Lo primero que tuvo entre las manos fue una cinta de The Beatles. “Creo que era un recopilatorio”. A partir de ahí, la música siempre ha acompañado a Roberto Potis. De hecho, el guitarrista y la escena se conocen muy bien. Son muchos años juntos. Y desde esa experiencia, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA le propone, antes de que llegue un nuevo Azkena Rock Festival, hacer un viaje por sus discos preferidos tanto del siglo XX como del XXI. Cinco de un lado, otros cinco de otro. Eso y el rock, en su más amplio sentido, son los dos únicos límites, aunque el músico reconoce desde el primer momento que tener que dejar determinados títulos y artistas fuera le ha costado lo suyo. “Me ha salido una lista de títulos muy poco habituales en estas cosas. No está ni el Back in Black de AC/DC y eso que lo tengo muy machacado”, sonríe.

“Si a alguien le tengo que agradecer mi afición a la música y a la guitarra es a mi padre. En casa siempre había una guitarra colgada, aunque no la hacíamos mucho caso”. De hecho, tras aquella primera cassette de los ingleses, de mano de su progenitor apareció Fuente y caudal de Paco de Lucía. “Aquello era increíble”. A eso se unió el Rocanrol bumerang de Miguel Ríos, al que vio por primera vez en un concierto en Haro, y hasta una cinta de grandes éxitos de la CBS “en la que había de todo, hasta Las Grecas. Pero también había rock”.

Es ahí, en esa década de los 70, en la que Potis comienza su elección de los cinco títulos que, atendiendo a sus razones personales, considera básicos. Con toda la intención, ese listado arranca con el Festival (1977) de Carlos Santana. “Fue el primer guitarrista que me llamó la atención, el que me hizo coger una guitarra e intentar sacar algo. Me lo sabía de memoria. Lo tuve en cassette, lo he tenido en vinilo y también en CD”.

El primer disco de Leño, un álbum homónimo (1979), toma el relevo. “Durante unos cuantos veranos, tuve relación con gente de Madrid. Para ellos, Leño, Topo, Asfalto... eran grupos locales. Los veían en las fiestas de sus barrios, en los colegios mayores y me hablaban de ellos flipados y esa flipada me la pegaron a mí” recuerda de un álbum que se compró en Alfaro y que escuchó por primera vez El Sótano. Del mismo año es Strangers in the Night de UFO. “Hubo una época de directos que fue impresionante. Michael Schenker, Thin Lizzy, Whitesnake, Supertramp... Destaco éste porque tiene algunas cosas increíbles. Para empezar, el sonidazo para la época que es”.

Cambiando de década, Potis pone el acento en Screaming for Vengeance (1982) de Judas Priest, es decir, “los número uno en rock duro. No sé cuántas veces les he visto”. El viaje por los clásicos, por así decirlo, termina con Pearl Jam y su Vs. (1993). “Tuve el Herre durante casi tres años y nos pilló la movida de Pearl Jam, Rage Against The Machine, Soundgarden... Eran grupos a los que les metimos mucha caña”.

Toca traspasar la frontera del nuevo siglo, de afrontar los cinco de estos últimos años, un camino que inicia con otro directo, One Hot Night (2007) de Y&T. “Aquí están sus clásicos de siempre pero con sonido de verdad y algunos arreglos brutales”. Pone también la mirada en Para no ver el final (2010) de M Clan. “Creo que con algunos grupos se es injusto y éste es un caso. Sí, grabaron Carolina y tuvo su éxito comercial, pero es que ¿por ser de aquí hay que ser underground sí o sí?”, se pregunta, al tiempo que destaca, de este álbum, la canción Hasta que se acostumbre a la oscuridad dedicada a un técnico fallecido.

De nuevo con la vista puesta en el exterior, el intérprete se fija en Foo Fighters y su Wasting Light (2011) que “para mí tiene la mejor canción que ha hecho el grupo, Dear Rosemary”. Hace lo propio con Chickenfoot y su primer disco homónimo (2009). “Es gente de primera línea que en todo momento te da la sensación de que está para pasarlo bien, no para lucirse”, una idea que repite con Black Country Communion y su BCCIV (2017): “es como si hubieras metido a un montón de músicos que te gustan de toda la vida en una misma banda”.

En directo, mejor Con todo, más allá de esta elección de discos, Potis se reconoce “un gran consumidor de música en directo”. “Desde que fui la primera vez a un concierto hasta ahora he sabido disfrutar”, apunta, señalando además que “en Vitoria tenemos suerte en este sentido. Tenemos cantidad de bares que están haciendo cosas. Y tenemos la gran suerte de tener salas que llevan muchos años trabajando. En Helldorado he descubierto auténticos zambombazos como Electric Mary y The Steepwater Band. En la Jimmy he visto a Michael Schenker y a Molly Hatchet. Y en el Azkena, lo mejor que he visto ha sido Pearl Jam, The Who y Fogerty, del que me hubiese gustado mencionar en la lista Wrote a Song for Everyone. No me gustaría olvidar al Urban, que está haciendo un trabajo importante, trayendo cosas más heavys y metal, y ayudando mucho a los grupos que no son tan conocidos”.

Lo dice, eso sí, quien se ha subido, y lo sigue haciendo, muchas veces a las tablas. “Como músico fui un autodidacta que intentaba sacar melodías de oídas”, aunque luego aparecieron profesores como Arturo Blasco (“una eminencia”) y Javier Antoñana. “Antes no tenías tutoriales en YouTube ni historias de esas”, sonríe.

“Sobre el escenario, no se siente la música diferente. Lo que sí ha podido cambiar es la percepción pero no por el paso del tiempo o porque ha cambiado el público, sino por la edad. Cuando tienes 18, las cosas las ves de otra manera. Íbamos a saco. La sensación a la hora de tocar, para mí siempre ha sido muy satisfactoria. Lo hago porque me gusta. Ir a tocar la guitarra es como irme a un spa”, dice el intérprete, que tiene claro que el rock en este siglo XXI tiene futuro aunque sea algo cuesta arriba. “Hay muchos grupos y al ser tan fácil el acceso a todo, nos cuesta más ver las cosas que destacan. Pero de vez en cuando aparecen cosas muy interesantes”, afirma Potis.

UFO Strangers in the Night

Leño Leño

pearl jam Vs

Carlos Santana Festival

Judas Priest Screaming for Vengeance

Y&T One Hot Night

Black country communion BCCIV

m clan Para no ver el final

Chickenfoot Chickenfoot

Foo Fighters Wasting Light