Ahora que Nacha Pop se ha tomado un descanso, Goar Iñurrieta retoma el camino de Sorry Mamma, cuarteto en el que el rock se encuentra también con sonidos electrónicos. Su segundo disco ya es una realidad y con él bajo el brazo estos días abandona su Madrid de residencia para regresar a su tierra.

De un proyecto a otro. ¿De vacaciones ni hablar?

-Soy un culo inquieto (risas). Mi trabajo me gusta mucho. Con Nacha Pop, al fin y al cabo, es un curro, por así decirlo, de músico profesional, de contrato. Soy el director de la banda, aunque a eso se suma una amistad y Nacho me pone siempre las cosas fáciles, también para buscarme mis huecos.

¿Qué encuentra en Sorry Mamma?

-Es mi grupo, ahí está la diferencia. Aunque siempre he tocado con mucha gente, siempre he sido carne de banda. Cicatriz era mi grupo. Bizkar Hezurra era mi grupo. A Korroskada, por ejemplo, entré más tarde y era más la banda de Aitor y de Triku. Echaba en falta eso, tener un proyecto en el que poder desarrollar la música que me apetece. En Sorry Mamma he encontrado de nuevo mi grupo, donde hago la música que quiero, en el que me lo paso bien, donde no tengo que estar tocando cosas de otros. Además, somos una banda con todas las letras. Hace ya tiempo que el bajista (Greg Ruescas) y el batería (Tachín) son los mismos, y a eso hay que sumar que con Piluca Calero me entiendo a la perfección componiendo. Eso hace que estemos los cuatro en lo mismo y que seamos una banda en todos los sentidos.

Llegan hoy a Gasteiz para presentar un ‘Roundabout’ que para el grupo debería representar...

-El primer álbum fue un disco de laboratorio. Fuimos experimentando lo que iba a ser Sorry Mamma, haciendo temas que eran más dispares entre sí... y cuando llevamos aquello a los directos, la propuesta se fue consolidando. Pasamos por varios músicos hasta que la banda se consolidó, definiendo un sonido que es el que se plasma en este trabajo. Es rock al que añadimos nuestro toque de tecnho, de discoteca de baile o como lo quieras decir.

Que es algo que, al decirlo así, a unos cuantos les pone los pelos como escarpias.

-Como decía un amigo, los pelos como Scorpions (risas). Sí, es verdad. Sabes lo que pasa, que cuando yo era pequeño mi viejo me ponía mucho a Frank Zappa, que era un hombre que mezclaba todo con todo y estaba considerado como un genio por ello. ¿Para qué te tienes que cortar si puedes pillar lo mejor de cada cosa?

En los directos, ¿cómo se traduce esa parte más electrónica?

-La banda en directo suena muy cañera. No deja de ser un grupo de rock: bajo, batería, guitarra y voz. Yo vengo de eso, del heavy, del rock, del punk y ese sonido está, con toques también funkys. Pero ahora, con las nuevas tecnologías, puedes hacer maravillas. Por eso llevamos un ordenador. Obviamente, en un disco tienes la posibilidad de hacer muchas más cosas, de introducir diferentes matices. Si llevases todo al directo, sería para hacer un concierto insoportable de oír. Como es lógico, eso te lleva a trabajar mucho en el local para pulir la propuesta en los conciertos manteniendo las líneas importantes de los sintetizadores. Así que no perdemos nuestro rollo de rock con tecnho pero en las actuaciones suenas más duro, más cañero.

Vitoria hoy para luego estar en Estella y Bilbao.

-Bueno, al final te tiras todo el año viajando. Además, es pasar de tocar con Nacha Pop delante de 5.000 personas en una plaza grande a ir con mi banda a locales mucho más pequeños y eso me hace mucha ilusión. Un formato y otro me encanta, es que soy rata de escenario. La furgoneta, cargar el ampli... eso es lo que me mola. Volver a mi tierra con un trabajo nuevo no me pone nervioso pero sí me emociona.