- Es una cita ineludible cada mes de agosto y aunque el covid-19 ha introducido no pocas novedades en su realización este 2020, el Festival de Teatro de Humor de Araia no quiere faltar a su cita con el público.

A cualquier otra persona, el cuerpo le hubiese pedido no hacer nada en estas circunstancias. ¿Por qué sí hacerlo?

-Eso te lo puede pedir el cuerpo y una mente que a priori es tan acomodaticia como cualquier otra. "Tengo que estar quieto, pues estoy quieto". Realmente sería lo más cómodo. Novelas en casa esperándome tengo a punta pala. Y en determinados momentos hemos estado pensando que estábamos haciendo un trabajo que igual al final no servía para nada. Pero prefiero hacerlo a que hubiesen llegado las fechas del festival, ver que lo podíamos haber realizado y no poder llevarlo a cabo por no haberlo preparado. Creo que, además, hemos tomado decisiones prudentes con respecto a la situación. Es prudente el reducir a tres días y dosificar un poco a toda la estructura que conlleva el certamen. Sí me asustaba meternos en un fregado de cinco días que siempre son intensos a lo que sumar la tensión que puede provocar implementar y gestionar las medidas que son necesarias por el coronavirus. Confío mucho en el comportamiento del público, el que está demostrando en todos los actos culturales. Hay mucho respeto e incluso un espíritu de gratitud hacia quien se moja en hacer cosas. Pero aún así, no deja de ser una responsabilidad grande en la que te metes. ¿No estaré yo generando un foco de€ estaré provocando que pase€? Imaginaba cinco días con ese nivel de tensión añadido y me parecía que podíamos acabar todos mal, desquiciados.

Algo que se está viendo en estas semanas es que los espectadores sí están respondiendo a los espectáculos al aire libre, pero que está costando mucho que se vuelva a los teatros, a los espacios cerrados. ¿Teme que pase lo mismo?

-Me preocupa hasta cierto punto. Es que este año, te preguntas: ¿a qué estoy jugando, a petarlo o a hacerlo?. En mi ranking de preocupaciones, en estos momentos, la inquietud por llenar o por que haya una asistencia muy numerosa queda en un segundo plano. Los que vengan al festival, que lo disfruten. Ya está. Que llenamos el Arrazpi Berri los tres días, pues estupendo. Que van cien personas a cada espectáculo, pues mira, ya está, qué se le va hacer.

En ese ranking de preocupaciones, ¿qué está en lo más alto?

-Ahora mismo, en todo aquello que normalmente no hacemos y que hay que hacer. Sobre todo, aquello que puede estar más relacionado en la relación con el público. Es decir, ¿cómo trato yo a la gente? ¿cómo me va a responder la gente? ¿va a haber alguien de los que están en el equipo de trabajo que en un momento dado se pueda encontrar en una situación difícil porque alguien se pone tonto con el hecho de ponerse o no la mascarilla?... Ese tipo de cosas, que tienen que ver con lo que no es habitual, es lo que más me angustia. Me preocupa también que estamos abordando una nueva fórmula de venta. Pero bueno. Lo importante para mí es que la gente que venga, sienta que le ha merecido la pena pese a todo. Y luego, no es una preocupación, pero sí es algo que quiero ver, por lo que tengo curiosidad. Claro, yo me imagino esos 300 espectadores que puede haber en una actuación en el Arrazpi Berri o los 200 que pueden estar en la calle, y todos ellos con la mascarilla, con la cara tapada, mientras sobre el escenario están unos actores y unas actrices sin recibir toda esa información que el público te da durante un bolo con su cara, con sus sonrisas, con sus gestos€ Me resulta extraño. Es ahí, en esa reflexión, cuando más me ha asaltado la pregunta de si merece la pena o no hacer el festival. Lo peor es quedarte parado, dejarte vencer por las circunstancias. Bien, nosotros vamos a poder llevarlo a cabo, pero cómo lo van a vivir el espectadores , los intérpretes y yo mismo, es una incógnita.

Algunas de las compañías que van a acudir ya están dando las primeras actuaciones en estas semanas. ¿Ha hablado con los grupos de cómo están viviendo este regreso a las tablas y, por ejemplo, de esa reacción del público?

-De momento, con las compañías casi no he hablado nada más que de protocolos, de cláusulas covid en el contrato, de€ (risas). Hombre, creo que esa complicidad del público de la que hablábamos juega mucho aquí. La mera presencia de la gente, aunque igual los espectadores no están siendo conscientes de ello, está aportando más de lo que se cree, también porque quienes están sobre el escenario están receptivos de otra manera, no solamente por la reacción del público. "Es que me estás permitiendo trabajar. He pasado unos meses con una tensión y con una angustia tremendas sin poder mostrar un producto que he trabajado mucho y resulta que ahora, tú has venido a verlo. Pese a todo, has venido a verlo". Ese "estamos en lo mismo" sí creo que se está notando.

De las tres obras que se van a poder ver en el Arrazpi Berri, a El Mono Habitado le pilló el confinamiento con el espectáculo recién estrenado a principios de marzo, y a Tartean con su obra justo presentada en febrero en la versión en castellano que se va a poder ver en Araia. Seguramente el propio sector no se ha dado cuenta todavía de todo lo que se ha perdido en estos meses, producciones que ni siquiera se van a llevar a cabo ya.

-Se han perdido muchas cosas, eso es evidente. Pero ¿y en qué ámbito no se han perdido? Todos estamos siendo protagonistas de esto. No se salva, por más que quiera, ni Bolsonaro. Tu tragedia es tremenda, pero es que es tremenda para todos. Y en muchos casos, por desgracia, más dura todavía. Obviamente, esto es una mirada amplia y general. Si miras al ámbito de las artes escénicas, es claro que se está perdiendo y mucho. Pero confío en que también aprendamos algo y podamos sacar algo en positivo. Y confío en que en un tiempo X podamos recuperar ciertas cosas, más allá de que todos tengamos que asumir que igual dos veces al año hay que ir a ponerse una inyección. Pero espero volver al teatro sin mascarilla, y saludar a alguien por la calle dándole la mano o un abrazo.

¿Le preocupa que en Araia pueda haber voces contrarias a la celebración del festival por lo que puede suponer de llegada de espectadores de fuera?

-No, para nada. Aquí hay una decisión del Ayuntamiento de Asparrena y de la Diputación de tirar hacia delante pero sin perder de vista que paralelamente se están suspendiendo las fiestas de Araia y el Artzain Eguna. ¿Por qué se sigue con el festival? Porque es una actividad en la que sí puedes adoptar una serie de medidas de control y seguridad, y pedir a la gente que sea disciplinada con todo esto. No tengo sensación de que la gente pueda estar temerosa ante eso. El festival se va a hacer porque se puede hacer y como se debe hacer.

Menos días, menos compañías y, sin embargo, tengo la sensación de que va a ser la edición que más trabajo está dando a la organización.

-De momento, es la que más trabajo nos está dando de las celebradas hasta ahora sin ninguna duda. Sobre todo, porque estamos intentando tener atadas muchas cosas que no sabes exactamente cómo van a ser. Todos los años hacemos, no sé, la limpieza de vestuarios y tal y cual. Pero este año no se trata de limpiar, sino de desinfectar todos y cada uno de los espacios, incluida la cancha. No vamos a enmoquetar el espacio de todos los años y tenemos que ver qué sucede con el sonido con respecto a eso. Es decir, hay muchas cosas que son nuevas. Por mucho que lleves 27 años haciendo el festival, hay muchas cosas que, de repente, te generan una alerta. La principal razón para reducir volumen de programación, más allá de que la económica puede jugar un papel, es tener la capacidad de estar a la altura de la responsabilidad que supone este año. Todo es muy nuevo.

¿Qué recepción han encontrado en los municipios donde se desarrolla el programa paralelo, teniendo en cuenta que en muchos casos las actuaciones coincidían con fiestas que no se van a celebrar? Parece que, con todo, hay fieles que siempre están como Amurrio o Llodio, por ejemplo.

-Bueno, en Llodio, por ejemplo, sí se mantienen pero han reducido el número de funciones. Amurrio, que siempre programa dos, este año va a hacer una más. Ha habido pueblos que se retiraron desde el principio y otros con dudas sobre si se iba a poder celebrar el festival. También los ha habido, muy pequeños, con miedo. Y luego ha habido lugares que desde el primer instante han tirado para delante, que han tenido claro que algo tiene que haber. Dejar el verano absolutamente vacío de todo no tiene sentido.

Claro, con todo esto, de lo que menos se habla es de las propuestas escénicas. ¿Satisfecho con el cartel?

-Creo que es el primer año en 27 que he contratado espectáculos con los que me he comprometido sin estrenarse, sin haber podido verlos. Algunos se iban a estrenar en Leioa, en la Umore Azoka. Tenía muchas expectativas puestas ahí. De hecho, el mes de marzo yo lo tenía cuajado de citas apuntadas en el calendario. Tenía que ver muchas cosas. Pero claro, todo aquello se derrumbó. Sí he visto las tres de interior. De hecho, con Erlauntza llevaba ya un par de años intentando traerla, aunque como Aitziber Garmendia está en mil historias ha sido complicado. Pero de calle, hay cosas que no he visto. Ahí entran en juego diferentes factores. Primero, lo que estamos haciendo todos, que es apostar por compañías de cercanía, de nuestro entorno. A partir de ahí, tienes otros elementos de referencia. Por ejemplo, no he visto lo nuevo de Bapatean, pero sé cómo funcionan y que en este caso les ha estado dirigiendo Maite Guevara, con lo que ya tienes unas seguridades y unos elementos de peso, más allá de que siempre te puedes equivocar con todo. Hay compañías que ya sabes que tienes que mirar desde la distancia porque tiran su trabajo, lo descuidan, que no evolucionan, que no tienen el mínimo mimo. De ésas, paso. Así que son varios los factores que hemos tenido en cuenta. Por ejemplo, que haya cinco compañías alavesas. Creo que eso dice algo. Y, bueno, no hay que perder de vista la posición de la parte política. Desde Diputación tienen muy claro esa apuesta por lo propio. La verdad es que han tenido claras muchas cosas. No quiero dar demasiado jabón, que luego hay quien se resbala, pero es cierto que nunca había llegado a pensar que podría suceder que en Diputación se haga un plan de reactivación económica y la cultura esté ahí. Yo no había visto nunca esto.

¿Hay espacio y ganas para el humor en estas circunstancias?

-Hay necesidad. Está clara. Siempre es una cuestión de supervivencia. Yo asocio mucho el humor a la inteligencia, que no quiere decir que alguien, por tener mucho sentido del humor, sea muy inteligente. Pero la gente que a mí me hace tilín en la cabeza, normalmente suele ser gente que tiene un trasfondo intelectual pero, de alguna manera, dentro de su imagen pública, aparece el humor. La cultura, en general, es salud, entre otras cosas.

"Esta edición del festival es la que más trabajo nos está dando de las celebradas hasta ahora sin ninguna duda"

"Lo importante de esta edición para mí es que la gente venga y que sienta que le ha merecido la pena pese a todo"

"Espero volver al teatro sin mascarilla, como espero volver a saludar a alguien por la calle dándole la mano o un abrazo"