Cris Lizarraga y el resto del grupo Belako (Josu y Lore Nekane Billelabeitia y Lander Zalakain) siguen adelante con el proyecto que comenzaron hace casi diez años y con el que han recorrido escenarios vascos, españoles e internacionales. No están dispuestos a tirar la toalla y rendirse ante una pandemia que ha roto sueños y ha desviado su trayectoria. No tienen intención de enmudecer y han presentado su último trabajo, Plastic drama, en el que tienen cabida las muchas cosas que les preocupan: el consumo, las relaciones personales, el amor no romántico y el medio ambiente. Cris reconoce que es un trabajo distinto, pero también una evolución lógica de la música que llevan haciendo desde 2011. Ella es una mujer que también ha evolucionado en esta etapa, y muestra su activismo feminista, su sentido del humor y todo aquello que le bulle en la cabeza.
Dicen que con este nuevo trabajo musical han roto su línea anterior. ¿Tan diferente es?
Creo que es una continuación lógica de nuestro trabajo. Si escuchas Belako desde que empezó hasta ahora puedes ver una voluntad de experimentación en las canciones. ¿Es diferente este trabajo? Sí, pero siempre desde algo sencillo y desde nuestro gusto por lo ecléctico. No somos tan técnicos como instrumentistas y sí más viscerales en lo intuitivo.
Belako habla de este trabajo como el más comprometido. ¿Por qué?
Al principio de nuestra carrera quizá éramos comprometidos de una manera inconsciente. Cuando empecé a escribir letras lo hacía sobre aquello que observaba, pero tal vez no era tan consciente de determinadas cosas. También éramos muy jóvenes. Formamos un grupo de personas bastante inquietas y tenemos un espíritu crítico. En este trabajo, la crítica va bastante más hacia nuestra generación, hacia nosotras mismas [cuando habla de los componentes del grupo, dos hombres y dos mujeres, siempre lo hace en femenino].
¿En qué sentido?
En el sentido de que no solo somos oprimidas, sino también opresoras. Es una crítica que está en nuestras canciones desde el principio, pero que quizá ahora cobre más intensidad.
¿Más oprimidas o más opresoras?
Eso es relativo. Respecto a un hombre blanco, heterosexual y en posición de poder, soy oprimida. Respecto a una persona racializada, respecto al colectivo trans u otras personas, soy opresora.
¿Vivimos en un mundo casi de mentira y de mentiras?
El título, Plastic drama, hace referencia a ello, y no solo al mundo de las apariencias, al de las redes y otros mundos similares, sino también a los problemas de los que tantas veces nos quejamos, que se han puesto en evidencia con la pandemia, y esas quejas no dejan de ser sobre privilegios.
¿Nos quejamos de los privilegios que tenemos?
Sin parar. Planteamos quejas por temas que muchas personas quisieran tener y no tienen. No nos damos cuenta de los privilegios de los que gozamos, no los tenemos para nada en cuenta.
Ustedes han podido vivir de la música. ¿Resulta difícil?
Ahora lo va a ser más. Hemos vivido de la música progresivamente. Al principio estábamos en la uni. Empezamos en la música sin saber que iba a ser nuestro trabajo. Nos empleamos a fondo, pero casi como una actividad extraescolar. Poco a poco la música empezó a ocupar más tiempo y más protagonismo en nuestras vidas y se fue convirtiendo en nuestro trabajo.
¿Hay muchos nubarrones en el horizonte?
Bastantes. Ahora nos encontramos en una situación complicada, porque de lo que vivimos los músicos es de la música en directo y se ha tenido que parar. Estamos buscando trabajo en otro lado.
Usted estudió Bellas Artes. ¿Tiene alguna idea de por dónde va a ir su trabajo fuera de la música?
Sí, terminé la carrera y he trabajado de profesora particular de dibujo y de francés. Estudié en el Colegio Francés y bachiller lo hice en Francia, pero estoy echando currículos a todo tipo de trabajos, para limpiar casas y oficinas, para cuidar niños... Para lo que sea.
La pandemia les pilló de gira por Estados Unidos, vaya mala suerte...
Y tanto. Según aterrizamos se dijo que las fronteras empezaban a cerrarse y aquí se empezó a acelerar todo el proceso de confinamiento. Solo pudimos dar un concierto, pero teníamos una gira por Estados Unidos y luego por Europa. Tuvimos que tomar decisiones rápidas, porque si esperábamos a lo mejor no podíamos entrar en casa o nos confinaban allí. Fue un poco peliagudo el asunto, nos volvimos y finalmente pasamos en Euskadi todo el estado de alarma.
Con las consecuencias de la pandemia hay colectivos que se sienten más olvidados que otros. ¿Cree que el de la música puede ser uno de ellos?
Es un colectivo complicado. Al principio tuvimos la ayuda de autónomos, pero no todos los músicos están dados de alta, no todo el mundo se puede permitir pagar la cuota. En nuestro caso, por la cuota que pagamos, que es la más baja aunque a nosotros nos resulte elevada, no podemos acceder al paro. Es una situación complicada; ahora todo el mundo se siente desamparado y es normal. Nosotros al menos tenemos familias que nos ayudan.
Durante la pandemia la música saltó a las redes y a los balcones. ¿Fue internet el escaparate de su sector?
Como los directos estaban colapsando las redes y el sonido era una mierda, nosotras no queríamos estar ahí por estar. Como estábamos sacando el disco, se nos ocurrió hacer con cada single un acústico en cuarentena.
¿Y eso es?
Grabarnos cada uno en nuestra casa cantando o tocando un instrumento, juntar todos los vídeos en uno y crear una versión de los temas. A mediados de abril, Josu (Billelabeitia) y yo dimos un concierto en acústico en la sala BBK sin público que se emitió en streaming.
¿Y qué tal fue experiencia?
Muy fuerte. Fue la primera vez que nos veíamos desde que había empezado el confinamiento, cuando volvimos de Nueva York. Nunca habíamos estado tanto tiempo sin vernos y la situación fue muy extraña. Yo prácticamente no había salido de casa, había pasado la cuarentena en un piso interior y estaba loca por salir. Salí a un Bilbao extraño, en el que no había gente en la calle... Uf, todo fue una experiencia, todo parecía, o era, muy diferente.
¿Un mundo en proceso de cambio?
Y que lo digas, nada parecía igual.
Supongo que cantar ante la nada, cantar sin público, tiene que resultar inquietante.
Mucho, muy inquietante, es algo oscuro. Entre tema y tema lo que había era el silencio. Éramos nosotros quienes presentábamos los temas. Fue como transmitir una situación íntima de ensayo entre Josu y yo, pero sabiendo que no era un ensayo. No sabíamos a qué veníamos y tampoco sabíamos muy bien a dónde íbamos.
Y dar conciertos ante un público que lleva la cara prácticamente oculta tras una mascarilla tiene que ser también algo extraño.
Sí que lo es, pero estamos empezando a ver las ventajas de un concierto con mascarilla.
Diga alguna.
Un amigo de mi hermana decía: Ahora parece que todo el mundo se sabe la canción. No le pillas a alguien diciendo la letra mal. Nos miraremos más a los ojos.
Leí una carta que mandó usted hace unos años a los medios hablando de machismo en la prensa musical€
Sí, fue en 2016.
¿Le molesta que pongamos el foco en las mujeres que lideran bandas musicales y que las consideremos una rara avis?
Te aclaro eso: no me considero líder para nada. Creo que somos un grupo muy horizontal y por eso hemos empezado a entender que existía la violencia machista. Teníamos muy claro que éramos un grupo de cuatro y el hecho de que hicieran diferenciaciones y de que los medios nos recordaran que éramos dos chicas en el escenario no nos hacía sentirnos bien.
En el escenario, como en la pantalla y en la vida, hay fijación por cómo es una mujer, por cómo viste, por si es gorda o delgada, alta o baja€
Eso ocurre, y desgraciadamente pasa con nosotras. Es algo que no cambia y que te hace replantearte determinadas cuestiones. De hecho, pasé por un momento de querer cohibirme a la hora de vestir. Qué ropa llevaba era, y es, algo que se observa y se observaba en los artículos que escribían sobre el grupo. Pensé: No quiero que sea relevante mi forma de ir vestida.
Hay cantantes femeninas que han utilizado la ropa como escudo contra esa observación.
Sí, es cierto. Es también una forma de rebelarte contra determinadas descripciones que lees en los medios, pero inmediatamente me di cuenta de que la forma de vestirme era otra forma de expresarme, que nada tenía que ver con mi identidad. Las mujeres, en todos los escenarios de la vida, aunque sea para valorar o criticar, siempre tenemos la lupa puesta encima.
Solemos preguntar a las mujeres por su coquetería y muy pocas veces lo hacemos con los hombres.
Exacto. Nosotras, por ejemplo [de nuevo habla de los cuatro componentes del grupo], somos diferentes. Josu y yo siempre cambiamos de look: cambiamos el pelo, el estilo de vestir... nos gusta. Sin embargo, Lore (Billelabeitia) y Lander (Zalakain) tienen la misma apariencia casi desde que empezamos.
Volviendo a usted. Escogió Bellas Artes, pero luego se dedicó a cantar.
Desde pequeña dibujaba y pintaba. Tenía superclaro lo que quería estudiar. De hecho, cuando hice el bachiller en Francia la única duda que tuve fue con Filosofía. Me gustaba mucho y es algo que aún tengo pendiente de resolver.
Ahora tiene más tiempo libre porque hay menos conciertos.
Ya, pero este no es el momento de estudiar. Gracias a la carrera que he hecho me han sucedido muchas cosas en la vida. Para empezar, conocí en la uni a Josu. Todo lo que hemos hecho en paralelo a la música y en relación al arte siempre ha sido con amigas y amigos de Bellas Artes. El padre de Josu y de Lore es profesor en esta facultad. Creo que mantenemos una relación estrecha con nuestra carrera. Siempre pensé que la música sería algo más secundario y que mi vida profesional estaría más relacionada con mis estudios.
Pero la música tuvo que surgir en usted antes de llegar a la universidad, ¿no?
En la universidad me encontré con otro mundo musical. Yo tengo formación clásica, de solfeo y coro. Lo dejé porque me parecía muy encorsetado. Después, estando ya en el instituto en Francia, había al lado de donde estudiaba una sala de música y la gente pasaba allí su tiempo. Fue donde aprendí otra manera de hacer música. Con Josu me lancé porque nos gustaba la misma música y me he ido perfeccionando gracias a Belako, no creo que tenga ningún don o algo similar.
El próximo año su banda cumple diez en los escenarios, algo que en ningún momento habrá sido planificado.
Para nosotros mismos fue una sorpresa que la música se convirtiera en nuestro trabajo. Cuando tienes 19 años, porque esa era la edad que tenía cuando empezamos, pensar en una década es algo que no iba conmigo; es algo que atribuyes a la gente mayor, a la gente que está casada y que dice que celebra los diez o los veinte años de algo. Un aniversario en la música parece que es para grupos consagrados.
Cris Lizarraga, Lore Nekane y Josu Billelabeitia, y Lander Zalakain.
¿Belako no es un grupo consagrado?
Tiene su trayectoria, pero me estaba refiriendo a otros grupos. Cuando empiezas no piensas que vas a convertirte en un grupo consagrado, ni mucho menos, así que haber estado aquí durante casi diez años es bastante espectacular.
¿Por qué Belako canta en inglés?
Por toda la música que he escuchado y porque me sale más natural escribir en inglés. La sonoridad es más fácil para mí, la tengo más asimilada. Pero me gusta también haber introducido el francés y que Josu haga sus temas en euskera.
Supongo que habrán recibido críticas por ser una banda vasca que canta en inglés, sobre todo en tiempos de reivindicación del euskera.
Ja, ja, ja€ A la cara no, a lo mejor lo han hecho por la espalda. Quizá a nivel estatal se pregunten por qué no lo hacemos en español. Creo que la música es totalmente libre, debe serlo y cada uno debe utilizar el idioma que quiera. A nosotros nos funciona más hacerlo en inglés, pero vete a saber de cara al futuro en qué idioma lo hacemos. La música debe ser algo fluido, es un proyecto orgánico.
"El rock es viejuno". Es una frase que se les atribuye a Josu o a usted.
Hemos podido ser cualquiera de los dos. Pienso que el rock en algunos momentos se ha quedado un poco oxidado, pero hay un montón de grupos jóvenes que están reviviéndolo. Es inevitable que el rock se quede un poco viejo, pero nunca morirá.
¿En qué cree que ha cambiado Cris Lizarraga a lo largo de estos años?
En muchas cosas. Al principio no era consciente de que cantar implica todo el cuerpo y me he ido educando en un estilo de vida que también ha cambiado mi identidad. Me cuido mucho, soy mucho más tranquila, antes bebía y fumaba, ahora no hay nada de eso en mi vida. Con todo el despertar de mi espíritu crítico soy un poco más responsable, soy vegana. Hago más activismo feminista que antes y hay libros que leí cuando empezaba que quizá ahora no leería, o al menos no me marcarían en absoluto.
Parece una mujer muy activa, ¿le da tiempo a todo?
Si te refieres a lo de ser activista feminista y cantar, sí. Creo que cantar es un acto de resistencia con el que intentamos trasladar ciertos mensajes, pero en paralelo al grupo intento no dormirme en los laureles y prestarme a lo que pueda. Soy una persona crítica y creo que bastante comprometida; es más, creo que mi generación es una generación ciertamente comprometida.
¿Crítica con los valores de vida que recibimos desde que nacemos y que van desde cómo deben ser las parejas a cómo enfocamos nuestra existencia?
Sí. Además, en este disco hay dos temas que hablan contra los mitos del amor romántico. Es curioso, cuando en un directo ahora mezclamos temas de este último trabajo y de anteriores discos, hay algunos que están escritos desde una perspectiva del desamor. Ahora entiendo que no era desamor, que había mucha violencia psicológica y mucha culpa. Son rasgos de la vida que estamos entendiendo ahora. Creo que se está abriendo el melón de las relaciones, tanto las sexo-afectivas como las de amistades, y toda la culpa que se deposita en ellas. Quizá tengamos que replantearnos todo para no ser codependientes.
No tiene usted ninguna pinta de ser codependiente.
Lo he sido. En parte por culpa, dentro de lo que cabe, de ser una imagen pública. Quizá haya sido dependiente de lograr cierta validación cuando estás dentro del activismo, del arte y de la música.
¿Buscar que le quieran?
Buscar la validación de la gente que queremos o que admiramos.
¿Conseguir la aprobación a cualquier precio?
No a cualquier precio, pero sí el reconocimiento de que no estás patinando, de que algo estás haciendo bien.
¿Es importante la pertenencia al grupo?
Por supuesto. En mi caso, trabajar en grupo y en equipo me hace mejor persona. Sobre todo tengo tres puntos de referencia en los que apoyarme, no estar sola es lo que significa pertenecer a un grupo como Belako, con Josu, Lore y Lander a mi lado.
PERSONAL
Edad: 28 años.
Lugar de nacimiento: Bilbao.
Formación: Estudió en el Colegio Francés e hizo bachiller en Francia. Tuvo en su infancia y juventud formación clásica de música: solfeo y coro. Terminó la carrera de Bellas Artes.
Trayectoria: En la universidad se unió a Josu Billelabeitia y comenzaron a hacer música. Posteriormente llegó Lore, hermana de él, y más tarde se unió Lander Zalakain. Llevan juntos desde 2011 y el nombre del grupo responde al barrio donde se formó, Belako, en Mungia, que sigue siendo el lugar donde ensayan (en una antigua fábrica del abuelo de los hermanos Billelabeitia). Su recorrido es bastante espectacular, y con el paso de tiempo la música se ha convertido en el medio de vida de los cuatro integrantes.
Estilo: Los entendidos musicales sitúan su forma de hacer música entre un flirteo entre post-punk, el rock alternativo y el indie.
Discografía: Eurie (2013), Hamen (2016), Render me numb, trivial violence (2018) y Plastic drama (2020).
Inicios: En 2012 se subieron por primera vez a los escenarios del BBK Live y fueron teloneros de Elvis Costello en el Festival de Jazz de Donostia. Han participado en los principales festivales españoles a lo largo de estos nueve años y 2020 se les presentaba como un gran año. De hecho, tenían previsto realizar una importante gira por Estados Unidos, Europa y en distintos puntos del Estado. Ahora se reinventan mientras presentan su último trabajo: Plastic drama.