Lara Vizuete: Voz y composiciones. Carlos Gutiérrez: guitarra. Juan Sebastián Vázquez: piano. Ernesto Larcher: contrabajo. Daniel García Bruno: batería. Conservatorio Jesús Guridi. 26 de enero de 2021.

mpezó con suavidad de terciopelo la tercera audición de Ondas de Jazz. Y casi se agradece por todo lo que estamos viviendo. Lara Vizuete nos presentó Alba en una tarde que discurrió así, suavemente, como a media voz. El comienzo lo puso Tenderly (de Walter Gross, sí), arreglado y latinizado en pasajes de dulce bolero. Y lo cantó en castellano, el idioma con el que, según la propia Vizuete, expresa emociones que otros idiomas, como el inglés, no le invitan a reproducir.

Era la tarjeta de presentación para la velada. En el segundo tema, unos clásicos octosílabos asonantados de Federico García Lorca se colaron en el aula magna. Al poeta y pianista granadino le habría gustado esta versión de Alba, el breve romance que incluyó en Libro de poemas (1921) y que da título al disco (nos lo explicó y hasta confesó que colocó un estribillo que no contiene el original). El tema incluyó el primero solo, rápido como son siempre sus dedos, y personal en las notas agudas, de Juan Sebastián Vázquez. Y a continuación regresó la calma en forma de otro templado, reposado bolero. La duda alumbró certezas. La primera fue la innegable puntería compositiva de Vizuete, llena de filin cubano (del que nos hablaría largo y tendido). La segunda fue la desnuda sobriedad de su cuarteto en directo: ese equilibrio, siempre complejo de entender por crítica, público e incluso intérpretes, de acompañar sin tapar, de ajustar la presencia, como lo hizo Larcher al contrabajo.

Se notó que a Vizuete no le importa conversar, y el minutaje de los temas permitió que la cantante y pianista formada en Jesús Guridi, Musikene, Nueva York y Holanda se explicara. Y nos contó, por ejemplo, esa debilidad suya, que siente y confiesa, por la música desarrollada en torno al filin y a lo latino en Cuba durante los años cuarenta. Surgieron nombres de artistas casi olvidadas, salvo por ella y algunos, como las compositoras mexicanas María Greber y Consuelo Velázquez, o la cubana Martha Valdés. Y supimos también que la artista de Miranda de Ebro reconoce influencias actuales como Esperanza Spalding o Gretchen Parlato. Hubo tiempo también para recordar a una mujer excepcional: la compositora y pianista japonesa Toshiko Akioshi.

Llegó Alfonsina y el mar, donde consiguieron, como en la versión grabada, lo difícil: sorprender, quitando el azúcar que edulcora otras versiones y centrándose en la tragedia de la poeta Stormi, que se suicidó en 1938. Y de todo un clásico pasamos a otra composición de Vizuete. El recuerdo encerraba sus secretos: densidad compositiva, más aristas, más matices, incluso flamencos. Como la propia Vizuete afirmó con elogiable sinceridad, el tema era un Frankestein que, simplificado en Nueva York, es ya amable a los oídos. ¿Cómo sería el original?

Los minutos finales fueron reservados para otro bolero inmortal. En efecto, nos despedimos mecidos todavía por Cómo fue, del también cubano Ernesto Duarte. Y de nuevo asistimos a la sorpresa: un bolero des-bo-le-ri-za-do, en ritmo ternario según me pareció, un poco brasileño quizá.

No sabemos cómo fue, pero Vizuete lo consiguió de manera muy eficaz: que la suavidad, que el terciopelo, se impusiera a lo que estamos viviendo.