- Empezó como un proyecto pequeño entre amigos pero tras la implicación de El Terrat y de HBO España, Vitals tomó la forma de una miniserie documental que pone cara y emociones a los afectados de la primera ola de covid-19 y que hoy estrena la plataforma en toda Europa. Pacientes y profesionales sanitarios, pero también sus familiares y allegados, son los protagonistas de estas historias reales rodadas entre marzo y junio de 2020, en lo más crudo de la pandemia.

En tres episodios, el director Félix Colomer narra su día a día dentro y fuera del Hospital Parc Taulí de Sabadell. “Un amigo es doctor en ese hospital y me propuso ir a grabar lo que pasaba”, explica a Efe. Agradece el “enorme ejercicio de confianza y transparencia” de los responsables del centro, que no impusieron ningún tipo de censura. Se ve cómo montan una UCI improvisada de un día para otro, la falta de material de protección al principio, la desilusión cuando llegan las primeras remesas, no homologadas...

Pero el foco de Vitals se pone en las personas, como Alfredo y Matilde, a punto de celebrar los 50 años de casados cuando se ven en el hospital. A ella le dan el alta pronto y tiene que esperar en casa la vuelta de su marido, cada vez más grave. Vanessa, con 34 años, es ingresada y dada de alta en tres ocasiones en el hospital del que es enfermera. Sandra y Noemí son auxiliares y están acostumbradas a la muerte, pero también necesitan bromear e intercambiar confidencias. “Una enfermera tiene una vida aparte, aunque estos días hayan sido más enfermera que persona, pero teníamos que conocer a su familia, su casa”, señala Colomer. Casas a las que no es fácil regresar tras jornadas tan intensas y no siempre se cuenta con la comprensión y el apoyo necesario por parte de los convivientes.

La serie incide también en la complicidad entre enfermeras y pacientes, hasta el punto de romper la clásica barrera entre unos y otros. “La dureza es evidente, pero la pandemia, para quienes la han vivido cerca, ha supuesto momentos de solidaridad y esperanza, se han creado lazos, en los dos sentidos, porque a veces eran los enfermos quienes las animaban a ellas”, dice Colomer. “Eran 12 horas al día rodando sin parar”, recuerda. Al principio estaba solo él y su cámara pero a los 15 días vio que era imposible abarcar todo y se incorporó un segundo operador y más tarde un sonidista.

Algunos protagonistas son amigos suyos pero otros eran completos desconocidos. “Pensaba que cuando les contara mi propuesta iba a encontrarme, con toda la legitimidad, con más negativas, pero todos me dijeron que sí, en el momento de mayor debilidad y fragilidad de sus vidas”. El objetivo inicial era servir de “documento histórico”, las cámaras captando directamente lo que sucedía en los hospitales, sin narración ni intermediarios. “Si además sirve para concienciar sobre cómo se vive el Covid de cerca e ir más allá de los debates estúpidos, mediáticos y políticos, pues mucho mejor”, sostiene. “Aunque estemos saturados, esto va por otro lado, no tiene que ver con el bombardeo de cifras y los cambios de opinión de los que mandan. Aquí el paciente, desde su cama en el hospital, te mira directamente a los ojos a ti, en tu sofá”.