El cocinero Xabier Gutiérrez cambió los fogones por la máquina de escribir, y, en un día lluvioso posiblemente, ideó El aroma del crimen. Vicente Parra -“pelo de color blanco; su estatura por encima de la media; en su frente una pequeña cicatriz en forma de uve”-, es el oficial instructor de la Ertzaintza, con sede en el barrio Antiguo de Donostia, y es el encargado de investigar dos muertes: el asesinato salvaje de una diseñadora de moda y dueña de una tienda de ropa del centro de la ciudad y la muerte de un joven bedel en la facultad de Química por insuficiencia renal, aunque todo parece indicar que aquella no ocurrió de forma natural. Vicente Parra conocerá pronto que los sospechosos que encabezan su lista están relacionados con la gastronomía.
El caso llevará a Parra a recorrer Donostia, donde “el intenso viento otoñal barre las hojas caídas de los árboles”. Pero no solo será este detective quien nos descubra rincones de la ciudad, también conoceremos de la mano de otros personajes la zona de Miraconcha, donde Carmen Aguirre vive “en un lujoso edificio y sus vistas se abren a la playa”: “La marea estaba baja y el olor a mar la inundó por completo. Un aroma a salitre, a algas. La arena muy prieta, ideal para correr. (?) La playa casi parecía un desierto”. Los atascos de tráfico le permiten mirar “las olas que golpeaban el espigón de Zurriola con fuerza” en un día en el que hacía viento y llovía a ratos” o los viajes en coche que hace de madrugada, observando el bulevar donostiarra, “la principal arteria de la ciudad que se encontraba desierta”. La playa Ondarreta también queda reflejada en la historia, donde los personajes se pierden en paseos eternos.
Las investigaciones tienen sus momentos de pausa y los personajes frecuentan restaurantes, bares y cafeterías para ordenar toda la información que han recopilado o para citarse con personas que pueden acelerar la investigación. Es el caso de la cafetería Avenida XXI, “uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad. Avenida de la Libertad era una zona comercial y a esa hora el local solo tenía unas cuantas mesas ocupadas por clientes asiduos”.
En la lista de los lugares más famosos visitados por los personajes está el Peine del Viento, delante del mar, que sirve para despejar malos pensamientos. “Las esculturas de Eduardo Chillida, escoltadas por el anfiteatro de Luis Peña Ganchegui, daban solemnidad a la esquina de la ciudad”. - U. Razkin