Vitoria - Tras el cambio de año, la Escuela de Artes y Oficios inauguró ayer por la tarde las dos nuevas exposiciones de este curso, propuestas en las que la fotografía, aunque desde distintas formas y fondos, toma el protagonismo. Hasta el próximo día 28, quienes acudan al centro van a poder encontrarse tanto con Siamesas, proyecto llevado a cabo de manera conjunta por Diego Gómez y Mikel Rivera, como con Solarigrafías de Alejo Moreno Sainz.
En el primer caso, los dos creadores proponen un trabajo que, en realidad, no estaba en el pensamiento de ninguno antes de realidad el viaje que sirve como motivo de la muestra. Por separado y con una diferencia de un mes, ambos acudieron a Tailandia, país del que regresaron con sus respectivos fondos fotográficos, uno más centrado en el paisaje natural y urbano, otro en el retrato. "Ya aquí pensamos en cómo podríamos hacer dialogar ambos trabajos", una idea que, tras el consejo del fotógrafo y profesor de la escuela Piko Zulueta, cristalizó en Siamesas. El resultado es una colección de dípticos en la que las imágenes de uno y otro se fusionan, generando nuevas visiones de un mismo lugar.
"No son postales, ni fotos de viaje. No son las más bonitas, si no las imágenes que mejor funcionaban para el propósito", describen. "Ha sido como un juego de cromos" que ha terminado por generar significados nuevos y diferentes.
Junto a ellos se encuentra la propuesta de Moreno Sainz, que en Solarigrafías presenta el resultado de un largo proceso llevado a cabo en Iparralde siguiendo la técnica con la que se bautiza la muestra. Sirviéndose de 99 latas de refrescos acondicionadas para ello, lo que se comparte ahora con el público son las imágenes obtenidas al tener estas particulares cámaras durante periodos de seis meses a la intemperie.
Eso sí, el autor incluye no solo las fotografías que mejor resultado han dado, ya que suma tres ejemplos de lo que cualquiera consideraría errores pero que son también huella de ese juego establecido con la luz y el camino que recorre el sol de este a oeste durante cada jornada. "Es una forma de hacer fotografía muy orgánica", describe Moreno, que no oculta que, más allá de lo que ahora puede ver la gente, la emoción que supone la sorpresa de cada lata es una de las mejores sensaciones de esta propuesta. "Nunca sabes lo que va a pasar".