Cuando una historia merece ser narrada y preservada en el tiempo, nunca es tarde para recopilarla entre las tapas de un libro. Este es el caso de Mi caleidoscopio, las memorias de Elena de Perea, una mujer que a sus 85 años ha decidido escribir su peculiar historia y la de su familia. Unas vivencias que escapan de lo común, “ahí esta lo interesante y lo valioso, si hubiera sido corriente sería una vida más, una de tantas, pero la nuestra no lo fue empezando por mis abuelos y acabando conmigo”. Una serie de peripecias muy duras, pero “dignas de ser vividas” que a esta luchadora le “han quitado el miedo a vivir”.
En esta obra retrata su forma de ver y entender la vida, “los avatares que me han tocado pasar y me han enseñado a no preocuparme. Incluso ahora que tengo 85 años, llego a donde puedo y vivo el presente, esa es mi filosofía”. Una visión que la ha llevado a embarcarse en esta aventura de la mano de Roberto Lastre (Arte Activo) y su grupo de creación literaria del que forma parte y en el que piensa seguir porque “humanamente tiene un valor muy importante y literariamente me parece muy aprovechable”. Un taller en el que durante unos cinco años ha ido esculpiendo la obra que acaba de ver la luz. Pero mucho antes de que se empezara a cincelar esta pieza, Elena de Perea ya comenzó a recoger y recordar todo lo que sabia de sus antepasados y su propia historia, motivada por su familia que la animó a lanzarse a escribir. La creación de este trabajo ha supuesto un repaso de su vida personal y familiar, “volver a recordar todos esos momentos de mi propia vida que fueron extraordinarios y muy malos también”. Ahora, una vez que ha sido publicado confiesa que se siente un poco “huérfana”, porque todo lo que “estaba en mi corazón y en mi memoria ahora esta recogido en un libro”. Aunque guarda una sensación inmejorable, porque nunca imaginó que “se podría revivir toda una vida, la propia y la de una familia, he tenido que estrujarme un poquito la memoria”, confiesa.
Este carácter emprendedor y autónomo, que le ha llevado a escribir sus memorias a estas alturas de su vida, le ha acompañado a lo largo de una existencia convulsa en la que no ha permanecido más de 10 años en un mismo sitio. Ha pasado por Aretxabaleta, Santo Domingo de la Calzada, Colombia, Bilbao y Vitoria donde alcanzó la estabilidad junto a su marido y sus tres hijas. No obstante, siempre ha encontrado un hueco para aprender. Tuvo que dejar sus estudios en primero de bachillerato, pero eso no le frenó. Continuó estudiando por su cuenta, ayudada de un libro que recogía las asignaturas de la Educación General Básica. De igual forma, mientras vivía en Colombia, se apuntó a un curso de inglés y continuó con el estudio del francés, que había iniciado en el colegio, gracias a las revistas de una amiga francesa que se convirtió en su “familia allí”. Sus inquietudes también la llevaron a formarse en taquigrafía y mecanografía y han hecho que siga adquiriendo conocimientos. “A mis años y con mi capacidad, todo lo que leo es para aprender algo nuevo, importante o interesante. Tengo esa curiosidad innata que me hace disfrutar con ello”. Y es que, para esta escritora novel, la vida no es más que un aprendizaje.