Vitoria - Un teatro con el público moviéndose por tres espacios diferentes. Un espectáculo compuesto por tres montajes de pequeño formato y para aforos limitados. Un estreno con argumentos ya conocidos. Un día con dos citas diferentes. La compañía gasteiztarra Pez Limbo reúne hoy a los espectadores en el Principal para poner de largo Koxkak tanto a las 20.00 como a las 21.30 horas, y aunque todavía quedan algunas entradas disponibles, no son muchas, así que mejor no esperar al último momento.

Quienes tengan su presencia asegurada (en cada pase pueden entrar unas 80 personas) accederán al vestíbulo del centenario edificio de la calle San Prudencio y a partir de ahí comenzarán un viaje en diferentes sentidos. Para empezar, espacial porque tras dividirse en dos partes irán recorriendo distintos lugares del Principal, donde se encontrarán con Tripaki salda, Oilo ama y Boxers. Y aquí estará otro sentido, el del viaje argumental por estas piezas, versiones en euskera de ¿Espinazo o callos?, Mamá gallina y Boxers, producciones estrenadas entre 2012 y 2014 que han conseguido tener un reconocido y amplio recorrido dentro y fuera del País Vasco.

“La labor más importante en este proceso ha sido la de la traducción porque realmente es complicado hacer una adaptación de nuestro lenguaje. Lo que escribimos en castellano tiene muchos juegos de palabras y, por lo tanto, no se puede hacer una traducción literal”, explica Eduardo Hernando. Para afrontar el reto, el grupo ha trabajado dentro del equipo contando con las aportaciones de Josune Velez de Mendizabal, Aitor Pérez Collado y, sobre todo, Raúl Camino “ya que es el que más controla el lenguaje que hemos utilizado en la versión en castellano de las tres piezas y qué vueltas se le puede dar al euskera manteniendo el espíritu canalla de cada obra sin perder el ritmo”. El resultado de esa labor es el que hoy podrán conocer los primeros espectadores de Koxkak.

Un camino de ida y vuelta Esta nueva fórmula supone, en cierta medida, completar también un círculo para la compañía. Al fin y al cabo, cuando Pez Limbo empezó a dar sus primeros pasos encontró en el teatro de cerca o teatro de pequeño formato -dentro de las distintas fórmulas que se usan para definirlo- una manera de mostrar su trabajo, de acercarse al público ya que acceder a la programación de los grandes escenarios era complicado.

Montajes de duración corta para aforos reducidos en los que poder desarrollar una manera diferente de hacer las cosas, donde poder construir un sello propio que el grupo ha sabido cuidar y evolucionar. Esa fue la apuesta. Sin embargo, aunque este formato se ha convertido en seña de identidad del proyecto y a pesar de que se ha demostrado que tiene salida, lo cierto es que es un tipo de producción difícil de programar en los teatros convencionales.

Así que la idea, como ya ha hecho con Óxido, pasa por ofrecer a los programadores, y por tanto al público, un espectáculo compuesto por tres obras pequeñas que se desarrollan casi de manera simultánea por lugares menos habituales pero dentro del teatro. “Todo ello sin perder la intimidad, la cercanía que caracteriza a lo que hacemos” en la que no hace falta esforzarse para descubrir que todo pasa “sin artificios”, a escasos milímetros de la propia presencia del público.

De esta forma, la compañía que en sus comienzos tuvo que buscar alternativas para trabajar al no poder acceder a los grandes espacios, ahora llega a ellos pero siendo fiel a su esencia, un camino de ida en el que ahora toca la vuelta. Con todo, como reconoce Hernando, esta fórmula exige del reparto -sobre todo teniendo que hacer dos sesiones seguidas para poder ofrecer a los teatros unos números de espectadores que les resulten interesantes- un trabajo “muy intenso”.