Donostia - Sus celosías descansan sumergidas bajo el Mar de Cortés, permitiendo a los buceadores sumergirse entre ellas. Otra de sus obras destapa el Londres subterráneo, en la base del edificio de Bloomberg, el complejo diseñado por Norman Foster. Cristina Iglesias (Donostia, 1956) está considerada una de las artistas vascas más reconocidas internacionalmente.

Sus obras ya ocuparon el Guggenheim Bilbao en 1998, adecuándose al edificio de titanio de Frank Gehry. Años más tarde, en 2013, irrumpió con sus esculturas transparentes en el Reina Sofía. Y, a partir del 6 de octubre la artista donostiarra protagonizará una gran exposición en el Centro Botín de Santander, para la que aprovechará la luz natural, el contexto arquitectónico y el paisaje que ofrece el edificio creado por Renzo Piano.

La muestra Entrespacios estará comisariada por Vicente Todolí y reflejará su trayectoria centrada en las instalaciones con agua, con obras como Desde lo subterráneo, compuesta por cuatro pozos y un estanque en piedra, acero y agua, que la artista realizó específicamente para el entorno del centro, y que también formará parte de esta exposición. Aunque a primera vista el agua es el medio menos apropiado para la escultura, Cristina Iglesias la ha puesto en el centro de sus últimos trabajos.

Se han seleccionado para esta exposición además otras 22 piezas, creadas por la artista entre 1992 y 2018, siendo algunas de ellas de monumental formato, una práctica habitual en su trabajo.

Carácter espacial Todas las obras comparten un “marcado carácter espacial y en ellas la artista mira de manera poética al paisaje y logra que se establezca un diálogo con el edificio de Renzo Piano”, señalan desde la Fundación Botín. Sus piezas siempre intentan, según subraya la institución cultural, crear un acceso a “otro lugar” imaginado, a un “paisaje profundo”. Así, el trabajo de la artista donostiarra “recrea los cuatro elementos de la naturaleza de una forma contundente, muestra el poder de lo vivo presente en los materiales inertes que nos rodean y, en definitiva, conecta mundos cercanos en lo físico y lejanos en lo cotidiano, sin los que la existencia del individuo no sería posible”.

La escultora trabaja con materiales industriales como el hormigón, el hierro y el cristal, combinados con motivos vegetales como el bambú y la hojarasca. A menudo cubre las superficies de sus obras con patrones de follaje. Las esculturas se suelen acompañar de serigrafías en gran formato sobre seda o cobre.

proyecto en donostia En la actualidad, se encuentra inmersa también en la concepción de la obra que realizará para el faro de la isla de Santa Clara. Iglesias proyecta realizar en el interior del faro uno de los trabajos más importantes de su carrera, vinculado a otros proyectos suyos relacionados con el mar y con el agua. Su intención es llevar a cabo una obra en la isla donostiarra que provoque en el visitante una reflexión sobre la situación de los océanos y la conservación del ecosistema marino. Tendrá “connotaciones muy bonitas”, que remitirán al faro como guía para los barcos que entraban en la bahía donostiarra, pero también ligará la obra a otras piezas que ha creado en el pasado, “como el pabellón laberinto de Inhotin, en el estado brasileño de Minas Gerais, y las dos esculturas que yacen en el fondo del mar en Baja California como parte de un proyecto dedicado a la creación de refugios marinos, de zonas donde no se puede pescar”, explicó recientemente la escultora, que ha donado su obra a la ciudad.

trayectoria Cristina Iglesias abandonó los estudios de química para dedicarse a la creación artística. Tras estudiar en Barcelona, se trasladó a la Chelsea School of Art de Londres. Fue en el Reino Unido donde en los años 80 comenzó a conectar no solo con la nueva escultura británica, sino también con la escuela de Düsseldorf. En ese período de descubrimiento se familiarizó con el trabajo de Eva Hesse y Robert Smithson, entre otros artistas a los que considera importantes en ese período formativo, aunque su obra está totalmente aislada de cualquier corriente o tendencia.

“A lo largo de su carrera, Iglesias ha definido un vocabulario escultórico único, creando ambientes inmersivos y experienciales que referencian y unen la arquitectura, la literatura e influencias culturales específicas del lugar”, explican desde la Fundación Botín.

A través de un lenguaje de formas naturales y construidas en varios materiales, redefine poéticamente el espacio al confundir interior y exterior, orgánico y artificial, combinando materiales industriales con elementos naturales para producir nuevos espacios sensoriales inesperados para el espectador.Cristina Iglesias atesora grandes reconocimientos a lo largo de su carrera. En 1999 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas; en 2012 ganó el Grosse Kunstpreis Berlín y en 2015 se le concedió el Premio Real Fundación de Toledo y la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes. Actualmente, su obra se puede ver en colecciones destacadas como las del Guggenheim Bilbao, el Centre Georges Pompidou (París), la Tate Modern (Londres), el MACBA (Barcelona), Moca (Los Ángeles) o el Reina Sofía, entre otras.