‘entre dos aguas’
Durante un momento, Isaki Lacuesta se convirtió en el cineasta total, un artista completo. Todo lo que hacía encontraba ecos favorables. Cambiaba de registro y de formatos y daba igual, todo era recibido con devoción, con admiración, hasta con fe. Cine-ensayo, videoinstalaciones, cine documental?, todo le funcionaba bien, pero el tiempo se le hizo corto.
Tras la Leyenda del tiempo (2006), Isaki Lacuesta entró en una fase de trabajo frenético. Este mismo festival, el Zinemaldia, fue testigo de la extremada pleitesía con la que el director gerundense era recibido. En consecuencia, Donostia le concedió, merecidamente, la Concha de Oro a la mejor película por Los Pasos Dobles (2011).
Ese momento dulce sufrió un brusco choque cuando Isaki Lacuesta se adentró en el mundo de la comedia gruesa con Murieron por encima de sus posibilidades (2015), un experimento en clave de humor dirigido por alguien que hasta ese momento no había dado señal alguna de ser gracioso. No lo es, y su película naufragó de modo lastimoso. Así las cosas, Entre dos aguas, título que evoca el tema de Paco de Lucía, recupera los personajes y el paisanaje de la que fue la película que le abrió el camino: La leyenda del tiempo.
En Entre dos aguas, Isaki Lacuesta va a la espera de la salida de la cárcel de Isra, el niño gitano que en la película de 2006 confrontaba su desorientación con la curiosidad de una turista japonesa enamorada del flamenco. Doce años después, Isra se ha convertido en lo que su destino parecía imponer, carne de presidio. Y doce años después, con un material solventemente filmado, Lacuesta vuelve a retratar el mismo laberinto, el de la Andalucía profunda de marismas y narcotráfico, de arrabales y desheredados.
Cineasta de retórica dialéctica, en su cine la idea del doble se impone a menudo. Aquí, aunque Isra es el referente, su hermano Cheíto actúa de contrapeso. Uno ha recorrido la calle para acabar preso; el otro, pertenece a la Armada y recorre el mundo haciendo pan y en acciones militares que también le alejan de su familia y de su mundo. Ambos son prisioneros de sus circunstancias y ambos tienen hijas y un futuro incierto.
Durante 136 minutos, tal vez demasiados, Lacuesta se recupera de su desvaríos con Murieron? para evidenciar sus mejores virtudes como recolector de fragmentos de lo real. Concebida en una estructura capitular, Entre dos aguas se levanta secuencia a secuencia, situación a situación. En algunos casos con un exceso de dramaturgia; en otros, con relámpagos de ese cine mágico que surge cuando se deja que la vida transcurra frente al objetivo. En eso, Lacuesta se aproxima y mucho, al hacer de Pedro Costa. Ambos provienen de buena cuna; ambos les gusta adentrarse en el abismo.