Vitoria - Músico y productor (Amets, Coro Araba...), fundador y director del Grupo de Teatro Samaniego, profesor y máximo responsable del Colegio Samaniego, director del área de Cultura del Ayuntamiento de Gasteiz durante más de dos décadas... se podrían incluir más cargos o definiciones. Su currículum vital, cultural y profesional es largo e intenso. Un camino que durante mucho tiempo ha estado vinculado a un Principal en el que, tras la jubilación en el Consistorio vitoriano, sigue desarrollando un papel fundamental, el de espectador. Junto al escenario de la calle San Prudencio, Enrike Ruiz de Gordoa y Alda celebra los cien años que el edificio cumple este martes.
¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la cabeza si hablamos del Principal?
-El grupo Amets. Era un lugar en el que, en aquellos tiempos difíciles, se nos posibilitaba, junto con el Coro Araba, que la nueva canción vasca en Álava pudiera escucharse. Me acuerdo de esos nervios de un jovenzuelo que empezaba a cantar y que venía al teatro, que era el principal de la ciudad.
Eran años en los que en la misma calle San Prudencio estaban el Guridi, Florida... Es evidente que han cambiado las formas de ocio, pero es que Vitoria hoy, con más población, tiene menos escenarios y pantallas que en esos años 60, 70 y 80 del siglo pasado.
-Ésta es una gran preocupación desde hace tiempo. La prueba es que en el 89, cuando José Ángel Cuerda empieza a ver qué es lo que puede ocurrir con los espacios de centralidad dedicados a las artes escénicas, lo que plantea es comprar el Guridi para que con ese dinero, VESA pueda reformar el Principal. Así, la ciudad se iba a garantizar dos espacios de centralidad con gran capacidad, uno especializado más en música y en grandes montajes, y el Principal para ese teatro y otras propuestas más cercanas. Pero aquello no salió adelante porque VESA entendía que no se le podía forzar a que con ese dinero hiciera una cosa determinada. Rotas las negociaciones, hubo que rescatar el Principal porque veíamos que la ciudad se iba a quedar sin estos espacios.
Una situación complicada porque público había...
-Por entonces, el Ayuntamiento alquilaba a VESA, al cabo del año, 100 días para programar porque si no, no había propuestas para el público, salvo en fiestas, que eran días en los que sí había más movimiento. Félix Petite, a través del Consejo de Cultura de la Diputación, de La Farándula y antes del Taller de Teatro de Manuel Iradier, intentaba que hubiera teatro en la ciudad durante todo el año pero acceder a los escenarios existentes era complicado. De hecho, uno de los espacios que se volvió de centralidad y de revolución teatral fue el teatro de los Marianistas. Además, al ser un centro religioso, la censura, a pesar de que existía y se movía mucho, no era tan fuerte. Durante años, ese lugar sirvió para generar un público y un contexto importantes. Pero cuando llegamos a finales de los 80 y principios de los 90, el Guridi se convirtió en unos multicines, siendo hoy una cadena de alimentación y un gimnasio. El Florida también pasó a ser un multicines. Y el resto de lo que había, desapareció. A eso le tenemos que sumar que en estos años hemos echado millones de euros a la basura con el tema de los dos auditorios. Así que el Principal es el espacio que tenemos. Es verdad que tenemos en los centros cívicos lugares para la escena, pero es para un teatro mucho más de cercanía. Cada vez que paso por la calle San Prudencio, no sólo pienso en que el Principal cumple cien años, también me viene a la mente qué va a pasar cuando se quiera hacer algo en él puesto que no hay un repuesto, por ejemplo, para la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que tiene en Vitoria 700 y pico abonados. Esa es la angustia que me genera el centenario.
¿Necesita la ciudad primero un nuevo espacio y luego afrontar la reforma del Principal? De hecho, ¿la ciudad da para necesitar otro espacio?
-Sí, sí da. Y en cuanto a la primera pregunta, ya tenemos la experiencia de cuando estuvo el Principal cerrado para la reforma de los 90. Tuvimos que hacer un Festival Internacional de Teatro en el polideportivo del Europa y hubo mucho tiempo en el que hubo montajes que no pudieron llegar a la ciudad. El Beñat Etxepare se convirtió en un colchón en cierto sentido, pero... Ahora mismo, viendo la situación de la plaza de toros Iradier Arena, en la que ya no hay toros, deberíamos pensar que tenemos un espacio de centralidad, con un magnífico aparcamiento debajo, con transporte público justo a la entrada y en el que podríamos hacer un proyecto para convertirlo en un lugar dedicado exclusivamente a las artes escénicas y a la música. Es verdad que tiene la configuración que tiene, pero hay referentes en los que nos podemos fijar, por ejemplo en Francia o incluso en el propio Teatro de la Maestranza de Sevilla. Sería ahora mismo la gran baza con una cierta inversión. No sé si el arquitecto Diego Garteiz? estaría dispuesto a que se le tocara esa obra, pero creo que es el mejor sitio. Primero habría que abordar eso y después volver al Principal para hacerlo más cómodo aunque eso suponga reducir el aforo, con mejor visibilidad... No sé si estamos todavía a tiempo, pero con el proyecto de Uriarte para la manzana de San Prudencio se podría mirar la posibilidad de ampliar el edificio porque el Principal está muy limitado en cuanto espacio. Así podríamos dedicar este edificio al teatro que necesita esa cercanía, esa proximidad, llevando el resto de propuestas al Iradier. No abordaría nada del Principal sin antes tener el soporte de otro espacio, sobre todo si queremos hacer las cosas bien y con tiempo.
A la hora de afrontar estas posibles actuaciones u otras, ¿lo que falta es dinero o iniciativa para hacer las cosas?
-En esta ciudad, lo primero que falta es consenso. No tenemos que estar intentando zancadillear al contrario siempre. Antes de que nazca un proyecto, ya hay una plataforma en contra. Así que nos falta, primero, consenso y, luego, creernos las cosas. Tenemos que ser valientes, audaces. Conseguido eso, llegar a los recursos económicos es más fácil. Aquí le damos muchas vueltas a todo. Incluso con la reforma del Principal ves choques por quién hace qué. Vamos a ver, si una legislatura da para inaugurar rotondas y poco más, el resto tienes que saber que tú vas a iniciar un proyecto que, si no sigues tras las urnas, lo va a terminar otro. Hay manía por querer firmar, por decir, como les decía el presidente de la Diputación de Castellón a sus nietos, lo de éste es el aeropuerto del abuelo. Aquí las cosas son para los ciudadanos y nos falta consenso. Y si hay voces críticas, perfecto, pero que estén en el proceso del debate. Eso sí, una vez llegado al acuerdo, que todo sea buscar los recursos y ponerse en marcha.
Imagine que el Iradier cumple con la función que plantea y que el Principal está reformado. ¿Sería el momento de ofrecer los teatros de los centros cívicos para residencia de grupos locales o para...?
-Sin lugar a dudas. Cuando existió la cooperativa Denok, esta ciudad estaba en el triángulo, junto a Madrid y Barcelona, de las artes escénicas. El trabajo posterior ha creado compañías estables y hoy tenemos un Premio Nacional de las Artes Escénicas, actrices y actores que salen fuera y se les reconoce... hay un caldo de cultivo tremendo. Esos espacios podrían ser residencias, por supuesto, y dar para mucho más, también con la implicación en la gestión, como pasa en el Beñat Etxepare y Paraíso, de esa parte privada. Tenemos experiencias que son referentes. Poder ensancharlas, nos daría muchísimo. Las cosas se pueden ir haciendo con tranquilidad pero sabiendo dónde queremos llegar.
De todas formas, ahora que se habla tanto de la reforma y de las carencias del Principal, ¿qué virtudes tiene el ‘abuelo’?
-La mayor que tiene es que es el espacio de referencia para la inmensísima mayoría de la ciudadanía. Es el abuelete y a los abuelos se les tiene cariño a pesar de que tengan achaques. Además, es un espacio que tiene cercanía, que es, como dicen algunos, una bombonera. ¿A quién no le gustan los bombones? Pero asumiendo que es una bombonera, debemos limitar qué es lo que puede llegar a este espacio, qué es lo que más le conviene. Aquí hay otra cuestión importante. A veces escuchas, por ejemplo, que es muy fácil alquilar el Euskalduna. Claro, es que es un espacio que no programa nunca. Aquí es al contrario. Con la programación que se hace desde la ciudad, ya se llena el calendario. No hay posibilidad. Tener ese otro espacio, sí nos permitiría jugar en este sentido.
Estos años de crisis han supuesto recortes brutales para la cultura y da la impresión de que la sociedad ha justificado esa situación, entendiendo que el euro puesto en cultura no es inversión, es gasto. ¿Cómo se le da la vuelta a eso?
-Es un tema de pedagogía y de insistencia. El ámbito de la educación y el de la cultura son los que de verdad pueden transformar y cohesionar una sociedad. La gran inversión que hay que hacer es en educación y en cultura. Es lo que hace a los pueblos más críticos y conscientes. Lo hemos visto en las últimas elecciones. ¿Vamos a perder la tolerancia? ¿No tenemos memoria? ¿Qué estamos haciendo mal? Cuando hay un pueblo culto, cuando hay un pueblo que se preocupa y que se ocupa de la educación y la cultura, es mucho más difícil llevarlo como si fuera un rebaño. Los mesías y líderes carismáticos no abundan en sociedades en las que hay una buena formación y una buena educación.
Ahora que habla de la educación y que estamos charlando sobre el teatro, una de las preocupaciones en el Principal y otros espacios escénicos es la falta de jóvenes en las butacas.
-Pero no sólo lo ves aquí, sino en todos los sitios. Es el gran problema. ¿Qué pasa? Para empezar, que hay gente que no se ve representada en las tablas. El proyecto de la Joven Compañía, por ejemplo, es muy interesante y lo hemos podido conocer en Vitoria. Estamos hablando de jóvenes que están intentando llevar a otros jóvenes temáticas que les conciernen y hacerlo desde el escenario. Pero sí, es una preocupación evidente. Pasa lo mismo con el tema de la música clásica. Aquí vienes a los conciertos de la Sinfónica de Euskadi y ves en las butacas lo que ves. Pero no sólo eso. Cuando vienes al Principal, también echo en falta más hombres en el teatro. El otro día estuve en Ortzai, por ejemplo, y había un espectador y todo el resto eran espectadoras. Ellas nos llevan mucha ventaja. Volviendo a lo de los jóvenes, hay que tener en cuenta que cuando en los currículum escolares ves que la filosofía no está, a la gimnasia se le quitan horas, a... Tenemos que hacer una reflexión en este sentido, pero también apostar por no quedarnos sólo en el ámbito escolar e ir más allá. Lo único que pediría es no tener prisa, no querer ver resultados inmediatos.
Ya que estamos de cumpleaños, ¿un regalo para el Principal, para el abuelo?
-Un nieto, el espacio para las artes escénicas y la música en el Iradier Arena. Ese sería el mejor regalo.