados, es bueno quitar miedo a eso". A los maestros "les es muy útil, cuando hablamos de metodología, ver cómo se aplica la teoría en la práctica porque donde realmente se ve si un profesor sabe enseñar es dando una clase", más allá de que en este caso en concreto también ha querido profundizar en la necesidad de aprovechar al máximo las posibilidades que ofrece el acompañamiento musical. "Es un lujo tener pianistas en la clase y es fundamental contar con todos los recursos posibles para comunicarse mejor con ellos".
Con menos tiempo para estar con el alumnado, Nogales ha compartido sus amplios conocimientos sobre el teatro musical. "Es importante hacer ver que existen otros estilos y registros, otras maneras de expresarse bailando". En este sentido, dice que "es básico educar el oído y la expresión del cuerpo con respecto a la música" por lo que ha trabajado con el alumnado en distintas propuestas coreográficas. Por su parte, Daneri ha podido llevar parte de su habitual trabajo como profesor de arte dramático en el conservatorio a cursos en los que la asignatura no está presente. "La danza y la interpretación están íntimamente ligadas por un factor muy importante que es el movimiento. En escena, aunque no seamos conscientes de ello a veces, expresamos muchísimo con la más mínima acción".