El amor, la paternidad, el pasado, las mujeres, el secreto, el éxito, el deseo, el sacrificio, el vicio y la extravagancia son los temas que se abordarán en el programa que hoy comienza en Cuatro La vida con Samanta. Un espacio muy personalizado, como todos los que hace Samanta Villar, y en el que ella abre las puertas de su casa en vez de colarse como acostumbraba hasta ahora en la de los demás. Madre de dos hijos gemelos, cabe destacar su pasión por sus criaturas, se puso en el ojo del huracán cuando lejos de asumir todas las ñoñerías y las definiciones edulcoradas que han definido la maternidad, las puso en solfa e inició un discurso más terrenal de lo que supone ser madre a día de hoy y el prestigio social que “tiene ser una buena madre sacrificada y abnegada sin derecho a quejas”,
¿Cómo es ‘La vida con Samanta’?
-Siempre es sorprendente en general y en el programa también. Damos continuidad a nuestra manera de hacer el factual. Estamos en el décimo aniversario de trabajar con Cuatro. El primer 21 días se estrenó en 2009 y era una fecha bonita para volver.
¿Qué tiene que ver ‘La vida con Samanta’ y ’21 días’?
-Mantiene las señas de identidad: las historias sorprendentes de gente anónima, el acercamiento desde la empatía, alejamiento de la entrevista clásica, siempre desde la verdad? ¿Qué ponemos de nuevo en la televisión? Llevamos 10 años entrando en la casa de la gente, era el momento idóneo para que la gente entrase en mi casa. Hemos invitado a personajes anónimos para que vengan a casa y vivan en ella unos días. La experiencia ha sido estupenda.
¿Qué historias va a llevar al programa?
-Son diez entregas con diez temas distintos: el amor, la paternidad, el pasado, las mujeres, el secreto, el éxito, el deseo, el sacrificio, el vicio y la extravagancia.
Son temas muy genéricos.
-Totalmente de acuerdo. Pero nos permite hacer nuestro recorrido, mostramos tres historias de personajes, más una historia en primera persona por mi parte. Con todos los elementos que me brindan mis invitados aprendo mucho. Hay una conclusión final sobre lo que más me ha sorprendido o impactado.
¿Y cómo es de verdad la vida de Samanta?
-Normal, como la de la mayoría de la gente supongo. Siendo madre, compartiendo mi vida en pareja y trabajando. Parece normal, ¿no crees?
Sí, claro. ¿Cuántos años tienen ya sus gemelos?
-Casi tres, yo ni me lo creo, cómo pasa el tiempo.
¿Qué le ha parecido este tiempo, un siglo o que los meses se han ido en un suspiro?
-Ja, ja, ja? El primer año fue el más difícil de todos, a medida que va pasando el tiempo resulta más fácil, voy recuperando parcelas de mi vida?
¿Se acuerda de cómo era su vida?
-Uf, llega un momento en el que se olvida cómo era tu vida antes de ser madre. Creo que una parte del pasado lo voy recuperando. Ellos, los niños, cada vez son más autónomos, hablan por los codos. Están en una fase superbonita, no paran de hablar y contarte cosas. Te dicen: Mamá, te quiero?
Y a usted se le cae la baba, ¿me equivoco?
-No. Es una maravilla cuando lo escuchas. Están muy divertidos, también tienen sus berrinches y esos momentos en los que dices: no puedo más. Están para comérselos.
Está volviendo al carril de los que idealizan hasta el infinito el embarazo primero y la maternidad después.
-No, en absoluto. Ambas cosas tienen cosas estupendas y a mí me quedan muchas por descubrir, malas también, seguro. Pero es cierto que hay una idealización como de azúcar. Según lo establecido es un tiempo maravilloso. Un discurso basado en esta edulcoración es muy poco terrenal, nada real.
¿Cómo definiría el enfrentarse de golpe a la maternidad, y en su caso por partida doble?
-Es un tiempo lleno de dificultades, de sacrificio, entrega e inseguridades. Los escenarios a los que te enfrentas son completamente nuevos. Lo más radical que veo yo en esto de la crianza es que no tienes descanso ninguno. Eso no me había pasado antes en mi vida, no lo había vivido antes de ser madre.
¿Ni en el trabajo?
-Por supuesto que no. Fíjate que tenemos trabajos super estresantes, muy entregados. Llevo diez años trabajando fines de semana, festivos, noches, madrugadas? Me adapto a todos los horarios, he sometido mi vida personal a la profesional, tengo la maleta abierta siempre, he hecho viajes por todo el planeta. Es un trabajo cansado, pero siempre hay un momento en el que se termina un rodaje y tienes un fin de semana libre.
Y la maternidad no respeta libranzas de 48 horas, ¿no?
-Es el mismo nivel de entrega y de sacrificio, pero jamás paras. Ostras, son momentos muy estresantes. Cuando me di cuenta de cómo era la maternidad pensé: Pero ¿cómo no me lo han dicho antes?
¿Qué hubiera hecho de haberlo sabido con anticipación?
-No lo sé, seguramente ser madre. No te cuentan experiencias reales, te hablan del lado bonito y en muchos casos con exageración.
Dice que ahora lo ve mejor.
-Sigue siendo sacrificado, no digo que no, tu vida no vuelve a ser la misma, pero ahora me lo tomo de otra manera y digo: Necesito descansar y se van a quedar con el padre o con la persona que tenemos para cuidarlos. La madre se va a dormir y si quieren agua, que se la dé el padre.
Le van a llamar madre desnaturalizada o mala madre.
-Ja, ja, ja? Es posible. Pero por esta situación de estar agotadas y al límite pasamos todas las que somos madres. La crianza es dura, pero se puede solucionar.
Estos adjetivos no se aplican a los hombres.
-Claro. Es una gran construcción del hetereopatriarcado, suena horroroso, ya lo sé. Un acto tan sacrificado como el de la crianza ha recaído, aún sigue pasando, en exclusiva sobre las mujeres. Lo que se ha hecho es legitimar estas situaciones y hacer el discurso de la buena madre, darle mucho prestigio social para engañarnos, para que nosotras nos sacrifiquemos, pero contentas.
¿No quería usted el prestigio social que da el ser una buena madre, sacrificada y convencida?
-Pues no. No me seduce mucho ese tipo de prestigio social. Se te estigmatiza cuando de repente dices en alto: Esto es un gran sacrificio, por qué no empezamos a hablar de cómo organizarnos de otra manera. Eso no les conviene a los hombres. Si empezamos a decir que es demasiada carga para la mujer y que hay que ser corresponsables...
Un discurso el suyo que no solo ha molestado a los hombres.
-Es que hay muchas mujeres machistas en este sentido. Hay mucho contrasentido en la forma en la que se vende la maternidad.
¿Va a abordar este tema cuando trate en su programa el capítulo de la paternidad?
-Nada que ver. Siempre que hablamos de los hijos y de la crianza, inconscientemente hablamos de las mujeres. Vamos a empezar a hablar de los hombres, pero la óptica es completamente distinta. Que ellos nos cuenten sus historias como padres. Creo que de esta forma contribuimos a descargar la maternidad y a empezar a darle protagonismo a la paternidad. Es muy necesario.
¿Asumió con deportividad las críticas o se rebotaba?
-En absoluto me reboté. Veo tan evidente lo que digo que ni siquiera entré en discusiones, es todo tan obvio.
¿Tiene más proyectos entre manos?
-Sale en febrero un libro, La carga mental femenina.
Explíquemelo.
-La supervisión de la crianza y la planificación en el hogar casi siempre recae al 100% sobre las mujeres. ¿Has bajado la basura? ¿Has comprado lo que te dije? ¿Tienes que recoger tú a los niños?
Frases de mujer, supongo.
-Sí, claro. Pero también la típica frase de los hombres: Es que no me lo has dicho. De verdad, ¿tienen que esperar a que les digamos una cosa para hacerla? Seguro que te sientes identificada.
Puede ser. Pero los tiempos han cambiado mucho, creo yo.
-No digo que no. Pero en algunas cosas como la crianza de los hijos y los temas de casa sigue al frente la mujer. Y pasa lo que pasa, vamos todas como locas porque tenemos que estar pendientes de todo.
Es de suponer que el padre de sus criaturas estará muy involucrado en la crianza de los hijos.
-Ja, ja, ja? Sí, él es muy corresponsable, pero ya lo era antes. Siempre lo ha sido, hemos tenido más problemas por lo contrario, los dos queremos supervisar y mandar. Nos hemos hecho un hueco mutuo.