Dice Álvaro Arbina que “escribir es un intento inútil de detener el tiempo. Es un engaño, una fantasía, un intento maravilloso. Escribir es hacer sentir a otros lo que uno siente leyendo. La escritura podría tener mil definiciones, muchas de ellas opuestas, y sin embargo todas verdaderas. Un día leí que te puedes considerar escritor cuando la gente se refiere a ti como el escritor. Creo que ser escritor no es cuestión de los demás, sino de uno mismo”. “Zer esan beraz literaturari buruz. Zergatik tematzen gara irakurtzen, idazten. Bada, horregatik: bizitza topatzen dugulako hitzen artean, eta hor gaudelako gu, bizitza horren erdigunean, sentitu dezakegu eta harrigarria da”, apunta, por su parte, Katixa Agirre. Ambos autores gasteiztarras son la parte fundamental este año del certamen Gazte Hitzak puesto que al mismo tiempo ejercen de jurado y son parte del premio. De hecho, el concurso impulsado por el Servicio Municipal de Juventud está ya en esa última fase en la que los dos escritores van a acompañar a las cuatro jóvenes firmas que han ganado la cita.

“Bueno, se agradecen los 300 euros para comprar libros sobre todo en mi caso, que soy un lector y un comprador de libros empedernido, que creo que es peor porque de lo que compro a lo que me da tiempo a leer, hay una brecha”, sonríe Xabier Iñarra San Vicente, quien con Náufragos en el tiempo ha ganado la categoría de 19 a 25 años en castellano. “El relato tiene dos ejes centrales. Uno es la inmortalidad, la posibilidad de que el ser humano viva para siempre. La aparición de esa inmortalidad crea un conflicto, que es cómo cambia nuestra vida, si tenemos una existencia eterna, cómo vamos a afrontarlo. La segunda idea, que está muy relacionada con ésta, es el transformismo, la posibilidad de que los seres humanos nos estemos transformando, metamorfoseando de manera constante. En una vida realmente eterna, tal vez sintamos la tentación de no ser siempre los mismos, de ir cambiando nuestra identidad”, describe.

Tanto su creación como la de los otros tres galardonados ha sido editada junto a las ilustraciones realizadas por Laura Arrue para cada relato, que van a ser difundidos también a través de la web del Consistorio gasteiztarra. “Todos sabemos escribir pero pocos saben redactar bien y transmitir emociones y sensaciones a través de las palabras. Desde pequeña he tenido la suerte de que mis padres me han inculcado el valor de la lectura. Siempre he tenido un libro en la mesilla para leer. Leo mucho pero no escribo tanto”, confiesa Iria Méndez Neira, que con La Moira ha conseguido el primer puesto también en castellano pero en la categoría de 14 a 18 años. “Mi relato trata de una chica que se encuentra en un estado mental bastante turbado, por así decirlo, tras haber dado muerte a un ser querido por petición de esa persona. He querido incidir, más que nada, en la culpabilidad que experimenta la protagonista”.

Los cuatro reconocen riendo que el ego lo tienen a la perfección después de escuchar las valoraciones realizadas por Arbina y Agirre. “Que te digan que está bien es importante, pero además que te lo comente una persona que es escritora y además como Katixa Agirre... es muy importante”, relata Ania Latorre Armentia, cuyo relato Orri txuria es el que ha triunfado en euskera en la categoría de 14 a 18 años. “Trata sobre una persona que quiere ser escritora pero que no sabe qué escribir. De hecho, al final, no queda claro si lo que está pensando es como un sueño o? Queda a la interpretación de cada uno. A veces no sabes qué escribir y realmente puedes hacerlo de lo que tienes delante de las narices. No hace falta que cuentes una historia impresionante, sino darle la vuelta a las cosas”.

Se da la circunstancia, que no casualidad, de que Oier Quincoces Blas ya ganó Gazte Hitzak en 2015, aunque en aquella ocasión lo hizo con un relato en castellano. “Hacía tiempo que no escribía en euskera pero este año había decidido tirarme a la piscina y, hombre, al principio me costó un poco porque todo se oxida con el paso del tiempo. Por eso hay que tratar de mantener y no perder esa capacidad”, apunta quien ahora repite galardón pero en euskera y en la modalidad de 19 a 25 años gracias a Horma zuriak. “Parte de un accidente de tráfico en el que una mujer sufre una gran pérdida. Pierde la capacidad para comunicarse con el mundo. Y a raíz de esa pérdida, cuento un poco cómo es capaz de enfrentarse a esa nueva realidad. Reflexiona también sobre la relación de la maternidad y el idioma”.

A corto y largo plazo Hablar de convertir el hecho de la escritura en su profesión de futuro es complicado. A los cuatro les gustaría, pero son conscientes de que no es nada sencillo. “A mí siempre me ha gustado contar historias y la literatura me da la oportunidad de hacerlo de una manera única y genuina. Por mis estudios también tengo relación con la literatura porque estoy haciendo Filología Hispánica y ahora estoy terminando un máster de estudios literarios en la Complutense. Así que tengo ese vínculo por distintas vías” dice Quincoces.

“Escribir es algo que sale de ti, no es algo buscado. Igual que las abejas hacen miel, es instintivo”, apunta Iñarra, que usa esa pulsión “como respuesta a preguntas filosóficas. Parto de algo que quiero expresar, de una idea filosófica, de un conflicto social o un dilema personal y busco una historia que sirva de pretexto para abordar esa cuestión”. Además, todos coinciden en que, como expresa Latorre, son ante todo personas que leen para ser, después, personas que escriben.

Ya dirá el futuro por dónde va cada renglón. Lo inmediato es la conexión que cada uno va a tener durante los próximos meses con Agirre y Arbina. Y en esto, aunque lo expresen con diferentes palabras, los cuatro también coinciden en el mismo fundamento. Como apunta Méndez, “con mis 17 años creo que todavía tengo muchas cosas que aprender en torno a la escritura. He leído mucho pero no he escrito tanto. Creo que el contacto con Álvaro puede suponer una experiencia muy enriquecedora en este sentido”. Es de esperar que así sea en todos y cada uno de los casos.