- A lo largo de su ya extensa trayectoria formativa y cultural, el Taller de Artes Escénicas (TAE) ha vivido, acogido y provocado situaciones de todo tipo y condición. Al fin y al cabo, hay que estar preparado para todo lo que pueda ocurrir dentro y fuera de escena, incluso aunque lo que suceda parezca imposible a priori. Hasta a improvisar se aprende. Lo saben bien las miles de personas que a lo largo de las últimas décadas se han adueñado de las instalaciones del centro, tanto de las ubicadas en Reyes Católicos como de las situadas en Los Molinos. Eso sí, a buen seguro, pocos de quienes conforman el proyecto podían imaginar antes de marzo de 2020 que esas dotes para adaptarse a cualquier situación para que el espectáculo siga adelante iban a ser puestas a prueba por una pandemia.

Como dice con una sonrisa un tanto amarga Javier Alkorta, “hasta el 9 de marzo, el covid-19 estaba en China y en Barcelona con toda aquella polémica sobre el congreso internacional de los móviles”. Pero aquella jornada que el co-fundador de Porpol -grupo encargado de dirigir y gestionar el TAE- recuerda bien, marcó un antes y un después. En pocas horas, al anuncio del cierre de la ikastola de Labastida se le sumó la decisión de bajar la persiana en todos los centros formativos durante, en principio, quince días. Esa misma tarde, la escuela de artes escénicas también se despidió de su alumnado, aunque “cuando se anunció la declaración del estado de alarma ya intuimos que aquello iba a durar más tiempo”.

En un primer momento no se perdió del todo la esperanza de volver a las clases presenciales tras Semana Santa. Para que el paréntesis se hiciera más corto, se optó por la formación online. “La idea era que no se rompiera el nexo entre la gente y la dinámica de los grupos para que cuando se retomase la actividad aquí, todo fuera más fácil”. Por desgracia, la herramienta se tuvo que usar más tiempo de lo deseado. “No sabíamos el berenjenal en el que nos estábamos metiendo. Cuando mi hijo estaba estudiando en Inglaterra, sí usé algunas veces el Skype, pero poco más. Claro, pasar de eso a tener 23 grupos funcionando con una plataforma online fue, cómo decirlo, divertido”. Pero, más allá de la inexperiencia o de los problemas propios de poner en marcha algo desde cero en un tiempo récord, el esfuerzo dio resultados.

Dar clases de interpretación a través de la pantalla fue “algo muy diferente” asume Abel Alcoba, alumno de Formación de Actores y Actrices. “Pero creo que las ganas y la necesidad que teníamos todos de seguir adelante fue un factor fundamental”. Poder hacer algo distinto al teletrabajo y estar en contacto con quienes comparte clase “me daba la vida; además, los profesores se esmeraron mucho”. Es evidente que “en esa situación ni se disfruta ni se aprende tanto”, pero “hacer esto es algo que necesitamos, que nos encanta”. Fue, como sostiene Alkorta, “casi un acto de rebeldía, un ejercicio de resistencia” ante lo que la sociedad en su conjunto estaba viviendo.

Como entre el cierre de las clases presenciales y la puesta en marcha del sistema online se perdieron horas de formación, además de no pasar la cuota, se habilitaron días, tras hablar con el alumnado, en Semana Santa y Pascua, para poder seguir con el trabajo. “Hubo gente que se dio de baja porque no soportaba estar pegada a la pantalla pero, en general, todo el mundo agradeció infinitamente no haber paralizado la actividad”, apunta Alkorta. Así, el TAE, que es un proyecto de la Diputación Foral de Álava que cuenta con la colaboración del Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de Vitoria, pudo completar el curso 2019-2020.

Por fortuna, pero sin descartar que en algún momento haya que recuperar esas herramientas virtuales, desde septiembre las alrededor de 280 personas que conforman el alumnado del TAE han podido regresar a las aulas, aunque con todas las precauciones habidas y por haber. “Es evidente que no es lo mismo, sobre todo por el hecho de tener que usar la mascarilla” reconoce Alcoba.

“La expresividad que ejerces con la cara en el teatro es muy importante y quieras que no, al ponerse la mascarilla, es más complicado. Además están las distancias, el no poder tener el contacto físico que teníamos antes. Tenemos un grupo en el que nos llevamos muy bien y nos consideramos muy amigos. Pero ahora nos falta ese contacto físico, esos juegos… es complicado. Pero al final, también es una forma de demostrarnos que si no se puede hacer de una manera, se puede hacer de otra. No sabemos si esto, a este paso, va a ser para toda la vida, así que igual tenemos que empezar a aprender a actuar y vivir con mascarilla”, resopla el alumno y, además, componente de la asociación circense Zilipurdi.

Entradas y salidas escalonadas, felpudos desinfectantes, geles, ventilación, limpieza constante de espacios, mascarillas, restricción del contacto físico, reducción del número de asistentes a cada grupo (“en prácticamente todos tenemos lista de espera porque la demanda se ha mantenido”) y un largo etcétera de medidas conforman el protocolo del TAE para hacer posible este curso. “Hay cuestiones que es necesario sacrificar y cosas que no se pueden hacer. Las clases se están dando con mascarilla, con lo cual ya lo estás diciendo todo. El contacto natural, normal, está totalmente castrado. No hay posibilidad y ya está. Obviamente no es la situación ideal. Y estamos sacrificando mucho de lo que implica una clase de teatro y ese contacto directo. Pero es la manera de continuar. Las normas están claras, más allá de que cada uno entre a valorar si responden a criterios coherentes o son un disparate. Y en tanto en cuanto tienes la responsabilidad de la seguridad de los alumnos, tienes que seguir esas normas como mínimo. Pero en algunos casos, nosotros hemos ido incluso más allá”, describe Alkorta, que tiene claro que “se pueden hacer clases de teatro hasta debajo del agua”.

Aún así, preparar todo no ha sido sencillo. “Dices: ¿lo estoy haciendo bien? ¿estoy contribuyendo a que de repente aparezca un brote? ¿qué estoy haciendo? La palabra incertidumbre es la que está sobrevolando nuestras cabezas de manera permanente”, también por el hecho de que no existen unas directrices de referencia a las que sujetarse como por ejemplo sí se hizo entre Osalan y la Confederación de Coros del País Vasco de cara a los ensayos de este tipo de agrupaciones. La intuición, el sentido común, la búsqueda de recomendaciones para otros espacios como los euskaltegis, el contacto directo con otras escuelas de artes escénicas han sido algunas de las herramientas usadas porque “cuando hemos preguntado algo claro de forma expresa y directa no hemos obtenido respuesta”, como le pasó a Alkorta con el servicio de atención ciudadana Zuzenean, que le remitió un enlace con respuestas a preguntas frecuentes sobre el covid y claro “nosotros somos una escuela de teatro y no teníamos una pregunta frecuente”, sonríe. “Hay carencias que hasta cierto punto puedo entender porque esto es algo que ha generado un caos que nos ha afectado a todos y también a la administración. Pero en muchos momentos sí he sentido esa falta de respuestas. Toda la incertidumbre viene de esa falta de concreción, que, ya digo, puedo entender porque ninguno hemos vivido una pandemia”.

A pesar de ello, el TAE ha conseguido estructurar un marco que permite seguir desarrollando la actividad con la máxima seguridad para todas las personas que forman parte del proyecto. Algo que, como está pasando en todos los sectores, genera unos gastos extra que no hay que perder de vista. Sin olvidar que, entre marzo y junio, la escuela estuvo funcionando con el acuerdo de gestión del servicio foral suspendido por la aplicación del estado de alarma, a pesar de lo cual se mantuvieron todos los contratos de los profesores. “Hemos podido salvar la situación también porque la Diputación de Álava ha sabido entender las cosas. Además, las ayudas forales para empresas culturales han sido otra bocanada de oxigeno para bastante gente dentro de la cultura y para nosotros también”. Es de esperar, eso sí, que a pesar de los datos actuales y de la situación general que se vive, la pandemia haga más pronto que tarde mutis por el foro para que tanto el TAE como el resto de la sociedad puedan volver a recuperar la escena.

“A pesar de la situación, hacer esto es algo que necesitamos, que nos encanta”

Alumno del TAE