barcelona - Rosalía se dio el sábado su primer baño de masas en la ciudad que la vio crecer y a la que volvió convertida en una diosa que mueve multitudes y despierta pasiones, como las que levantó en la explanada grande del festival Primavera Sound de Barcelona, que se le quedó pequeña.

No fue el único baño de masas de la noche, porque tras ella llegó el colombiano J Balvin, que está en lo más alto de su carrera y arrasa por donde pasa, sea Coachella en California o el Primavera de Barcelona, festivales que hasta hace poco esquivaban el reggaeton y que han tenido que plegarse ante el rey del género.

Pero la más esperada de la noche era Rosalía, que presentó tres canciones de El mal querer en el Sónar de hace un año pero todavía no había desplegado todo su poderío en Barcelona. “Yo estudiaba aquí al lado, en el ESMUC, la universidad de música”, dijo Rosalía en catalán, mirando emocionada hacia su derecha. “En aquella época escuchaba mucho a alguien que luego he podido conocer y con quien he grabado una canción que me encanta”, añadió, y apareció sobre el escenario James Blake, uno de los muchos sueños hechos realidad de la joven catalana.

Con él interpretó Barefoot in the park, en la única sorpresa de un concierto, en el que algunos esperaban ver subir al escenario a J Balvin, con quien Rosalía también ha hecho una sonada colaboración.

Balvin no apareció, pero nadie salió decepcionado, al contrario, el público llegó corriendo excitadísimo al concierto y disfrutó de todas las canciones, a pesar de las muchas incomodidades, ya que el espacio estaba tan lleno que era casi imposible verla directamente, a pesar de estar subida en una tarima, y había que contentarse con mirar las pantallas.

Muchos de los padres con niños que acudieron al espectáculo huyeron del centro de la explanada cuando vieron la masa que se les venía encima y tuvieron que ver el espectáculos desde los lados, muy de lejos.

Pero la poca visibilidad no fue motivo de disgusto porque el montaje de Rosalía es potente y contundente, y su magnetismo innegable.

La última canción que ha publicado, Aute Cuture, llegó en la recta final y la presentó haciendo bromas sobre sus uñas, que tanto han dado que hablar en las redes tras la salida del vídeo en el que luce unas gigantescas.

Malamente cerró el concierto, con todo el Primavera cantando a voz en grito y bailando junto a la reina del neoflamenco urbano.

Tras Rosalía llegó otra diosa, Solange, que se solapó nada más y nada menos que con Neneh Cherry y Jarvin Cocker, en una jornada intensa que reunió a 63.000 personas y batió récords de asistencia.

Solange, la hermana hipster de Beyoncé, ofreció un concierto con referencias estéticas al jazz, en el que todos los músicos, desde el teclado hasta la trompeta, se movían al unísono. Un espectáculo conceptual y minimalista, que rompió esquemas cuando la artista se puso ha hacer twerking a cuatro patas y las bailarinas protagonizaron un erótico canto al cuerpo femenino.

El broche de oro lo puso J Balvin, que fue la estrella del sábado, con permiso de Rosalía, pero también la mayor controversia, pues hay quien ve en la entrada de la música latina en el festival un ataque personal.

No obstante, la realidad se impuso y debajo del escenario no cabía ni una persona más; el reggaeton triunfó entre los asistentes, que se dejaron hasta el último aliento contoneándose como si estuvieran en una discoteca, con temazos como Con altura, Contra la pared, Downtown y Baila, baila, baila.