warren Zanes, escritor y exintegrante del grupo de rock The Del Fuegos, teloneó a Tom Petty en los años 80 y se hizo su amigo. En 2015 escribió su biografía autorizada, que se edita mañana en el Estado. Petty (Neo-Sounds) es un tratado riguroso en datos profesionales y personales y, al mismo tiempo, emocionante sobre un tipo discreto, con amigos escasos y una mentalidad que tiende a la oscuridad, fruto de su dura infancia y de su primer matrimonio. El libro revela al rockero ambicioso, irascible y fiel a su banda y al rock, su refugio, su anhelo de paz y libertad.

“Las canciones siempre han sido un buen sitio donde refugiarse; así que recurrí mucho a ellas”, revela Petty en el libro, reconociendo que el rock genuino, el de Elvis (a quien llegó a conocer y dar la mano), The Beatles. J. L. Lewis y Little Richard, le salvó de una infancia terrible para un niño de Gainsville, tierra de paletos sureños, al que no le gustaban los deportes, el colegio, la caza ni la pesca. Esos primeros héroes, junto a los pistoleros de las películas, fueron “un símbolo del lugar al que quería ir”.

El rock le mostró el camino para huir de su ciudad natal (“un puto pantano”, dice) y de su padre, Earl, un tipo machista, con parte de sangre india, bravucón, airado, bebedor y jugador que le propinó su primera paliza a los cuatro años por disparar a un coche con un tirachinas. Un extraño en casa, se titula el capítulo dedicado a su infancia y juventud. Más claro, agua.

“La primera vez que cuentas hasta cuatro y, de repente, estalla el rock’n’roll, es algo más grande que la vida misma”, explica Petty a Zanes. Y le ocurrió pronto, con 14 años, cuando se unió a Sundowners, tocando el bajo. Luego llegaron Epics y los seminales Mudcrutch, con Tom Leadon (hermano de un Eagles) y los ya recurrentes Mike Campbell (a la guitarra) y Benmont Tench (teclados), que nunca le abandonarían. “Había poca gente tan ambiciosa”, recuerdan sobre Petty, que se casó (“de manera precipitada y bajo presión”) justo antes de ir a probar fortuna a Los Ángeles.

El libro, cuya información de primera mano gracias a la participación de Jackson Browne, George Harrison o Johnny Cash se combina con análisis sociológicos del contexto de cada época analizada, analiza de forma pormenorizada la creación de The Heartbreakers, el grupo que siempre le acompañó y califica de “la mejor puta banda de América”. Y eso que no resultó fácil lidiar con sus filias y fobias. Stan Lynch, su batería original, no sale muy bien parado, debido a su carácter conflictivo. “Si vas a dirigir una banda durante 40 años, tendrás bajas. No sé de nadie en mi lugar que no haya tenido que afrontarlas”, explica el rockero.

Petty, que reconoce que “el dinero no era mi objetivo” y que las giras “son tentadoras” porque “te liberan de la vida”, aunque “lo importante son las canciones y hacer discos”, repasa cada uno de sus discos y el autor dibuja el momento personal de su creación. Y ahí están siempre sus dos esposas: la primera, con problemas mentales y abuso del alcohol y las drogas, nunca entendió sus ausencias; y la segunda, Dana, acogedora y vital para que superara su adicción a la heroína (fruto de una depresión) tras su divorcio. “Tengo suerte de estar vivo. Acudí mucho a las canciones, son un buen sitio donde refugiarse”, explica el autor de American girl.

Disco a disco El libro, que ofrece espacio y páginas a declaraciones de Browne, Cash, Springsteen, Jeff Lynne (ELO) y su buen amigo Harrison, repasa su discografía, desde su debut, “uno de los mejores de la historia del rock”, según Zanes, a su primer éxito, Damn the torpedoes, con Jimmy Iovine; el “más oscuro” Hard promises; el exitoso debut en solitario, Full moon fever, e hitos artísticos como Wildflowers (”mi disco del divorcio”, con Rick Rubin) y Echo (una gema que grabó enganchado y con bastón), sin olvidar el desorientado pero especial Southern accents. “Cada vez que lo escucho siento el sabor de la cocaina en el paladar”, reconoce.

La biografía, que muestra a Petty como un hombre cerrado ante sus amigos y hasta autoritario (”he sido brutal, para salvar mi música y al grupo”) aunque siempre fiel a sus Heartbreakers, nos alumbra también sobre su gira con Dylan, la aventura con Travelling Wilburys, su amistad con Stevie Nicks, el apoyo de Leon Russell... Y concluye mostrando a Petty, rockero personal e irrepetible que pasó de cantar “verdades emocionales y propias a verdades históricas”, rodeado de su familia e intentando ser, por encima de todo, “un artista, tratando de reducir al mínimo la parte del negocio”. Porque murió defendiendo, en tiempos de cambios en la industria musical y de redes sociales, que “la mejor estrategia de marketing es una buena canción”. Y él, que escribió Swingin’, Breakdown, Refugge, Rebels, Free girl now o Honey bee, de eso sabía mucho.