barcelona - Este 2017 ha tenido una buen cosecha comiquera, con títulos de género variado, aunque abundan las historias personales, recuerdos de infancia y de adolescencia convertidos en reclamo para aquellos que busquen sorprender, y conmover, con viñetas durante estas fiestas navideñas.
Las madres no tienen la culpa (Reservoir Books) es la nueva entrega de los chicos de Paracuellos, la serie de Carlos Giménez que cumple 40 años, un clásico en blanco y negro de la memoria histórica sobre la vida en los hogares de auxilio que recogían a huérfanos y niños sin posibles tras la Guerra Civil. El francés de origen sirio Riad Sattouf está llevando a cabo una de las labores más complejamente didácticas: explicar el intrincado paisaje actual de Oriente Medio y Próximo, que el historietista, colaborador de Charlie Hebdo, vuelca en El árabe del futuro (Salamandra), en tonos ocres, mientras que para sus vivencias francesas opta por los azules.
La vida es buena si no te rindes (Salamandra), de Seth, es pura nostalgia por un mundo pasado que este genial historietista, abonado al género autobiográfico, no llegó a conocer: la América de bonanza de los años 50, llena de supuestas familias felices, de una cultura popular repleta de sencillez y dignidad, a la que este creador se aferra estilísticamente.
Si hay una narración de adolescencia por excelencia, es sin duda el escalofriante relato de El diario de Anne Frank (Debolsillo), adaptado por el cineasta Ari Folman y el dibujante David Polonsky.
Inspirados igualmente en hechos reales, parte esencial de la leyenda negra española de principios del siglo XX, el trío formado por Miguel Ángel Parra, Iván Ledesma y Jandro González han compuesto La vampira de Barcelona (Norma). Una recreación gráfica en sepia de las andanzas de Enriqueta Martí, una mujer que murió en extrañas circunstancias en la cárcel, donde había ingresado acusada de secuestrar y matar niños cuyos cuerpos utilizaba, según las crónicas, para la preparación de ungüentos que vendía a la alta burguesía barcelonesa.
Mucho menos siniestros, pero igualmente marcados a fuego en el imaginario popular de los amantes del cómic, están Los grandes inventos del TBO, que el genial historietista Ramón Sabatés ideó para la mítica cabecera infantil. - Sergio Andreu