madrid - A través de testimonios de víctimas, abusadores y expertos, el ganador de un Goya por el documental Bucarest, memoria perdida deja en evidencia “un patrón sistemático de encubrimiento” por parte de las autoridades eclesiásticas y apunta a que el aparente cambio de actitud del Vaticano es solo “cosmético”.
¿Cuál es el origen del proyecto?
-Desde Spotlight, todos los periodistas quisimos hacer algo así. Es una lección de periodismo. El problema de la pederastia en la Iglesia española es muy grande y cuando lo ves a vista de pájaro como un sistema descubres que actúan como si hubieran leído todos el mismo manual de instrucciones, con las mismas tácticas de encubrimiento.
Todos los casos que incluye eran conocidos; la novedad es que Miguel Hurtado pone nombres y apellidos al suyo, que sufrió con 16 años en Montserrat.
-Buscábamos una figura que hiciera de hilo conductor. Miguel, psiquiatra infantil y activista, tiene una capacidad de análisis y de expresión de sentimientos muy superior a otras víctimas, y aún no había puesto nombre públicamente a su abusador (Andreu Soler, fundador de los scout de Montserrat).
El Gobierno está tramitando una ley que aumenta el plazo de prescripción de estos delitos, ¿es suficiente esta medida?
-Era necesario, este tipo de trauma suele tardar más de 20 años en aflorar. Otra cuestión es la oposición de la víctima. Si no hay oposición, el juez lo considera un abuso menor pero en estos casos nunca hay oposición manifiesta. Es un cura manipulando desde su superioridad, no solo como adulto sino también espiritual. A la nueva ley le falla esa parte.
Denuncia que ha habido un patrón sistemático de encubrimiento por parte de las autoridades eclesiásticas. ¿El Vaticano ha empezado a cambiar?
-Lo cierto es que Benedicto dimitió antes de que le tocara y que en el gran caso de pederastia de Alemania el encausado es hermano de Benedicto. Aparentemente resultó ser un monstruo demasiado difícil de dominar.
¿Y el papa Francisco?
-Viene con grandes palabras, crea una comisión antipederastia en la que mete a dos víctimas; una, Pete Saunders, está en nuestro documental, y la otra es Marie Collins. Las dos dimiten al año porque dicen que no sirve para nada y que es pura imagen. De momento, el cambio es solo cosmético, no se ha hecho casi nada.
En febrero, el Vaticano ha convocado una cumbre mundial contra los abusos, ¿qué espera?
-A Francisco le va a pasar lo mismo que a Ratzinger. Allí donde intentan poner orden, se les hunde la estructura, el problema es de tal tamaño que no tienen las herramientas necesarias. Nosotros contamos varios casos -La Bañeza o el caso Romanones de Córdoba-, que se resolvieron igual. Los afectados escriben al Papa, se monta una comisión de investigación y se acaba exonerando a los abusadores. Siempre es lo mismo.