- No lo esconde. “Me encantan, soy un vicioso de las adivinanzas” y aunque no las crea pensando en llevarlas luego a un libro, en 2001 ya publicó una primera referencia con unos 375 enigmas esperando ser resueltos. Ahora, Xabier Olaso vuelve al genero de la mano de Pamiela para presentar Nik papaita, zuk papaita (Igarkizunak, olerkizunak eta igarkilimak) donde presenta 440 acertijos seleccionados de entre las 1.320 adivinanzas que ha ido componiendo a lo largo de estos años en seis cuadernos. “Me gusta eso de jugar a esconder el objeto, de utilizar la palabra perfecta para sugerir, para expresar de manera indirecta... es una forma de ir al detalle de la palabra, del lenguaje. Es un ejercicio apasionante para mí. Crearlas, además, me fomenta la imaginación. Son un reto, una diversión, una forma de entrenamiento” que ahora comparte con los lectores.
Olaso defiende que no hay edad para adentrarse en este género: “a partir de siete u ocho años, cualquiera puede dejarse llevar por este libro, también los jóvenes y las personas mayores; al final, es que te guste jugar y recrearte con el idioma, buscar la magia de la palabra”, más allá de que el escritor -que ha vuelto a contar con la colaboración de la ilustradora Agurtzane Villate- también vea interesante su uso en el ámbito educativo. Por supuesto, para atender a ese abanico tan amplio de posibles “adivinadores” hay enigmas más complicados y otros más sencillos, aunque en lo que sí ha puesto especial énfasis el autor es en la variedad de formas y estilos para romper esquemas y ritmos de lectura y uso.
“Por supuesto, aquí hay adivinanzas de estructura clásica pero están intercaladas con otros dos tipos de formulaciones. Están, por ejemplo, los poemas, que son eso, poemas que, eso sí, esconden un enigma. Y se encuentran también los acertijos en los que se juega más con las formas gráficas, con el tipo de letra y esas cuestiones”, tres caminos distintos que le sirven al escritor para hacer “un libro más atractivo y con mucho ritmo”.
Aún siendo consciente de que en estos tiempos parece que la adivinanza no encuentra eco entre el gran público, “sólo se trata de querer disfrutar y jugar, de coger una y pensar, mirar, divertirse”, comenta un Olaso que al lector ya le propone enigmas en la contraportada, en el subtítulo del libro e incluso en la dedicatoria. Eso sí, que nadie se preocupe. En el peor de los casos, las soluciones están al final. “Lo que trato es contagiar mi pasión. No dejan de ser elementos cortos que puedes guardar en la cabeza, ejercicios relacionados con la imaginación, la enseñanza y la creación” que, además, encuentran en el euskera un buen aliado: “te da muchas posibilidades para esto. Tiene muchos dichos, un vocabulario muy rico, muchos sinónimos. Y con los dialectos se puede jugar mucho”, sonríe.
Él, de momento, sigue haciendo nuevas adivinanzas. “Es un juego literario que tiene que ser compensado. Hay conceptos claves como esconder, decir de manera indirecta, sugerir. Es coger al lector de la mano, hacer un poco de camino con él y luego dejarle solo”.