BILBAO - A principios de agosto, cuando la Familia Real casi al completo se reunió en Marivent con la reina Sofía y la atención mediática estaba puesta en Felipe VI navegando con sus sobrinos, Marta Gayá Hernández volaba muy lejos de Palma, la ciudad donde reside.

Su proyecto era permanecer unos 10 días en un destino secreto, fuera de Europa. Hace varios años que prefiere poner tierra de por medio durante la Copa del Rey de Vela, ese escaparate donde las socialites se pasean por un náutico atestado de paparazzi con la esperanza de cruzarse con el monarca o, en su defecto, con algún miembro de la Familia Real o colaterales.

El Emérito, junto con la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, ha sido el gran ausente este verano de la cita familiar en Mallorca, en la que no se han podido repetir esas imágenes del año pasado cenando con sus hijos y nietos en Flanigan o navegando con Sofía. Algo que no estaba en su mente, pues en esas mismas fechas estaba también en paradero desconocido.

La misma pregunta que muchos se hacían sobre Marta Gayá, al ver cerrada a cal y canto su casa en el sexto piso de la avenida Joan Miró de Palma, y su barco, anclado en el Club de Mar de la isla. “No ha dicho ni ‘mú’. Tan sólo que se marchaba unos 10 días y nos llamaría a su regreso. Cuando no da detalles, damos por supuesto con quien va acompañada y ni se nos ocurre preguntar”, asegura un miembro de su círculo. Esta misma persona indica: “A Marta le apasiona viajar y también a don Juan Carlos. Imagino que porque fuera de España él se siente más libre de objetivos y miradas indiscretas. Por eso hacen frecuentes viajes juntos”.

Como en el del mes de julio a Irlanda, donde se captó una de las imágenes más perseguidas de los últimos 30 años: la del Emérito con Marta Gayá, una relación sobre la que han corrido ríos de tinta, pero de la que no existía testimonio gráfico. Hasta esta semana, en que ha salido a la luz un vídeo de ambos, a raíz de que se publicara que el Emérito había estado en julio en Irlanda invitado por unos amigos. Se trataba de Allen de Jesús Sanginés-Krause, un financiero de origen mexicano afincado en Londres, y su esposa, Lorena, a quien se la ha visto en Mallorca en alguna ocasión con Marta Gayá.

A sus 68 años, Marta Gayá Hernández, hija del acaudalado empresario mallorquín Fernando Gayá, dueño entre otros negocios del Hotel Villamil, ha variado poco su existencia, que siempre fue la de un miembro de familia muy acomodada.

Gayá posee un piso en Palma de 192 metros cuadrados (con otros cien en la terraza) y dos plazas de garaje. Aunque no consta en el Registro de la Propiedad, fuentes cercanas sostienen que suele disfrutar de vivienda en Madrid, en el barrio de Chamberí, y de otra en la estación suiza de Gstaad, donde pasa los inviernos. También tiene un barco, amarrado en el Club de Mar, en el que navega cuando está en Mallorca. Pero su pasión es viajar, sobre todo a Florida y a Grecia.

El caso es que resuena ahora con más fuerza esa grabación del CNI, filtrada en marzo, donde Juan Carlos aseguraba en el año 1990, refiriéndose a Marta Gayá: “Nunca he sido tan feliz”. - D.N.