MADRID. El arquitecto navarro Rafael Moneo ha dicho hoy en la presentación de su libro "La vida de los edificios" que algunas de sus construcciones más emblemáticas, como el Kursaal de San Sebastián, o el ayuntamiento de Murcia, son obras de arquitectura "que viven por sí mismas" y ya "no reclaman ni la autoría".

"Así como en otras yo solo he ayudado a que los edificios vivan o prolonguen su vida, como Atocha o el Prado, me parece que el Kursaal o el ayuntamiento de Murcia están tan integrados en sus ciudades que no reclaman ya ni la autoría", ha comentado el tudelano, ganador entre otros, de los prestigiosos premios Priztker o el Príncipe de Asturias de las Artes.

Según ha dicho, le queda la sensación de "haber contribuido a que una determinada ciudad en un determinado momento incorpore y haga suyas esas cosa que realmente me parece que esos edificios viven por su cuenta más que por la mía".

Y en otros momentos, el "oficio" de arquitecto, que no la profesión, ha dicho, le ha llevado a resolver cuestiones concretas, como los laboratorios o universidades americanas que ha hecho y que "han sido ejercicios de resolver problemas de programa y de lugar muy específicos donde hacía falta el conocimiento arquitectónico".

"Sea Atocha o sea El Prado, a veces me veo aceptando que se intervenga en esos edificios para poder ir adelante, aceptando trabajar para que prolonguen su vida".

Moneo presentaba hoy en el museo Thyssen de Madrid su libro "La vida de los edificios: La mezquita de Córdoba, la lonja de Sevilla y un carmen en Granada" (Acantilado), que recoge tres artículos escritos por el experto en "tres momentos muy diversos" de su vida como crítico, sobre tres edificios "que aún tienen sus puertas abiertas".

"En una vida tan larga en la que la enseñanza de la arquitectura ha estado muy presente, quería mostrar el modo en el que veo, siento y pienso la arquitectura y quería hacerlo para un público amplio", un libro casi como compañía para turistas curiosos, sonríe el profesor, Premio Nacional de Arquitectura por dos veces (1961 y 2015).

El primer texto, ha explicado, lo escribió en 1977 y formó parte de su primer conferencia en Harvard; "me pareció -dice- el más alto modo para un arquitecto" y sigue pensando lo mismo, como lo demuestra la emoción con la que habla del edificio "excepcional" que probablemente, elegiría en un listado con los mejores del mundo.

"Es difícil encontrar una obra de la que haya tantas cosas de las que hablar", ha considerado.

La pasión se le escapa cuando habla del segundo texto, "El arquitecto Juan de Herrera y el Discurso de la figura cúbica: la lonja de Sevilla como "cubo elementado", y que muestra "hasta dónde la arquitectura puede ser hija sólo de la visión de un arquitecto tiene del mundo".

En este caso, Juan de Herrera "nos permite explorar hasta qué punto un modo de pensar está en el origen de una obra de arquitectura".

La lonja, añade Moneo, "es lo opuesto a la Mezquita. Hoy trasladamos a la ciencia la explicación del universo, pero en tiempos de Juan de Herrera el conocimiento llegaba hasta explorar los arcanos, poco más. Hoy nos cuesta pensar que uno puede condensar en una imagen geométrica la estructura del mundo alrededor". Y De Herrera lo hizo.

Y el carmen de Rodríguez-Acosta en Granada, su tercer artículo, lo añade porque "quería comprobar cómo, en el primer cuarto del siglo XX, un connaisseur o un arquitecto amateur aún podía dejar la impronta de su personalidad en una obra de arquitectura, de tal modo que ésta expresara su modo de ver y entender el mundo, así como su historia.

Si la Mezquita y la lonja son "polos opuestos", el carmen de José María Rodríguez Acosta es "un diletante, es el más próximo a nosotros. Y también el menos heroico", ha resumido.