- “Los muertos aqui non marchan, quedan con nós”, dice Lois Patiño que le dijo un vecino cuando investigaba en los pueblos de la Costa da Morte para crear su último poema fílmico, Lúa vermella (Luna roja). En Galicia, y en muchos otros lugares, “se tiene la creencia de que si no aparece el cadáver, el duelo no se cierra”.
El director, un explorador de expresiones fílmicas diferentes y exponente de la nueva cinematografía gallega, presentó ayer en la sección Zonazine de Málaga una película atípica, inmóvil, “un híbrido de muchas cosas: ficción, relato de terror, documental y casi un álbum de fotos de personas de la zona que son quienes hilvanan el relato de ficción”, explica. Partiendo de monstruos marinos, reales e imaginarios, esos que aparecen cuando la luna roja empieza a reflejarse en el agua, Lois Patiño se apoya en la historia real del Rubio de Camelle, un buzo que ha recuperado más de 40 cadáveres de naúfragos perdidos en el mar, que le sirvió como base sobre la que hacer gravitar toda la película. “Fui a buscarle y le encontré en el puerto limpiando pescado, le dije y le pareció bien salir en la película”, cuenta Patiño.
Su historia “tocaba todo el proceso del duelo y del concepto del alma en pena: la tristeza por la muerte, pero también el fantasma que se queda atrapado en el limbo sin poder ir al más allá”, un concepto que trasciende al mar. A Lúa vermella, considera, le pasa como a todas las creaciones que veremos después del brutal impacto de la pandemia. “El confinamiento, las nuevas normas, cambian el modo de leer las películas; la mía, que también puede verse como el proceso de duelo de un pueblo por la pérdida de cada uno de sus vecinos en el mar, guarda evidentes similitudes con todas las muertes y el modo en que muchos murieron por la covid-19”, sin que sus familiares pudieran despedirse de ellos.