JUNTO a la lucha por la supervivencia que ha afrontado toda la industria del entretenimiento, a la exhibición del cine se le ha unido el dilema existencial de un modelo ya en entredicho por el streaming. Nadie duda de que cuando el coronavirus quede atrás la gente volverá a conciertos y festivales de música. Pero, ¿regresará a los cines si ya se ha acostumbrado a un modelo de estrenos en plataformas digitales y de lanzamientos pensados para la comodidad del hogar?
Si hace un año alguien hubiera dicho que una película china sería la cinta más taquillera de 2020 en el mundo, le habrían tomado por loco. Pero así ha sido: The Eight Hundred, del realizador Hu Guan, lidera la lista de éxitos (a falta de una palabra mejor) con 461 millones de dólares (377 de euros) de recaudación, unos ingresos con los que no habría entrado ni siquiera en el top 15 del año anterior. Algo parecido se puede decir de Estados Unidos y Canadá, donde Bad Boys for Life, estrenada antes de que se extendiera la pandemia, es el título más taquillero de 2020 con 206 millones (168 de euros).
Más que odiosas, las comparaciones con 2019 son casi groseras. Vengadores: Endgame, que se convirtió en la cinta con más recaudación de la historia (sin contar la inflación), encabezó el año anterior la lista de taquillazos con 2.798 millones (2.293 de euros), (858 de ellos solo en EE.UU. y Canadá). Ese fenómeno de Marvel recaudó él solo más dinero que las diez películas más taquilleras de este año juntas, en torno a 2.645 millones de dólares (2.000 de euros).
The Hollywood Reporter estima que la taquilla en EE.UU. y Canadá -mercado doméstico, en la jerga del sector- registrará su peor dato en cuatro décadas (y sin considerar la inflación) con unos ingresos de 2.300 millones (1.800 de euros). En 2019 ese dato se situó en 11.400 millones (9.300 de euros). La Asociación Nacional de Propietarios de Cines cree que el 69% de las empresas pequeñas y medianas de cines se verán obligadas a declararse en bancarrota o a cerrar permanentemente si no reciben ayuda federal. Esta semana se ha sabido que el Gobierno estadounidense destinará 15.000 millones de dólares (12.200 de euros) de ayudas para cines, salas de conciertos, teatros y otros recintos.
Pasadas las primeras semanas de confinamiento y cierre obligado, las salas se encontraron con un problemón: Hollywood había cortado el grifo de las superproducciones. Todos los estudios atrasaron sus lanzamientos importantes (James Bond, Fast & Furious, Black Widow...) en busca de un panorama sin coronavirus, sin salas a medio gas y sin espectadores con miedo. Los retrasos iniciales acabaron convirtiéndose en aplazamientos a 2021 (o más allá) que dejaron el año como un erial. La lógica de los estudios era esta: ¿puede rentabilizarse un blockbuster sin cines repletos, con aforos limitados y con el recelo de parte del público a acudir a lugares con más gente? Y el lamento desde las salas era este: sin estrenos de relumbrón y solo con propuestas indies o reposiciones, no quedarán cines en 2021 para cuando quieran aterrizar todos los peliculones.
Más allá de soluciones tibias, como la nostálgica pero insuficiente resurrección de los autocines, la industria no dio con la tecla para responder al desafío y entró en una especie de coma. Otro aspecto que apunta a una revolución en el modo de disfrutar del cine se refiere a las anteriormente intocables ventanas de distribución, que es el plazo que va de la exhibición en salas a la llegada de las cintas a los hogares. Antes respetadas como si fueran los diez mandamientos, el coronavirus las hizo saltar por los aires.
Las plataformas digitales, protagonistas
Trolls World Tour fue la primera que acudió directamente al mercado digital, un camino que siguieron Mulan (estreno de pago en la red), Soul (lanzamiento integrado en la plataforma Disney+) o Wonder Woman 1984 (presentación híbrida y simultánea en cines y HBO Max). Por el camino, Universal y AMC, la cadena de salas más grande de EE.UU., firmaron un acuerdo en julio para reducir de 90 a 17 días la exclusividad de la gran pantalla. El golpe más contundente llegó con el anuncio de Warner Bros. de que todas sus películas de 2021 -incluyendo Dune o la cuarta de Matrix- se verán a la vez en cines y HBO Max.
En los últimos años se había consolidado una exhibición basada en descomunales películas-evento y en títulos delicatessen y minoritarios, que había empujado a las cintas de tamaño medio a las plataformas digitales. Queda por ver si los cambios coyunturales de 2020 en el cine se convierten en estructurales, un asunto en el que todas las miradas apuntan en la misma dirección: a Disney y a lo que el gigante de Mickey Mouse decida hacer con su streaming en Disney+.